Milenio Tamaulipas

La sucesión: descifrar al PRI

El partido tricolor ya no es el de antes, la autonomía sobre el capital se ha perdido, los poderes fácticos influyen mucho más respecto al pasado, la democracia disminuyó el presidenci­alismo y con ello la discrecion­alidad presidenci­al

- JUEGO DE ESPEJOS FEDERICO BERRUETO fberruetop@gmail.com o Twitter: @berrueto

El componente de mayor peso en las élites mexicanas ha sido el PRI. Algunos lo interpreta­n de manera peyorativa; es mucho más que eso. Son rituales, códigos, fijaciones y actitudes que se acumularon por más de medio siglo en el ejercicio del poder. El porfiriato y el PRI tienen más en común de lo que parece. También López Obrador y el Morena tienen mucho más del PRI de lo que se alcanza a percibir. Se puede decir que el PRI, más que un partido, es una cultura.

Es la cultura del poder. Habrá de recordarse que a los marxistas se les dificultab­a entender la autonomía del gobierno priista respecto al capital, y para ello usaron categorías como las del bonapartis­mo, refiriéndo­se a Luis Bonaparte en Francia, por aquello del espacio propio del poder político respecto al económico.

El PRI de ahora ya no es el de antes. La autonomía sobre el capital se ha perdido. Los poderes fácticos influyen mucho más respecto al pasado. La democracia disminuyó el presidenci­alismo y con ello la discrecion­alidad presidenci­al. Fue la crisis económica la que acabó con el régimen en el que el presidente podía resolver y decidir con discrecion­alidad. Su último acto fue la estatizaci­ón de la banca con López Portillo. De allí en adelante se juega dentro de las reglas del sistema económico vigente.

El poco espacio que le queda al presidente es el de la sucesión. Pero ya no es como en el pasado, cuando el ungimiento como candidato representa­ba develar al próximo mandatario. Zedillo no quiso designar sucesor, lo entendía como una práctica poco avenida a la modernidad y que propiciaba complicida­des entre pasado y futuro. Ni Fox ni Calderón pudieron imponer sucesor, la práctica democrátic­a del PAN se los impidió. Peña es la expresión de la ortodoxia y él habrá de designar. Anaya y AMLO tienen en común el que se han impuesto, simuladame­nte el primero y abiertamen­te el segundo. Margarita Zavala se vuelve ficha suelta que modifica el equilibrio y el juego. Beneficia al candidato con más lealtades consolidad­as, AMLO, aunque unos digan que es al PRI.

Siempre ha sido difícil descifrar al gran elector. Se cree que los presidente­s ya tienen definido preferido con años de anticipaci­ón y que todo lo que hacen es un juego de espejos para legitimar una decisión que más que caprichosa o arbitraria, se correspond­e a la visión y cultura política de quien habrá de ungir. No todo es lo que parece, incluso se dice que hay margen para cambiar una decisión predetermi­nada; por ejemplo, se dice que Luis Echeverría dejó correr al gobierno de Estados Unidos la idea de una conspiraci­ón comunista desde la UNAM (hay que leer a Philip Agee, CIA

Diary) y así alterar a su favor la decisión del presidente Díaz Ordaz que se perfilaba hacia Ortiz Mena, secretario de Hacienda.

En las últimas semanas se ha dicho que el secretario Meade es quien habrá de ser favorecido. Sin embargo, la presencia de Margarita como candidata y la de Anaya por el frente significar­ía que Meade sería un tercero más en la disputa del mismo segmento electoral. Se dejaría solo a López Obrador para ganar el voto del centro, incluso de muchos priistas definidos. Meade cuenta con la simpatía de importante­s senadores panistas, pero el problema es que ellos no representa­n nada en el PAN. El secretario de Hacienda es una buena opción para la Presidenci­a, pero la circunstan­cia se le complica, además de que su destino en el Banxico sería garantía para la economía y certeza para los tiempos de incertidum­bre.

La designació­n ortodoxa y de formación mexiquense hace pensar que la decisión se daría en el grupo estrecho, entre Aurelio Nuño y Miguel Ángel Osorio. El primero es un proyecto por construir y con potencial para generar identidad independie­ntemente del PRI. Osorio sería el reencuentr­o del Presidente con su partido. No es suficiente para ganar, pero el secretario de Gobernació­n podría lograr con mayor facilidad el respaldo del 20 por ciento de los votos de origen priista.

Narro, Calzada y De la Madrid allí están y nada debe descartars­e, todos tienen lo suyo para aspirar y ganar. El imaginario, los anhelos y preocupaci­ones del Presidente solo los conoce el Presidente. Nadie puede darse por descartado. Todos lo saben. El triunfo en el Estado de México y los resultados de la asamblea del PRI ratificaro­n a Peña como el gran elector.

¿Quién es el mejor candidato para competir y ganarle a López Obrador? La respuesta no es inequívoca, cada cual con su morral. Las historias negras y la maledicenc­ia sobre los contendien­tes también juega su parte. Los argumentos son múltiples y contradict­orios. Solo una opinión vale, la de quien decide. De esa premisa hay que partir.

Zedillo no quiso designar sucesor, lo entendía como una práctica poco avenida a la modernidad y que propiciaba complicida­des entre pasado y futuro

 ?? JORGE GONZÁLEZ ?? Meade es buena opción para la Presidenci­a, pero su destino en el Banxico sería garantía.
JORGE GONZÁLEZ Meade es buena opción para la Presidenci­a, pero su destino en el Banxico sería garantía.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico