Margarita Zavala y el 2018
Las candidaturas independientes ni aquí ni en ninguna parte del mundo son medios naturales para llegar al poder. Ha sucedido ocasionalmente, pero han sido excepciones. Aquí el caso más destacado es el de El Bronco
Margarita Zavala sorprende a propios y ajenos por su decisión de buscar la candidatura independiente y, en consecuencia, renunciar al PAN. En su empeño, su mayor reto es acreditar que es la única que puede derrotar a López Obrador, hasta hoy con clara ventaja en las intenciones de voto.
Las candidaturas independientes ni aquí ni en ninguna parte del mundo son medios naturales para llegar al poder. Ha sucedido ocasionalmente, pero han sido excepciones. Aquí el caso más destacado es el de El Bronco, en Nuevo León, y la personalidad de Jaime y el contexto de desgaste de los dos partidos que habían dominado la escena electoral lo llevaron a un triunfo arrollador. Una historia irrepetible.
Las candidaturas independientes han perdido su sentido original, que era abrir la puerta a ciudadanos o políticos sin partido. Margarita, El Bronco y Ríos Piter son candidatos echados al ruedo por la cerrazón de sus partidos de origen. La figura se vuelve medio para castigar a la partidocracia.
Margarita Zavala es un peso mayor en la contienda hacia 2018. Su determinación de ahora le ha dado la fuerza y visibilidad para que todos la tomen en serio. Renunciar a su partido debió ser una determinación difícil. A su favor queda que el PAN dejó de ser escuela cívica, como lo pretendieron sus fundadores, y una organización de inclusión y equilibrios internos. Ahora es, como dice Liébano, partido de un solo hombre.
La figura de independiente no va con Margarita, precisamente porque no es quien hace del antisistema mensaje y proyecto. Margarita es una voz moderada, razonable y, sobre todo, constructiva, muy lejos del discurso provocador y disruptivo de López Obrador y, ahora, de Ricardo Anaya.
Después de los sismos ha cambiado el humor social. Hasta las redes sociales lo constatan. El discurso de odio, enojo y descalificación queda fuera de lugar. Hay espacio para una propuesta como la de Margarita. Los sismos y su secuela han rescatado un sentimiento de orgullo, dignidad y de valor cívico que puede ser el espacio del movimiento político asociado a la señora Zavala.
Un proyecto independiente (de por sí difícil por las reglas del juego funcionales a los candidatos de partido) enfrenta una dificultad mayor: la necesidad de acompañamiento, aspecto crítico porque 2018 se caracteriza por elecciones concurrentes en todos los ámbitos de poder.
Margarita requiere de un partido, el PES es el idóneo porque no tiene una estructura que la condicione y puede ser el vehículo para un movimiento que integre candidaturas de las elecciones concurrentes. Solo a manera de ejemplo, Margarita Zavala como candidata presidencial y Ricardo Monreal en Ciudad de México postulados por el PES serían una combinación disruptiva y a la vez ganadora.
Desde ahora se sabe que lo que venga después de la elección de 2018 será un punto de quiebre de la política nacional. Así sucederá porque nunca se había presentado un escenario de fragmentación del voto, colateral a
Los sismos y su secuela han rescatado un sentimiento de orgullo, dignidad y de valor cívico que puede ser el espacio del movimiento político asociado a la ex panista
elecciones concurrentes en casi todo el país. Su impacto no solo será en la conformación del gobierno nacional y las cámaras federales, prácticamente todos los estados tendrán elecciones además de las de Ciudad de México.
No es impensable que 2018 sea el principio del fin del PRI y quizás de otros partidos históricos. Mientras que Morena, un partido nuevo, ya tiene garantizado su tránsito al futuro. ¿Sucederá lo mismo con una gran coalición a contrapelo de lo que exista? Pudo haber sido el Frente Ciudadano, pero la rebelión de Margarita plantea otro escenario que podría ganar el poder o al menos construir las bases para un equilibrio político muy diferente al existente.
El voto fragmentado favorece a los proyectos con mayor consistencia en sus adhesiones. Muchos creen que es el PRI; sin embargo, ha perdido mucho, incluso voto duro. Un análisis aritmético simple lo revela. El candidato del PRI debe construir su propia marca para ser competitivo. Aurelio Nuño es quien mayor potencial tiene. Si la apuesta es hacia adentro, la opción es Miguel Ángel Osorio. El presidente Peña es quien habrá de decidir.
Con Margarita en el escenario, la candidatura por el PRI de José Antonio Meade pierde fuerza, en todo caso aporta más la de José Narro, si se trata de seleccionar candidato fuera del estrecho círculo peñista.
La salida de Margarita interrumpe la inercia positiva del frente y de Ricardo Anaya. La midieron mal y así sucede en estos tiempos, donde lo impensable se hace presente. Los pecados de soberbia resultan ser fatales, como aconteció a López Obrador hace unos meses en el Estado de México. ¿Aprenderán?