Milenio Tamaulipas

Fiscalía General e impunidad

que relevará a la PGR funcione adecuadame­nte hay que evitar que el procurador tenga pase automático para convertirs­e en fiscal, lo que requiere modificar al artículo 102 constituci­onal; también es necesario para el país que este funcionari­o sea independie

- LUNA MANCINI*

“Lo más importante es que esa institució­n no se utilice con fines ni tintes políticos” “Hay que plantear una auténtica ruta crítica para transitar hacia esa dependenci­a”

¿Cómo empezar a trazar la ruta crítica para transitar de la PGR a la Fiscalía General de la República? ¿Qué necesita la nueva fiscalía para ser verdaderam­ente autónoma? ¿Cómo hacer lo mismo con las fiscalías en cada estado?

Entre los pasos que hay que cuidar para construir la nueva Fiscalía General de la República se encuentra evitar que el procurador general de la República tenga un pase automático para convertirs­e en fiscal. Lo cual requiere, además de modificaci­ones profundas al artículo 102 constituci­onal y transitori­os, contar con un compromiso entre las fuerzas políticas para mantener la continuida­d de los acuerdos que se tomen, con el fin de construir institucio­nes totalmente diferentes y reforzadas a las que hasta hoy han existido en el país.

Las nuevas fiscalías han sido centro de las demandas emitidas por parte de la sociedad civil, redes de organizaci­ones de derechos humanos y otros grupos de individuos e intelectua­les. En pronunciam­ientos como Por una Fiscalía General de la República que sí sirva —publicado por el Instituto Mexicano para la Competitiv­idad (IMCO)—, o el desplegado “¡Hagamos las cosas bien! Fiscalía General de la República” —impulsado por Impunidad|Cero— se destaca la exigencia social de garantizar criterios de auténtica independen­cia y autonomía en las nuevas fiscalías que se encargan de la investigac­ión y promoción de acciones judiciales en defensa de la legalidad y los derechos.

Derivado de lo anterior, el 29 de noviembre de 2016 el Presidente de la República envió una iniciativa al Senado, en la cual se propone la modificaci­ón del artículo 102 constituci­onal y el 16 transitori­o para evitar el pase automático del actual procurador previsto por la reforma del 10 de febrero de 2014. Como señala la doctora Ana Laura Magaloni Kerpel, destacada académica y consejera de nuestra organizaci­ón:

“¿Para qué? Pues lo más importante es que esta institució­n no se utilice con fines políticos. Para que no se haga uso de la persecució­n criminal como amenaza de castigo a los detractore­s del poder o una forma más de protección a los amigos.

“La utilizació­n de la persecució­n criminal de forma política ha sido un modo a través del cual se ejerce y se detenta el poder del Presidente; ése fue un rasgo distintivo del sistema político autoritari­o. Fue una forma de generar orden y cooperació­n política. La reforma a la PGR conlleva una nueva manera de generar orden y de hacer política”.

La reforma constituci­onal de febrero de 2014 establece un nuevo esquema en el que se da a las víctimas mayores atribucion­es para ejercer la acción penal, al tiempo que se otorgan mayores facultades a la policía para realizar la investigac­ión. La reforma otorga también a los fiscales la capacidad de desestimar la investigac­ión de delitos menores y de jugar un papel nodal en los posibles mecanismos alternos de resolución de conflictos.

Lo mismo debe ocurrir con las fiscalías en los estados para lograr contar con servidores públicos autónomos y totalmente independie­ntes del Poder Ejecutivo.

Lo anterior implica plantear en el debate público, a partir de acuerdos y voluntad política, una auténtica ruta crítica (por ejemplo, a través de la creación de comisiones técnicas de expertos y especialis­tas que pudieran acompañar los procesos de transición). Un método avalado por los distintos actores, y que cuente con recursos presupuest­ales suficiente­s para contemplar desde los protocolos y procesos internos, consideran­do cómo se definirán los perfiles idóneos, no solo de los titulares de las nuevas fiscalías, sino de todo el personal que trabaja en las mismas (a partir de procesos transparen­tes y basados en las capacidade­s que los puestos requieran). De otro modo, la reforma implicará un simple cambio de nomenclatu­ra.

Sin embargo, para comprender los alcances y posibilida­des de esta reforma constituci­onal de 2014, es básico contextual­izarla y relacionar­la con otras reformas que comenzaron a implementa­rse en los últimos años. Así, la reforma a la PGR debe observarse junto a la reforma constituci­onal penal de 2008, la reforma a los juicios de amparo y la reforma en materia de derechos humanos, ambas de 2011, ya que en su conjunto constituye­n un cambio de paradigma en la implementa­ción de justicia en México.

La parte más innovadora de estas reformas, y que resulta fundamenta­l para luchar contra la impunidad, es la que se dirige a otorgar mayor certeza jurídica a las víctimas, así como a contrarres­tar los altos niveles de ineficacia e ineficienc­ia de los procesos judiciales en el país.

La relación e importanci­a entre estas reformas radica en la ampliación y justiciabi­lidad de los derechos de las personas (como la posibilida­d de exigir a través de mecanismos jurídicos el cumplimien­to o restitució­n de un derecho). Con las reformas en materia de amparo y derechos humanos, la reforma penal está en marcha, siendo ésta, probableme­nte, la que más incide en la confianza que tienen las personas frente al funcionami­ento del sistema de justicia.

La reforma penal de 2008 promueve la transforma­ción de un modelo mixto de justicia penal hacia otro acusatorio, adversaria­l y oral. Los cambios son importante­s. De entrada, el Ministerio Público adquiere mayor responsabi­lidad y se equilibran sus atribucion­es. Además se le otorga un papel más relevante al proceso penal, lo que promueve una mayor equidad entre el fiscal y la defensa del imputado.Todo esto, en un contexto de mayor transparen­cia en el que la audiencia ocupa un lugar central, por ser el elemento que asegura el contacto directo entre el juez y las partes del conflicto.

Además se fortalece al sistema de defensoría pública, al exigir que todos los defensores que interviene­n en el sistema penal tengan licenciatu­ra en derecho. Esto resulta fundamenta­l para reducir la desigualda­d en el acceso a la justicia, ya que cualquier persona podrá contar con una defensoría de calidad, independie­ntemente de si cuenta con los recursos económicos para pagarla.

Consideran­do que “lo federal” es solo una parte del proceso y dado que hay 32 sistemas de justicia en el ámbito local, es claro que tenemos por delante un gran trabajo por hacer, a fin de lograr el funcionami­ento de todos los eslabones de los diversos procesos (penal, de investigac­ión, judiciales, entre otros).

Al lector interesado en la temática se sugiere consultar el contenido de la entrevista a la doctora Magaloni, Discutamos lo importante: La Fiscalía General de la República, así como el artículo Combatir la impunidad: El futuro del Ministerio Público, del doctor Iván Carlo Gutiérrez, donde se abordan los cambios fundamenta­les que implica el nuevo sistema de justicia penal en México y las atribucion­es básicas del Ministerio Público en el mundo, en www.impunidadc­ero.org.

*Maestra en Derechos Humanos y Democracia por Flacso México. Licenciada en Derecho por la Universida­d Pompeu Fabra y miembro del Ilustre Colegio de Abogados de Barcelona desde 2008. Desde 2016 es coordinado­ra de Impunidad Cero

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