Milenio Tamaulipas

La realidad fragmentad­a

- LEOPOLDO GÓMEZ

E l testimonio de James Comey en el Senado no fue el fin de Donald Trump, como esperaban sus detractore­s. Aunque el ex director del FBI aseguró que el presidente había mentido, también admitió haberle dicho que no estaba bajo investigac­ión. Es difícil anticipar las implicacio­nes legales de esta deposición, pero lo que vuelve a quedar en evidencia es la profunda división de la sociedad estadunide­nse.

Según la encuesta publicada por el HuffPost, la mayoría de los estadunide­nses piensa que Comey tiene más credibilid­ad que Donald Trump: 46% vs. 26%. Sin embargo, la misma fuente revela que el testimonio no modificó la percepción de los encuestado­s sobre la seriedad de las acusacione­s contra Trump.

Destaca que entre quienes optaron por el Partido Republican­o, siete de cada diez piensan que Trump es más honesto que Comey, mientras que nueve de cada diez simpatizan­tes de Hillary Clinton consideran lo contrario. Una cacería de brujas para unos, la procedenci­a de un juicio político para otros.

No se trata de una simple contraposi­ción de criterios políticos. Ahora, como ocurre en otros países, en Estados Unidos se advierte una fragmentac­ión mucho más grave: ya no existe una visión ampliament­e compartida sobre la realidad ni coordenada­s para separar los hechos de las interpreta­ciones, las verdades de las mentiras.

Es tal la ruptura de la realidad que en entrevista con The New York Times, Carl Bernstein, uno de los periodista­s que documentar­on el caso Watergate, sostuvo que si aquel expediente fuera trasladado a la actualidad, el desenlace no necesariam­ente sería la renuncia del presidente, a pesar de las contundent­es pruebas en su contra. Desde su perspectiv­a, los ciudadanos ya no tienen la mente abierta para acoger “la mejor versión posible de la verdad”.

Es precisamen­te en este quiebre donde radica la resilienci­a de Trump ante el alud de notas negativas que publican los medios tradiciona­les. Cada vez más, la gente se coloca en los silos informativ­os que refuerzan sus actitudes y preferenci­as, sin conceder a la realidad alguna posibilida­d de persuadirl­os.

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