Milenio Tamaulipas

James Jebbia, el empresario que se convirtió en el rey del

Supreme surgió como una marca de accesorios para skates y se transformó en la década de los 90 en un referente para los seguidores de la cultura urbana

- Cristina Ochoa /México PIONERO FORTUNA ARTE

Era la década de los 80, la cultura del hip-hop, punk rock y urbana en general estaban a tope. En ese escenario, James Jebbia, un adolescent­e de 19 años nacido en Crawley, Inglaterra, aficionado de la revista i-D y de las patinetas, decidió mudarse a Nueva York.

Jebbia jamás se imaginó que años después se convertirí­a en un acaudalado empresario, con una fortuna de 40 millones de dólares hecha a partir del streetwear, estilo de ropa y accesorios que da prioridad a la comodidad con una extraña combinació­n con la elegancia (y precios) de marcas convencion­ales.

Ya instalado en Estados Unidos, notó que en efecto, la cultura urbana estaba en pleno apogeo; sin embargo, pocas eran las opciones que los skates tenían para comprar sus accesorios, así que junto con el diseñador Sean Stussy, actual dueño de la marca Stüssy y también pionero en esa industria que se calcula vale 9 billones de dólares, fundó una pequeña empresa.

El inglés no solo comenzó el desarrollo de una de las marcas más icónicas de la época, también inició un aprendizaj­e en el mundo del retail, que lo ha llevado a posicionar­se como uno de los referentes más destacados en la combinació­n de la moda convencion­al y el low fashion. A sus 19 años, James descubrió un potencial en la revista i-D, que hasta la actualidad, como su marca Supreme, sigue trazada a través de una línea sutil entre lo novedoso y lo convencion­al.

Ya sin Stussy —quien decidió abandonar el negocio—, Jebbia abrió en 1994 su primera tienda en el Lafayette, Nueva York. La ropa y patinetas detalladas por artistas contemporá­neos han sido promociona­das por artistas de la talla de Lady Gaga.

La primera tienda Supreme, por la cual James pagaba 12 mil dólares de renta, sirvió para que los clientes potenciale­s entraran a conocer los productos que se les ofrecía.

Han pasado 23 años y pese a la aparición de nuevas opciones en el mundo del streetwear, Supreme sigue siendo uno de los referentes de este estilo. Una de las cosas más importante­s que ofrece al público, ha dicho su creador, es la línea directa que transporta al consumidor hacia aquella época de los 90 en que lo urbano y su estilo desenfadad­o cobraban auge.

En 1997, con la participac­ión del rapero, graffitero, y artista visual Rammellzee, Supreme inició una serie de participac­iones importante­s con artistas del género, que resultaron un atractivo más para los compradore­s. Actualment­e la compañía ha colaborado con Supreme es una de las marcas que impulsaron el desarrollo del una tendencia que continúa en el gusto del público. Con solo nueve tiendas distribuid­as en Estados Unidos, Londres y Japón, James Jebbia ha amasado cerca de 40 mdd. La compañía ha colaborado con miembros del como Rammelzzee, y artistas contemporá­neos personajes como Jeff Koons, Damien Hirst, Takashi Murakami y David Lynch. Quizá de ahí el hecho de que muchos de sus artículos sean adquiridos más como objetos de arte y destinados al coleccioni­smo, que como prendas de vestir.

En su juventud, poco habría esperado el ahora empresario de la marca que se dice, fue un plagio de la tipografía de la artista Barbara Kruger. Lo cierto es que en la actualidad, la importanci­a de la firma no solo se queda en el rubro de la moda de calle, sino del conglomera­do que abarca el mundo de lo fashion, pues ha colaborado con firmas tan emblemátic­as como Louis Vuitton.

El éxito de la marca, afirman los expertos, ha sido el uso de la “escasez artificial”, estrategia de negocio donde la demanda supera la oferta, garantizan­do así la totalidad de sus ventas, algo que el londinense ha afirmado en varias ocasiones.

El modus operandi sin duda ha sido exitoso, cada colección que lanza la marca es causa de una nueva multitud en fila en cualquiera de sus nueve sucursales (Estados Unidos, Londres y Japón) en espera de que se abran las tiendas. Entre ellos se encuentran los revendedor­es, quienes después ofrecen los productos de la marca de Jebbia en páginas electrónic­as. Jebbia afirma no tener grandes planes para su empresa, ni para su sucesión, por lo que no queda claro el futuro de uno de los más fuertes referentes de

la moda urbana. o sé ustedes, pero a mí hace unos días me quedó claro que la Corona es mexicana, se tome aquí o en el más lejano pueblo del mundo, a donde llega, claro. Esa marca de cerveza se hace en México y el meollo de su origen está en el detalle. Dos son las empresas que la elaboran: Grupo Modelo, de la belga Anheuser-Busch InBev que adquirió más de 90% de sus títulos por 20 mil mdd y Constellat­ion Brands, firma de la familia Sanz que la produce aquí para exportar a EU.

Datos de Cerveceros de México indican que, del total de las ventas externas de cerveza realizadas por México en 2016, EU concentró 81.3%, en este mercado el top 5 de las cervezas de importació­n son marcas de Constellat­ion Brands. Corona Extra y Modelo Especial son las importadas de mayor venta en ese país. Es decir, los consumidor­es estadunide­nses prefieren y disfrutan cervezas orgullosam­ente producidas por cocineros mexicanos.

Frente a unas aromáticas tazas de café platiqué con una alta ejecutiva de Constellat­ion, y orgullosa de la historia creada por la familia Sanz, quienes de la crianza de unos viñeros en el sur de EU han perfeccion­ado técnicas para también ofrecer destilados y cocimiento­s como cerveza de malta (importada de EU) en su más popular versión, Corona, por lo que no dejan de invertir en la planta de Nava, Coahuila, y otras en el norte del país, y la nueva que en dos años estará operando en Mexicali, Baja California, con inversione­s por más de 4 mil 500 mdd en México, desde 2013 cuando se llegó a un acuerdo ante la entrada de AB InBev.

Plantas que producen 30 millones de hectolitro­s anuales de cerveza de exportació­n. Y si como mi vecina, es quisquillo­so y duda sobre el sabor de la cerveza de un lugar y otro, la respuesta es que se elabora al pie de la letra con la misma fórmula y el agua (70% del producto es agua) que se utiliza se estandariz­a en todas las plantas, sea bajo la firma de una o de otra. ¡Salud!

Antes de olvidarlo, a mi correo llegó un comentario sobre la columna de esta servidora, el nombre del remitente lo reservo por aquello de la privacidad de datos, pero no puedo dejar de atender lo que me señala.

Código de Ingreso de la semana pasada decía que los mexicanos gastamos 827 pesos cada tres meses en productos lácteos y sus derivados, el amable lector me dijo que “otro tema que también es de relevancia considerar es el impacto de los productos lácteos en la salud de los consumidor­es, en particular de adultos”, e hizo referencia al de las grasas saturadas. Según cifras que consigno en Código de Ingreso referido, que son del Inegi, son una clara evidencia de que los mexicanos destinamos muy poco de nuestro ingreso en ese rubro, y temas como el sobrepeso y todo lo que de ello se deriva, va más allá de los lácteos, de verdad no considero que si en promedio al día se gasta cada familia de México 9.2 pesos repercuta en la salud; esto, como dicen los abogados, suponiendo sin conceder; ya que si nos comemos una quesadilla de sabroso “tipo manchego”, pero no hacemos ejercicio alguno, seguro tendremos efecto en la salud; lo que quiero decir es que desde mi punto de vista hay mucha informació­n sobre lo que daña a nuestro cuerpo, desde teorías que afirman que los cereales son el peor desayuno hasta los que achacan el colesterol a la yema del huevo, lo que quiero decir es que me parece inadmisibl­e que no haya comida en algunos hogares y que no tengamos estilos de vida saludables.

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C AR LO S F L E I C E R

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