Mexicanos esperan que el sismo derribe el sistema corrupto
La percepción pública es que los actos deshonestos van en aumento, según una encuesta de GEA-ISA
El fatal terremoto en Ciudad de México del mes pasado inició un doloroso debate público sobre qué participación tuvo en la destrucción la corrupción endémica del país. ¿La escuela Enrique Rébsamen, donde murieron 19 niños y siete adultos, se derrumbó debido a una ampliación aparentemente no autorizada del apartamento de su propietaria en la parte superior del plantel que los funcionarios de la ciudad no pudieron detener? ¿El edificio de oficinas de seis pisos donde se recuperó el cuerpo de la última víctima se desplomó porque supuestamente solo debió tener dos pisos?
Las investigaciones oficiales están en marcha en esas y otras supuestas irregularidades puestas al descubierto por el terremoto, y éste magnificó el escrutinio de lo que el presidente Enrique Peña Nieto alguna vez llamó la corrupción “cultural” de México.
Los terremotos ocurrieron en un año de crecientes escándalos, entre ellos los arrestos de tres ex mandatarios estatales emanados del gobernante Partido Revolucionario Institucional, con señalamientos de corrupción y cuando se acusa a altos funcionarios de aceptar sobornos de la constructora brasileña Odebrecht. “Creo que el terremoto ha sido un momento decisivo, va a catalizar la ira y la decepción de la gente en el sistema de partidos y de los políticos en general... y canalizará una mayor exigencia para que haya más vigilancia contra la corrupción”, dijo María Amparo Casar, directora ejecutiva de Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, un grupo de la sociedad civil. Ella y otras organizaciones no gubernamentales presionan para que haya un censo completo de los daños del terremoto “para ver qué tanto de este desastre fue a causa de la corrupción... y se pudo haber evitado sin eso”.
La percepción pública de que la corrupción va en aumento subió fuertemente, de acuerdo con la encuesta que GEA-ISA publicó este mes, la primera desde que el sismo golpeó Ciudad de México y algunos estados del centro del país, y un terremoto de mayor magnitud el 7 de septiembre que provocó una destrucción en Oaxaca y Chiapas.
Peña Nieto logró elogios en esa encuesta, con una aprobación de más de 50 por ciento, por su manejo de la crisis, pues el 19 de septiembre, cuando volaba al sur del país para verificar las afectaciones provocadas por el sismo del día 7, regresó apurado a la capital y se encuentra activo desde entonces.
Sin embargo, él y Miguel Ángel Osorio, el secretario de Gobernación, han sido abucheados mientras recorrían los sitios dañados. “Tome una pala y póngase a trabajar”, le gritó una persona al Presidente.
El incidente subraya el persistente enojo con el gobierno, cuyos cinco años en el poder han estado plagados de escándalos, sobre todo por la desaparición aún sin resolver de 43 estudiantes y la mansión millonaria de la primera dama, que pagó un contratista del gobierno.
A pesar de su manejo en la crisis del terremoto —en el que murieron 369 personas en el país, 228 en Ciudad de México— la creciente brecha entre el nivel de aprobación y de desaprobación del Presidente no muestra señales de cerrarse cuando las elecciones se encuentran cerca, en julio del próximo año.
El puntero en esa carrera, el rebelde de izquierda Andrés Manuel López Obrador, hizo de la lucha contra la corrupción el tema principal de su campaña, pero algunos funcionarios de su partido, Morena, también quedaron manchados por el escándalo. Además, Morena gobierna dos de las delegaciones de Ciudad de México que resultaron más afectadas por el terremoto, entre ellas Tlalpan, donde se derrumbó la escuela Enrique Rébsamen, lo que hace que el partido quede vulnerable si las investigaciones concluyen que la negligencia oficial y la corrupción convirtieron a algunos edificios en trampas mortales.
AMLO, como se conoce al líder de Morena, se presenta como el defensor de las masas y su base de votantes se concentra en Ciudad de México. Pero “estuvo muy ausente durante los días sombríos que siguieron al terremoto”, señaló Alejandro Schtulmann, de la consultora Empra. “Los jóvenes, de los cuales muchos no quieren votar por el PRI, pero que de todas formas están indecisos, también están decepcionados con López Obrador”, agregó.
El conservador Partido Acción Nacional tampoco obtiene mejores resultados. Parte del problema es que toda la clase política de México está bajo fuego. “La corrupción es un problema endémico... nadie puede tirar la primera piedra”, dijo Viridiana Ríos, profesora asistente visitante de la Universidad de Purdue y socia global del Wilson Center en Washington.
El terremoto de 1985 marcó un “antes y un después” en la política mexicana, ayudó a canalizar la oposición al régimen de un solo partido del PRI y abrió el camino a la democracia. Después del sismo de 2017 los grupos de la sociedad civil se sienten más alentados para sus campañas por un fiscal general verdaderamente autónomo y una fiscalía anticorrupción con dientes.
Pero en un país en el que 94 por ciento de los crímenes no se reportan o se investigan debido a la baja confianza que tiene la gente en el estado de derecho, la tarea es monumental. Hay desastres a punto de ocurrir, dice Eduardo Reinoso, un ingeniero civil que estudió el cumplimiento de los códigos de construcción introducidos en 1985. No solo culpa a la corrupción y a la incompetencia, sino a la cultura de impunidad que alienta a las personas a construir o modificar sus casas sin un permiso de construcción debido a la creencia de que pueden salirse con la suya. Como Gabriel Guerra, un ex diplomático y ex funcionario de gobierno, dice: “Nuestra negligencia colectiva y corrupción regresa para pegarnos donde más nos duele”.