Un corazón herido no es malo, sólo está confundido y hay que darle su espacio
Hace unos días me tocó estar frente a un corazón roto. Recordé cuando años atrás me ocurrió a mí y agradecí a la vida de poder estar bien ahora. Desde afuera todo se ve distinto pero lo más horrible es no poder ayudar a la persona que tenemos enfrente, por más que la queramos. De las cosas más difíciles que uno puede experimentar en la travesía de su camino es ver el sufrimiento ajeno y no poder calmarlo. Nadie pueda entrar en la cabeza de otro, todos tenemos procesos distintos. Nunca se sabe cuán valientes somos hasta que ocurre, los días parecen años.
¿Lo recuerdan? ¿Cuántas veces nos rompieron el corazón en la vida? ¿Cuántas cosas habremos perdido? ¿Qué experiencias lindas dejamos ir sin darnos cuenta por estar en aquel terrible momento? Muchas fueron las preguntas que se vinieron a mi cabeza y no hice más que escuchar y abrazar a la otra persona. No podía hacer más.
Nadie puede sacarnos del infierno en el que estamos, excepto nosotros mismos. Ojalá fuera tan fácil. La razón no se asoma, sólo los recuerdos que hacen sufrir a la otra parte que carece de amor por la vida en esos momentos.
Si fuera verdad eso de venderle mi alma al Diablo lo sentiría por él: no habría hecho un buen trato. A veces vamos acarreando tantas cicatrices que nos perdemos en el camino. Conocí mucha gente que por temor a perder alguien valioso intentó tener una relación cuando aún no estaba listo y terminó perdiendo a la persona y a sí mismo.
Forzar las cosas no está bien, dejar ir sí. Necesitamos saber que nos equivocamos y aprender a seguir adelante. “Tal vez parte de amar es aprender a dejar ir”. No todos los recuerdos deben de ser caprichosos y malvados, algunas veces se pueden transformar en una ola de sanación cuando se atraviesa un momento doloroso. ¿Cuántos recuerdos buenos hemos guardado para el momento en que nos encontremos del otro lado? ¿Cuál será el que nos haga querer seguir viviendo en paz?
Para empezar una nueva etapa se tiene que cerrar otra. Hay que hacerlo con claridad, con valentía, con cuidado de no dañar a las demás personas. ¿A quién dejaron ir con amor? ¿Lo recuerdan en este momento? ¿Qué habrá sido del otro? ¿Qué enseñanza le habrán dejado? ¿Qué habrá aprendido?
No todas las separaciones son malas, pero hasta que estamos bien nos damos cuenta. Esta vez le tocó a una persona muy cercana que espero que por error hoy lea estas líneas, pues nadie merece dejar de tener fe en la vida por una sola persona que no lo valoró y lo trató mal.M