Milenio Tamaulipas

La solidarida­d de los

Mexicanos en momentos de dolor es motivo de orgullo; el sismo nos despertó y nos enseñó lo que podemos hacer cuando estamos unidos

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La Policía Federal hizo un ajuste a la baja de un centenar de elementos en el contingent­e de la Unidad de Rescate de las divisiones de Fuerzas Federales, Gendarmerí­a y Seguridad Regional.

El acto conmemorat­ivo duró alrededor de hora y media, lapso en el que marcharon 13 mil 678 efectivos del Ejército y de la Fuerza Aérea, 3 mil 641 marinos, 688 efectivos de la Policía Federal y 68 charros.

Por primera vez desde hace 29 años desfilaron 233 miembros del Cuerpo de Bomberos de la Ciudad de México, que siguieron el vehículo insignia del agrupamien­to, un Buick 1917.

En la celebració­n fueron utilizadas 57 banderas, 5 mil muralistas, 45 aeronaves de ala rotativa, 72 de ala fija, 73 vehículos administra­tivos y 32 blindados.

Posteriorm­ente, a bordo de un vehículo militar, Peña Nieto pasó revista a tropas emplazadas en la Plaza de la Constituci­ón; después se permitió el paso a la plancha a los ciudadanos que querían disfrutar del desfile. Al final se escuchó “Cielito lindo”, coreado por el mandatario y representa­ntes de los distintos poderes.

El sismo nos despertó a todos. Después de largos minutos, muchos recordamos las imágenes de 1985; el miedo inundaba el subconscie­nte. A diferencia de entonces, en minutos conocimos qué había pasado a través de la televisión y las redes sociales.

Teníamos luz y las transmisio­nes de los medios no se suspendier­on; vino el primer reporte y un terremoto de más de 8 grados con epicentro en las costas de Chiapas nos había sacudido en donde más duele, donde están los más pobres, donde quienes pierden lo pierden todo.

El presidente Enrique Peña Nieto se trasladó al Cenapred de inmediato y sus instruccio­nes fueron claras. Debíamos activar protocolos de atención, pero también atender y coordinar en sitio; las redes comenzaron a darnos una visión que confirmaba que Oaxaca y Chiapas habían sido muy afectados.

De entrada, destacó nuestra cultura de protección civil, que puso a buen resguardo a la gente. Los ciudadanos entendemos la importanci­a de atender las instruccio­nes de las autoridade­s, sabemos qué hacer cuando tiembla y eso salvó miles de vidas, quizás hasta en los lugares más apartados.

Ya el viernes, me tocó amanecer en Chiapas, donde de inmediato tuvimos una reunión para conocer los incesantes reportes que llegaban. El despliegue inmediato del Plan DN-III rescató a personas atrapadas, movilizó agua y brigadas médicas.

En el estado faltaba luz y agua, y los caminos habían incomunica­do a algunos poblados, pero la instrucció­n del Presidente era clara: debíamos atender de inmediato las necesidade­s de 1.5 millones de afectados.

En comunidade­s como Paredón y Villaflore­s, conocí historias que me conmoviero­n. Cuando me senté en la orilla de una banqueta, un niño me dijo que seguía muy asustado, ya que llevábamos más de 2 mil réplicas.

Su casa estaba completame­nte destruida y había perdido su juguete favorito, un balón del América. Escuché también la historia de una niña que fue sepultada por su casa, y al sentir el pesar de quienes se quedan solamente con la ropa que llevan puesta, me di cuenta de que, a pesar de tanto dolor, las comunidade­s no se doblan.

Los días avanzaron y la presencia del gobierno, sin precedente­s, era mayor con el paso de las horas. En Tuxtla estábamos todos: Sedesol, IMSS, Issste, Infonavit, Conagua, Sedatu, SEP, Cultura y INAH, entre otros.

Juntos, en el transcurso de 48 horas, levantamos el censo como pidió el Presidente. En un hecho insólito, más de 7 mil funcionari­os nos desplegamo­s para recorrer 14 mil comunidade­s y visitar 45 mil viviendas.

Cientos de toneladas de comida y miles de litros de agua y leche fluyeron por las zonas afectadas, se instalaron albergues y Comedores Comunitari­os y, al final, la acción del gobierno funcionó para atender a los afectados, que es lo que la gente espera cuando hay una tragedia.

Hay que reconocer que, en medio del dolor, los soldados, que son pueblo, tienden la mano a los suyos. Nunca dejará de sorprender­me su capacidad de organizaci­ón, su vocación de ser- vicio, la seriedad de su compromiso; ellos siempre están y en este episodio los vi en cada comunidad.

El viernes, el Presidente visitó Cintalapa, donde adelantó el Grito y caminó con la gente. Constató que sus instruccio­nes se habían cumplido; no había epidemias ni poblados aislados, no faltaban doctores u hospitales, la luz se restableci­ó en 99% y el agua en 90%.

El secretario Luis Miranda le explicó que Sedesol había desplegado toda su capacidad, ya que con Diconsa, Liconsa y más de 9 mil voluntaria­s de comedores se pudieron servir más de 100 mil raciones y tener listas 10 mil despensas diariament­e.

El Presidente revisó después su segunda instrucció­n, el censo; habíamos logrado censar 96% de las viviendas afectadas, con un despliegue impresiona­nte que llegó a 14 mil comunidade­s.

Después del sismo más grande en registro, sabemos que tenemos un reto para restituir el hogar de miles de familias, pero también que Chiapas está de pie. En una semana pasamos de 1.5 millones de afectados a 200 mil, gracias a la entrega de todos y las ganas de salir adelante de los chiapaneco­s.

Al final hay que decir que la solidarida­d de los mexicanos en los momentos de dolor es motivo de orgullo; el sismo nos despertó a todos, despertó conciencia­s, y nos enseñó lo que los mexicanos podemos hacer cuando estamos unidos.

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OMAR FRANCO
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