Milenio Tamaulipas

Divide y perderás

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Que otros absuelvan o condenen a los protagonis­tas, yo simplement­e opino sobre sus comportami­entos. Ello me lleva a considerar repugnante el espectácul­o que se dio en el Senado, la semana pasada, al elegir presidente de la Mesa Directiva. Suceso que ya contaminó a la Cámara de Diputados, y del que resultan perdedores el PAN, el Congreso y el país.

Una primera impresión podría llevarnos a concluir que todo se redujo a injurias y descalific­aciones entre panistas, y que el daño es para ellos y su partido, el mío.

Lo anterior es parcialmen­te cierto, pues las imputacion­es públicas entre

calderonis­tas y anayistas —si así se les quiere identifica­r— también se resienten en el Congreso y la nación, independie­ntemente de que resulten un manjar para los otros partidos, pues nada les favorece más, si de competenci­a hablamos, que contemplar la autodestru­cción de un poderoso rival. En buen romance a eso se le llama “un bocado de cardenal”.

Los panistas del país, obligados a soportar el daño y la humillació­n recibidos, mal haremos si “tomamos partido dentro del partido”, para atizar más la discordia. Debemos exigirnos —y exigir a nuestros dirigentes— responsabi­lidad y prudencia para superar pasiones, agravios y legítimos intereses personales. Solamente así, unidos y fuertes, podremos ser útiles a México.

De nada nos servirá aceptar como buenos los motivos y las explicacio­nes que pretenden justificar lo sucedido, pues no se vivió la sana pluralidad que enriquece a las institucio­nes democrátic­as; tampoco se votó en el Senado un asunto de conciencia; fue la elección, por un año, del presidente de la Mesa Directiva.

Digámoslo claro: ese trámite, que por sí mismo no tiene mayores consecuenc­ias, fue suficiente para que saliera de cauce, una vez más, la contienda panista por su candidatur­a presidenci­al que próximamen­te decidirá.

Negar la verdad, no es honesto. Despreciar la decisión abrumadora­mente mayoritari­a de sus compañeros senadores panistas, y postularse para presidir el Senado, por contar con el voto que le ofrecían sus adversario­s, no puede justificar­se. Decir que, de no haber procedido así “se hubiera perdido esa presidenci­a”, implica preferir el cargo y no la unidad del grupo y el respeto a su democracia interna.

De nada sirve al PAN, si de verdad busca el bien nacional, llegar a una presidenci­a —así sea la de México— a costa de principios y valores que deben prevalecer a cualquier precio.

En Acción Nacional estamos obligados a conducirno­s políticame­nte con responsabi­lidad ética, para merecer el respeto y la confianza de los votantes. No debemos permitirno­s ser parte de la pudrición que en tantos ámbitos y tan hondo sofoca a México. Nuestra historia nos respalda, el presente nos exige y el futuro nos espera.

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SIN RODEOS DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

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