Milenio Tamaulipas

Martín Méndez es el

Hombre de la foto que se hizo viral. Esa imagen que se tomó con su celular y que él afirma que no fue la que provocó que los rescatista­s lo encontrara­n; “mienten, ni siquiera tenía señal”, asegura

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Estuvo 17 horas bajo toneladas de escombros. En absoluta oscuridad. Y ni siquiera vive ahí, en Álvaro Obregón 286, en ese edificio colapsado donde aún hay decenas de cuerpos atrapados. Él iba a trabajar. Es cerrajero y lo llamaron para arreglar un archivero. Martín Méndez es el hombre de la selfie que se hizo viral. Esa foto que se tomó con su celular y que él afirma que no fue la que provocó que los rescatista­s lo encontrara­n, como se ha dicho en redes sociales.

“Mienten, la selfie no salvó mi vida. Ni siquiera tenía señal de celular”, dice.

La versión que circuló a través de redes sociales y diversos medios de comunicaci­ón señalaba que Martín había enviado la fotografía a su familia y que así pudieron localizarl­o.

En el área de recuperaci­ón de la Cruz Roja de Polanco relata que cuando se tomó la selfie ya lo habían encontrado, pero que tardaron tanto los trabajos, que decidió documentar­los.

“Localizado­s ya estábamos, no sé cuanto había pasado. Desconocía las horas, pero fácil 12 o 13 horas aquí, de vacaciones encerrado, pues me saqué mi selfie”, bromea.

Y así fue: en medio de toneladas de cemento y fierros retorcidos decidió tomarse la foto que guardó como evidencia de lo que estaba viviendo.

“La fotografía salió de mi teléfono cuando me sacaron del edificio. Yo siempre estuve esperanzad­o en que Dios nos iba a sacar adelante. Si ya estamos en medio de tantos cadáveres y somos los únicos vivos es por algo”, agrega cambiando el tono de su voz, cansada, entrecorta­da. Martín, de 54 años, trataba de salir por la escalera de emergencia del cuarto piso donde se encontraba, pero tropezó. Pensó que era su fin: dos mujeres cayeron sobre su pierna y la fracturaro­n.

Los tres se quedaron en el piso tirados. Eso los salvó cuando, segundos después, cayó el techo:

“Si nosotros hubiéramos estado parados, el techo que cayó ahí de inmediato nos hubiera matado. Fue mucho tiempo de sufrimient­o y todo eso que no sé como Dios nos dio la fortaleza para resistir. En serio”, narra el cerrajero.

El horror bajo los escombros le quitó hasta el hambre:

“La comida, tu cuerpo no te la pide”, solloza al recordar.

Martín y las personas con las que se encontraba pudieron ser localizado­s gracias a la luz de su celular. Cuenta el cerrajero que ante el riesgo de un nuevo derrumbe estuvieron a punto de ser abandonado­s, pero a pesar del peligro, un rescatista llamado José no los dejó morir.

“Una persona le dijo a José que ya no se arriesgara con nosotros, como a las cinco de la mañana. Le dijo que era una orden porque podía colapsar el edificio, pero él dijo que no nos iba dejar y nos sacó”.

Llora. Martín llora y asegura que nunca olvidará al hombre que le salvó la vida. Dice que solo lo vio unos segundos después del rescate, pero que nunca tendrá con qué pagarle la dicha que le dio: pronto volverá a encontrars­e con su familia.

“A José le agradezco infinitame­nte. En serio, por él, hoy estoy aquí”.

Martín Méndez será dado de alta en unas horas; lo único que desea es correr a los brazos de sus dos hijos. Pasado el susto del sismo, lamenta haber quedado incapacita­do para de inmediato volver al trabajo. Llevándose las manos a la cara para evitar que corran sus lagrimas solloza: “Mis hijos, con qué voy a darles de comer a mis hijos”.

Se salvó de la muerte milagrosam­ente, todavía está herido, y ya quiere trabajar.

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