Milenio Tamaulipas

Y COSAS PEORES

- Armando Fuentes Aguirre Catón afacaton@yahoo.com

“ ¡Lleva este avión a Las Vegas o te mato!”. Así le dijo un individuo al piloto del jet poniéndole el cañón de su pistola en la cabeza. “Imposible -respondió el piloto sin turbarse-. Este vuelo va a Salt Lake City, Utah, una ciudad totalmente distinta a Las Vegas. Además, si me matas se estrellará el jet por falta de piloto”. “Entonces -amenazó el sujeto- mataré al copiloto”. Repuso éste: “También se estrellarí­a el jet. Se necesitan dos para hacer el aterrizaje”. El de la pistola apuntó entonces al navegante del avión. “¡Si no me llevan a Las Vegas -profirió- lo enviaré al otro mundo!”. Replicó el navegante: “Yo soy el que guía la nave. Si me matas es muy probable que en vez de llevarte a Las Vegas te lleven a Cuitlatzin­tli, en México”. Rugió el asaltante: “¡Entonces mataré a la azafata!”. Los tres -piloto, copiloto y navegante- se miraron entre sí: en caso de no obedecer al individuo segurament­e su compañera moriría. La chica, empero, permaneció impávida, flemática e impertérri­ta. Fue hacia el hombre y le musitó algo al oído. El tipo puso cara de terror y exclamó lleno de pánico: “¡Oh no! ¡Eso no! ¡Me rindo! ¡Entréguenm­e a las autoridade­s, pero no puedo hacer eso!”. Los pilotos lo desarmaron y lo ataron de pies y manos. Luego, intrigados, le preguntaro­n a la azafata: “¿Qué le dijiste que tanto lo asustó?”. Respondió ella: “Le dije que si me mataba tendría él que hacerles a ustedes lo que yo les hago cuando entro en la cabina y cierro la puerta tras de mí”. En estos empecatado­s tiempos nuestros -y me sospecho que en todos- las cosas no son lo que son, sino lo que parecen. Últimament­e eso que llaman “realidad virtual” ha venido a sustituir a la verdad, y las “fake news” o noticias inventadas suplantan a las verdaderas. De ahí que los políticos cuiden más su imagen que su conducta; de ahí que no les preocupe tanto el ser sino el parecer. A eso ayuda el confuso maremágnum de las redes sociales, en las cuales proliferan las medias verdades y las completas mentiras, y que sin embargo navegan con bandera de veracidad. Ya miraremos el próximo año cómo todos los candidatos a la máxima magistratu­ra, ahora tan mínima, cantarán aquello de: “Soy virgencita, riego las flores”, y se esforzarán por parecer honestos ante la deshonesti­dad, legales ante la ilegalidad e incorrupto­s ante la corrupción. La propaganda de los políticos nos asediará por los cuatro costados, y también por arriba y por abajo, de modo que no podremos escapar de ella. Escucharem­os más mentiras que las que se oirían en una convención mundial de pescadores, y habrá un rodar constante de ruedas de molino para hacernos comulgar con ellas. Sólo el buen juicio y la prudencia nos ayudarán a escoger entre los candidatos al mejor, o siquiera al menos malo. Busquemos entre la paja el trigo, y pensemos que en nuestro voto está el futuro de este país cuyo presente se mira tan sombrío. El encargado del censo le preguntó a Himenia Camafría, madura señorita soltera: “¿Qué edad tiene?”. Respondió ella: “Cuento 35 años”. Inquirió, suspicaz, el censista: “¿Y cuántos no cuenta?”. Aquel pobre anciano se hallaba en el lecho de su última agonía. “Por Dios, don Desperato -le rogó el padre Arsilio-. Ya se confesó usted, ya comulgó y ya le administré los santos óleos. Tenga más confianza en la misericord­ia del Señor”. Y es que en vez de tener en las manos un crucifijo o un rosario el infeliz tenía un extinguido­r de fuego. Onanito contrajo matrimonio. La noche de bodas, tras consumar las nupcias, le dijo a su flamante mujercita: “No estuvo mal, pero estas cosas las disfruto más yo solo”. FIN.

Mirador

Me habría gustado conocer a Paulie Dritto. Nació y creció en Nueva York, hijo de inmigrante­s italianos. Antes de ir a la escuela repartía periódicos en su barrio, y luego de terminar las clases lustraba calzado en las calles. El poco dinero que ganaba en esos menesteres se lo entregaba, íntegro, a su madre.

Cierto día vio a un caballero que salía de su hotel. Lo reconoció en seguida por las fotografía­s que de él había visto: era Caruso. Fue hacia él y le ofreció lustrarle los zapatos.

-Signor Caruso -le dijo-, somos colegas: usted es el mejor tenor del mundo y yo soy el mejor lustrador de calzado. El gran cantante sonrió y permitió que el chiquillo hiciera su trabajo. Cuando el niño terminó Caruso echó mano a su cartera.

-No es nada -lo detuvo Paulie-. Entre iguales no nos cobramos. El tenor, entonces, hizo que su asistente le entregara dos boletos para la función de aquella noche. “No es nada -le dijo a Paulie-. Entre iguales no nos cobramos”.

Me habría gustado conocer a Paulie Dritto. (También me habría gustado conocer a Caruso).

¡Hasta mañana!...

Manganitas

“. Buscan firmas los candidatos independie­ntes a la Presidenci­a.”.

Son tantos que no es desliz ni está fuera de lugar decir: “No van a alcanzar con todas las del país”.m

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