México, país de desigualdades
El modelo de inspiración neoliberal, que gobiernos de PRI y PAN han aplicado por igual durante tres décadas, debe terminar
México es el país de las desigualdades. De las desigualdades económicas, de las desigualdades políticas, de los privilegios para unos pocos a costa de la falta de oportunidades para millones. Desigualdad en los salarios, en el acceso a la justicia y en las posibilidades de ascenso social y profesional. En nuestro país impera la extrema pobreza, pero también la extrema riqueza; la acumulación infausta del producto de toda una economía en las manos de una diminuta cúpula de poder.
Como ocurre cada año en la glosa del Informe, el gobierno presenta su versión de país, que no corresponde y contrasta con la realidad y cotidianidad de la inmensa mayoría de la población.
En este sexenio, la corrupción y la ineficacia del gobierno federal evidenciaron con mayor claridad las fallas de un modelo económico que en el año 2000 el PRI heredó al PAN y que éste aplicó por 12 años más, durante los sexenios de Vicente Fox y de Felipe Calderón.
En 2012, en materia económica se impuso la continuidad. El regreso del PRI a la Presidencia de la República significó la simple continuación del modelo económico, de la misma visión tecnocrática e insensible a la sociedad y de las mismas políticas económicas que, obviamente, tuvieron los mismos resultados: desigualdad y pobreza. En este sexenio, el gobierno y el PAN lograron la aprobación de las llamadas reformas estructurales, 11 en total, incluida la privatización del sector energético, que en su momento también intentaron Vicente Fox y Felipe Calderón.
En ese momento, el gobierno actual se regodeó de estos supuestos éxitos, pero los beneficios prometidos nunca llegaron, al menos no para los sectores mayoritarios de la sociedad.
Pemex está quebrado y los mexicanos pagamos combustibles más caros. No existe ni modernización del sector energético ni alta competitividad económica ni llegada masiva de capitales externos. Lo que percibimos en el horizonte es una economía estancada y, en algunos sectores, en franco retroceso.
¿Por qué fracasaron las reformas estructurales? Porque solo se hicieron para beneficio de unos cuantos y por la corrupción en su implementación, que se convirtió en la oportunidad para hacer fortunas por parte de los hombres del poder y sus cómplices.
El modelo de inspiración neoliberal, que gobiernos priistas y panistas han aplicado por igual durante tres décadas, debe terminar. Este modelo económico causa violencia, pero es también efecto de ésta. El empobrecimiento masivo que por décadas han generado el desempleo y el creciente subempleo, así como la contracción de los niveles salariales y del valor del salario mínimo, es un caldo de cultivo para la opción delincuencial y para el reclutamiento de adultos, jóvenes y niños por el crimen común y el organizado.
La ortodoxia neoliberal ha demostrado su ineficacia como una vía efectiva para el desarrollo de las naciones. La obsesión por controlar las variables macroeconómicas, por concebir a la economía como un conjunto de cálculos y de cifras y no como personas que interactúan; el descuido del medio ambiente versus la producción, así como la violación de los derechos humanos en aras de la productividad, ya no son más el sendero por el que desean transitar las naciones con regímenes plurales y democráticos. No podemos resignarnos a que la conducción económica continúe como hasta ahora. No podemos permitir que México siga siendo el país de las desigualdades, la corrupción y la impunidad. México requiere de una economía que garantice bienestar a su población e igualdad de oportunidades.