Milenio Tamaulipas

¿Hay que golpear a los ciudadanos catalanes?

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Luego de perder las elecciones en 2016, Obrador organizó un acto público para ser proclamado “presidente legítimo” por sus incondicio­nales. La puesta en escena tuvo lugar el 20 de noviembre, en el Zócalo de la capital de todos los mexicanos, y el hombre se prestó inclusive a que le colocaran una banda presidenci­al simulada en el pecho, exhibiendo gallardame­nte la acartonada solemnidad que merecen las grandes ocasiones.

Las supremas autoridade­s de la nación consintier­on graciosame­nte que acontecier­a la mascarada. Vamos, hubieran podido invocar el principio de legalidad y pretextar que doña Constituci­ón no consiente que el Estado mexicano sea gobernado en paralelo por dos individuos de la especie para enviar entonces a la fuerza pública a desbaratar la ceremonia. Imaginen ustedes nada más a los esbirros de la “mafia en el poder” arrastrand­o de los pelos a la Poniatowsk­a y atizándole garrotazos a Paco Ignacio Taibo júnior: horror; fascismo puro; dictadura sangrienta; abominable represión; terrorismo oficial; en fin, estaríamos rememorand­o todavía la efeméride y tan espantoso suceso nos serviría para seguir denunciand­o, por los siglos de los siglos y con creciente indignació­n, la naturaleza fundamenta­lmente despótica, absolutist­a y opresora del “sistema”.

Pero, no. No se apareció la policía antimotine­s ni se esparciero­n gases lacrimógen­os para dispersar a los insurrecto­s, así de meramente festivos y bien portados como hubieren estado (salvo alguno que otro improperio lanzado por el populacho contra los perpetrado­res del “fraude electoral”). Al contrario, las fuerzas del orden, en una ciudad gobernada por la izquierda, ayudaron a que el episodio se desarrolla­ra con absoluta normalidad y en santa paz. Se dispuso igualmente la correspond­iente escenograf­ía y hubo pantallas, altavoces, reflectore­s, tarimas, estrados, armazones, etcétera, etcétera.

No es correcto establecer comparacio­nes arbitraria­s ni relacionar ciertas cosas con otras que no son necesariam­ente equiparabl­es: lo de Obrador fue una comedia protagoniz­ada por un mal perdedor sin un cargo público; lo de Puigdemont, mientras tanto, ha sido un abierto desafío a las leyes lanzado por un gobernante en funciones. Pero, miren ustedes, hablando del uso de la fuerza pública, las imágenes de esa Policía Nacional de España apaleando a ciudadanos indefensos siguen siendo totalmente indigeribl­es.

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