Milenio Tamaulipas

Hallan dos personas muertas en Valles

- Imelda Torres/Ciudad Valles

n la cantina un borracho viejo insultó feamente a un parroquian­o. El agraviado le propinó un sopapo que lo dejó en el suelo. Se levantó el beodo y amenazó a su rival: “Voy a traer a mi hijo, a ver si en su presencia me vuelves a pegar”. En efecto, salió y volvió poco después con su muchacho. Le dijo éste al golpeador: “A ver: vuelva usted a pegarle a mi papá”. El otro no se hizo del rogar: se puso en pie y le asestó otra guantada al temulento. “Se cree muy macho, ¿verdad? -retó el joven al hombre-. A ver: péguele otra vez”. De nueva cuenta el otro tendió al viejo con un fuerte mamporro. Sugirió entonces el hijo: “Mejor vámonos, padre, porque si no este cabrón hasta a mí me va a madrear”. El galán llevó a la chica al romántico paraje llamado El Ensalivade­ro, y en el asiento trasero de su coche la llenó de besos y caricias. Le dijo: “Son cucharadit­as de amor”. “Me gustaron -respondió ella respirando con agitación-. Pero creo que ya es tiempo de que uses la pala”. Los antiguos griegos, aquéllos del tiempo de Pericles, a más de sabios eran muy astutos. No confiaban en los dioses, pues conocían sus veleidades y caprichos. Así, cuando a un argivo le preguntaba alguien: “¿Cómo te ha ido?”, el interrogad­o contestaba al tiempo que ponía cara de aflicción: “Mal; muy mal”, aunque le hubiera ido estupendam­ente bien. Temía que si los dioses se enteraban de su buena fortuna se pondrían celosos y harían caer sobre él toda suerte de desdichas. Yo no siento ese temor: mis dioses son benévolos. Así, no tengo empacho en proclamar que con frecuencia voy del brazo de esa amable señora que se llama doña Felicidad. Ayer, por ejemplo, mis cuatro hijos y mis 13 nietos me festejaron con motivo del Día del Padre. Dimos buena cuenta de una insigne fritada de cabrito preparada con amorosísim­a sapiencia por mi esposa amada. Gozamos ese manjar cardenalic­io los que aún somos carnívoros, pues entre mis numerosos descendien­tes los hay ya vegetarian­os, y aún veganos. Ninguno de ellos faltó a la ocasión, salvo los que estudian en el extranjero. La nutrida comparecen­cia me movió a hacer una reflexión. En esto del Día del Padre y Día de la Madre debería haber también equidad de género. Sucede que el día destinado a los papás es siempre un domingo, en tanto que el de las madres, el 10 de mayo, cae casi siempre entre semana -en miércoles, cayó este año; en jueves caerá el próximo-, con todos los inconvenie­ntes que eso trae consigo: los celebrante­s trabajan ese día, o están en la escuela; la festejada tiene también que trabajar, o la ocupan las cotidianas faenas de la casa. Pregunto: ¿por qué no hacemos lo que en otros países, festejar a la madre en día domingo? Ciertament­e el 10 de mayo es vieja tradición pero ¿no es tiempo ya de inaugurar una tradición nueva más favorable a las madres? El 2018 será año de cambios. Éste que propongo segurament­e sería para bien, y pienso que las madres lo agradecerí­an. Dejo sobre el tapete esa propuesta. Un marino canadiense de visita en México sufrió un ataque súbito de apendiciti­s, y fue llevado al hospital a fin de que se le practicara la intervenci­ón quirúrgica correspond­iente. Una enfermera de madura edad procedió a afeitarle las partes próximas al sitio de la operación. Le comentó después a una compañera joven y guapa: “El marinero tiene tatuada en su atributo de varón la palabra ‘Swan’, o sea ‘Cisne’”. “Qué extraño -respondió la muchacha-. Me gustará ver eso por mí misma”. Fue a la habitación del paciente, y regresó media hora después. “Es cierto lo que usted me dijo -le comunicó a la enfermera mayor-. El hombre tiene un tatuaje ahí. Pero la palabra es ‘Saskatchew­an’”. FIN. Soneto. Este hombre del retrato, este hombre triste, es mi padre: Mariano Fuentes Flores. No están en el retrato sus dolores, su mansa soledad. Él ya no existe; murió hace mucho tiempo, pero asiste todos los días a la cita: amores y muertos vuelven siempre como azores a la percha del alma. ¿Conociste a mi padre? Yo no. Sólo lo quise.

No se lo dije nunca; no se usaba.

Como hizo con su padre con él hice. Cuando por su ataúd crucé el abismo ya era tarde. Hoy que digo: “Yo te amaba”, el hombre del retrato soy yo mismo. ¡Hasta mañana!... “. Una mujer tuvo siete maridos.”. Y lo decía con orgullo, dándose mucho paquete. (Callaba que de los siete solamente uno era el suyo).

Dos personas del sexo masculino fueron encontrado­s sin vida y ya en estado de descomposi­ción en un área despoblada en el límite de los municipios de Aquismón y Ciudad Valles.

El sábado por la tarde en el sistema de emergencia­s reportaron que dos hombres estaban tirados entre el monte, cerca del paraje El Nacimiento y que la entrada era por Santiaguil­lo, a orilla de la carretera México – Laredo.

Después de una búsqueda que se prolongó por un par de horas porque no daban con el sitio exacto, elementos de las distintas corporacio­nes hicieron el hallazgo. Era cerca de un camino de terracería conocido como Antiguo Camino a El Nacimiento, entre el poblado San Pedro de las Anonas que pertenece a Aquismón y el ejido Tantizohui­che de Ciudad Valles.

Entre la maleza se encontraba­n los cuerpos que despedían un fuerte olor fétido, uno de complexión delgada que vestía pantalón de mezclilla negro, playera blanca y botas vaqueras, mientras que el otro, de complexión robusta, traía pantalón igual pero en color azul deslavado, cinturón negro y playera blanca con estampado negro, así como botas tipo militar.

Al parecer tenían al menos dos días que habían fallecido y probableme­nte solo los fueron a dejar ahí pero la agresión ocurrió en otro lugar. Presentaba­n heridas de bala en la espalda.

Peritos de la Subprocura­duría de Justicia recabaron evidencias y los cuerpos fueron llevados al Servicio Médico Legal en calidad de desconocid­os.

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