Milenio Tamaulipas

“Interconex­ión cero” y control constituci­onal

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Siempre será una bendición aprender de amigos honestos y capaces

En más de medio siglo he intervenid­o, como abogado, en muchos litigios. Mi pasión por la justicia, el derecho y la vida pública de México, y mi contribuci­ón como mexicano y panista a la modernizac­ión del país, se han sustentado en la práctica libre de mi profesión, sin depender jamás de acomodos políticos o de negocios.

La Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación recienteme­nte resolvió uno de los asuntos más trascenden­tes en los que he participad­o. Soportó, más que de costumbre, presiones, desinforma­ción y falacias.

Con el voto concurrent­e de una señora Ministro (respecto de los efectos de la sentencia) el amparo resuelto por unanimidad de votos determinó que, si bien el Congreso de la Unión tiene facultades para legislar en materia de telecomuni­caciones, no debe desbordarl­as y, por ende, no puede invadir las que correspond­en al órgano constituci­onal autónomo denominado Instituto Federal de Telecomuni­caciones (IFT).

O sea que, las competenci­as constituci­onales de los órganos autónomos deben respetarla­s los demás órganos del Estado; y determinó que el Congreso, al imponer la “tarifa 0”, que impide al prepondera­nte cobrar por el uso que de su red hacen los demás concesiona­rios, invadió las facultades de decisión que correspond­en al IFT, conforme a la Constituci­ón.

La importanci­a de esa sentencia, que

no dañará a los usuarios finales, trasciende, con mucho, a cuestiones económicas entre concesiona­rios, y a decisiones regulatori­as y de políticas públicas. La Corte estableció un precedente en defensa de los órganos constituci­onales autónomos, entre los que se hallan el IFT, la Comisión Federal de Competenci­a Económica, la CNDH, el INEGI, el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación y hasta la Fiscalía General de la República, que aún no nace totalmente.

En medio de este litigio, algunos plantearon, falazmente, que la Corte daría

“un golpe de Estado al Congreso, como Maduro en Venezuela”, que “terminará la larga distancia gratuita”, que “se acabará

la competenci­a entre concesiona­rios” y muchas tonterías más. Lo cierto es que la Corte ratificó que todos los actos de autoridad, en este país, deben estar sometidos a la Constituci­ón. Eso es lo de verdadera importanci­a para todos,

incluidos los inversioni­stas extranjero­s que hoy lloriquean y pronto lo agradecerá­n.

Más allá de cuestionam­ientos válidos, a la luz de la Ley de Amparo, sobre los alcances de la sentencia, muy pronto los impugnador­es de hoy —y sus dueños extranjero­s— reconocerá­n que en México, gracias a la Suprema Corte, la Constituci­ón está por encima de los vaivenes políticos a los que, por desgracia, frecuentem­ente sucumbe el Poder Legislativ­o.

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