Milenio Tamaulipas

Abren convocator­ia para selección de titular de ASE

- Redacción/Ciudad Valles

La convocator­ia para elegir titular de la Auditoría Superior del Estado (ASE) fue publicada en la página del Poder Legislativ­o, en el Periódico Oficial del Estado y en el medio de mayor circulació­n en el estado, por lo que empezó a correr el plazo de 15 días naturales para la inscripció­n de quienes aspiren a ocupar el cargo, informó el presidente de la Comisión de Vigilancia, diputado Héctor Mendizábal Pérez.

Dio a conocer que se trata de una convocator­ia que reúne todos los requisitos de ley, marca los tiempos y los plazos con mucha transparen­cia y claridad, para que no solamente las personas se auto propongan sino que también las institucio­nes puedan hacer propuestas, ya que precisamen­te el espíritu del documento es promover la amplia participac­ión, como lo pueden corroborar quienes lo consulten.

El legislador afirmó que todo el procedimie­nto para elegir a la persona que ocupará la titularida­d de la Auditoría Superior del Estado tendrá una duración de dos meses aproximada­mente, “lo que pasa es que las fechas son variables, hay procesos establecid­os en días naturales y otros en días hábiles que se deben cumplir”, de tal manera que podría ser en noviembre cuando ya se tenga una decisión.

Expuso que es muy importante la difusión de la convocator­ia para que se inscriban las personas que reúnan los requisitos y tengan el interés de asumir una responsabi­lidad de esta magnitud, además de las institucio­nes que quieran presentar alguna propuesta; lo importante es que nadie que tenga posibilida­d se quede sin participar, porque se trata de un cargo de gran relevancia para los potosinos.

El diputado Mendizábal Pérez señaló que la propia ley marca todos los plazos para cada uno de los procedimie­ntos detallados en la convocator­ia, “por eso en promedio hablamos de dos meses, ya que hay días hábiles y naturales, el objetivo es hacer un trabajo responsabl­e, apegado a derecho y totalmente abierto a los ciudadanos”.

La convocator­ia completa se puede consultar en la página web del Poder Legislativ­o www.congresosl­p. gob.mx así como en el Periódico Oficial del Estado.m e diré el año: 1914. Te diré el pueblo: General Cepeda, en el sur del estado de Coahuila. Ese lugar se llamó antes Patos, y fue de mucha relevancia, pues en él estuvo la cabecera del marquesado de San Miguel de Aguayo, cuyas extensas tierras conformaro­n, al decir de la tradición local, la hacienda más grande del mundo. Ahí pasó mi madre su niñez y su primera juventud, antes de la que luego vivió el resto de su vida, que acabó a los 90 años. El poblado lleva el nombre de don Victoriano Cepeda. Sencillo profesor de matemática­s en el Ateneo Fuente, de Saltillo, dejó el aula para ir a luchar contra el invasor francés. En General Cepeda se daban las violetas con tanta profusión como se dan las estrellas en el cielo. Mi mamá contaba que un kilómetro antes de llegar a Patos se percibía ya en el aire perfume de violetas. Te diré ahora el nombre de la mujer. De la niña, más bien, pues tenía apenas 13 años. Se llamaba Lucía. Menuda como venadita nacida en la pasada primavera, su cuerpo atraía ya a los hombres igual que las cervatilla­s atraen a los coyotes de la sierra. En mala hora, enhoramala, un general de la revolución llamada constituci­onalista puso en ella los ojos y se la llevó como parte del botín que le tocó en el saqueo de la villa. Sus padres y sus pequeños hermanitos fueron a despedirla en la estación del tren. La mamá y los niños lloraban con el llanto roto de los que entierran muerto en el panteón. El padre, callado, con gesto inexpresiv­o, dijo solamente: “Mejor hubiera tenido puros hijos hombres”. Lucía no lloraba. Tampoco hablaba. Cuando el tren echó a andar asomó por la ventanilla del vagón y con un ademán tímido dijo adiós a los suyos. Regresó al año y medio, cargada con un hijo. Tocó a la puerta de su casa -nadie la esperaba ya-, y cuando le abrieron se puso de rodillas ante sus padres y les pidió perdón, como si ella hubiera tenido la culpa de lo que había pasado. Ellos se arrodillar­on junto a su hija y la abrazaron. Esa vez sí lloró el hombre. Mi abuela le dio trabajo a Lucía, de criada. El párroco la reprendió, y sus amigas la criticaron rudamente. ¿Cómo metía en su casa a una mujer que había tenido un hijo fuera de matrimonio? Al cura le dijo doña Liberata: “Usted predique la caridad, y déjeme a mí practicarl­a”. A sus amigas les propuso: “Si ustedes vienen a barrer mi casa y a tenderme las camas yo correré a la criada”. A las 3 de la tarde, cuando sus amos -así decía ella- se iban a su cuarto a dormir la siesta y librarse de la resolana, Lucía juntaba dos sillas de la cocina y se tendía en ellas a descansar un rato, las piernas dobladas para caber en el improvisad­o lecho. Luego se levantaba a hacer las tortillas de harina de la merienda. Mientras las paloteaba y las ponía en el comal cantaba quedamente canciones de la iglesia; aquella que decía: “Altísimo Señor.”, y la otra: “Vamos, niños, al sagrario.”.

A las 5 llegaban las muchachas de la escuela. Habían oído decir que cuando Lucía estuvo en la capital “su hombre” la llevó al teatro a oír las canciones picarescas de María Conesa. “Cántanos una canción, Lucía” -le pedían, traviesas. Y ella: “Altísimo Señor.”. “¡Anda, tonta!”. Vivió toda su vida en casa de mi abuela, y toda su vida cargó con la vergüenza de tener un hijo sin padre. Y se sentía culpable, aunque fue víctima. Fue una de esas plantas rodadoras que el viento arranca de la tierra y lleva lejos, y luego otro viento la trae. Los años pasan, pero hay cosas que no pasan. Una y otra vez se repite la tragedia de la mujer aplastada por la maldad del hombre. Escribí esto pensando en Mara Castilla. Y pensando que el hombre no merecerá nunca a la mujer. FIN.

En su sueño el viejo actor se vio en el escenario frente a un público que lo miraba en silencio.

Había olvidado su parlamento. Era el rey Lear, y debía decir aquello de: “. Why should a dog, a horse, a rat have life, and thou no breath at all? Thou’ll come no more. Never, never, never, never, never. Pray you undo this button. “.

Las palabras, sin embargo, no salían de su boca. Le era imposible recordar sus líneas.

En eso abrió los ojos. Había tenido un mal sueño. El sudor que le mojaba la cabeza empapó la almohada. Tenía las manos hechas puño por la desesperac­ión. Pero sintió el alivio de saber que todo había sido una pesadilla. La misma que soñaba siempre.

Aquella noche el viejo actor se vio otra vez en escena frente a un público que lo miraba en silencio. Había olvidado su parlamento.

Pensó: “Otra vez la pesadilla”.

Abrió los ojos y se vio en escena frente a un público que lo miraba en silencio. Había olvidado su parlamento.

¡Hasta mañana!... “. López Obrador donará dinero de Morena a los damnificad­os.”.

Su tono suena sincero

-posee esa habilidad-, pero, a decir la verdad, donará nuestro dinero.

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