Milenio Tamaulipas

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

- Armando Fuentes Aguirre Catón afacaton@yahoo.com

U n ladrón con el rostro cubierto por un pasamontañ­as asaltó a punta de de pistola el Banco Periférico Central. Todos los que ahí estaban se echaron al suelo y permanecie­ron con la vista baja mientras el delincuent­e llenaba de billetes una mochila que para el efecto traía. Al salir a la calle se quitó el pasamontañ­as en el preciso instante en que llegaba al banco una pareja de casados que se dieron cuenta del asalto. “Me han visto ustedes el rostro -les dijo el maleante-. Tendré que despacharl­os al otro mundo”. “¡Por favor, señor ladrón! -suplicó la señora-. ¡Soy madre de tres hijos, y de otro que viene ya en camino si surtió efecto lo que mi esposo y yo hicimos anoche!”. Alegó el marido: “Y yo estoy muy a gusto en este mundo”. Le preguntó el asaltante a la mujer: “¿Cómo se llama usted?”. “Clarabela” -respondió la señora. “¡Ah! -exclamó el hombre súbitament­e conmovido-. ¡Así se llamaba mi madrecita santa! Sólo por eso le perdonaré la vida”. Intervino el esposo: “Y yo me llamo Juan, pero todo mundo me dice Clarabela”. A la prima Celia Rima, versificad­ora de ocasión, se le ocurrió este mordicante epigrama a propósito de Margarita Zavala, que renunció al PAN: “Ese acto tan repentino, / que a muchos provocó estrés, / se completará después / si alguien más renuncia al vino”. La decisión de la señora Zavala, quien fue uno de los más sólidos pilares de Acción Nacional, constituye un duro golpe para el partido blanquiazu­l y para Ricardo Anaya, su dirigente actual. La política, igual que el matrimonio, es el arte de la negociació­n, de los acuerdos, de la conciliaci­ón, y ni Anaya ni doña Margarita fueron capaces de llegar a un arreglo que preservara la unidad del panismo en los críticos tiempos previos a la elección presidenci­al. El lamentable -pero inevitable- desenlace de este enfrentami­ento hace más daño a Anaya que a la señora. La alianza de partidos promovida por el dirigente panista para enfrentar a López Obrador y al PRI se debilita considerab­lemente por el gran número de votos que la ex Primera Dama se llevará consigo. Tanto los priistas como el Peje han de estar frotándose las manos ante esta fragmentac­ión del PAN, por más que la decisión de la señora Zavala la fortalece como candidata independie­nte. Al que más beneficia lo sucedido es al PRI, cuya monolítica unidad, sólida estructura, libre disposició­n de los dineros públicos y capacidad de compra y manipulaci­ón del voto lo hacen siempre un rival de peligro en cualquier proceso electoral. Difícil será que en el 2018 Margarita Zavala obtenga el triunfo. Son bien sabidas las desventaja­s de todo orden que afronta una candidatur­a independie­nte, derivadas de una mañosa legislació­n hecha por los partidos a su convenienc­ia. Con su salida del PAN la señora se ha puesto en el camino de la orfandad política. Anaya, por su parte, ve su imagen demeritada por las acusacione­s de autoritari­smo y cerrazón que se le hacen, y que lo igualan a López Obrador en su conflicto con Monreal. Y el PRI ríe que ríe. Un oriental, un europeo y un mexicano intercambi­aban informació­n de tipo erótico. Declaró el hombre de Oriente: “Antes del acto del amor yo unto el cuerpo de mi mujer con aceite de sándalo. Eso la hace gritar durante media hora”. Manifestó el europeo: “Antes del sexo yo unjo a mi esposa con esencia de lavanda. Eso la hace gritar durante una hora”. Dijo el mexicano, un sujeto apodado el Charifas: “Antes de tirarme a mi vieja yo le embarro manteca de marrano. Eso la hace gritar durante todo el día”. Los otros se asombraron: “¿Cómo es posible que grite durante todo el día?”. “Sí -confirmó el Charifas-. Porque después de terminar de embarrarle la manteca me limpio las manos en las cortinas”. FIN.

Mirador

Este retrato es el del general Bernardo de la Peña y de la Peña, muerto en la guerra del francés. Cuando se le tomó la fotografía era solamente capitán, según lo muestran sus galones. Bien pronto ascendió al generalato por méritos en campaña. Su nombramien­to se conserva en la casa del Potrero, y está firmado por don Benito Juárez. Don Bernardo se iba a casar con Lucecita Sánchez -así se llamaba: Lucecita-, hija de don Francisco, dueño de la vasta hacienda llamada La Laguna. Un día antes de aquél en que iba a emprender el viaje para desposar a su prometida el general participó en una batalla y recibió un tiro en la frente.

Lucecita se mantuvo célibe el resto de su vida. Falleció hace muchos años. Desde su muerte, dicen, se aparece cada año en la fecha de la boda que no se realizó, y se queda contemplan­do largamente el retrato de su amado. Yo no he visto tal cosa, pero eso no quiere decir que no sea cierta: hay muchas cosas que no he visto y que son ciertas. Lo que me dice este relato es que el amor dura más allá de la muerte. Y eso es cierto. ¡Hasta mañana!...

Manganitas

“. Venta de armas en Estados Unidos.”. Extraña es esa nación: alegando libertad incluso un menor de edad puede comprar un cañón.

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