Milenio Tamaulipas

Nieto se baja de la fiscalía... pero Lozoya va por él

Sí violó el código de ética de PGR y la ley, asegura el abogado del ex titular de Pemex La Junta de Coordinaci­ón Política será la que trace el lunes la ruta a seguir: Cordero PARALAJE El Senado y el fiscal

- Liébano Sáenz

Uno de los temas fundamenta­les del sistema presidenci­al es la relación entre poderes. Se han creado institucio­nes para dar curso a la justicia y también para el control horizontal del gobierno. La intervenci­ón del Congreso o de una de sus Cámaras para la designació­n de funcionari­os federales es una de las fórmulas utilizadas. El Senado ratifica el nombramien­to de procurador y también el Senado elige, con mayoría calificada, al fiscal especial para la Atención de los Delitos Electorale­s.

En días pasados, el procurador encargado del despacho, Alberto Elías Beltrán, removió al fiscal designado por el Senado, Santiago Nieto. El hecho dio lugar a una intensa controvers­ia política, legislativ­a y jurídica. El Senado había sido convocado, dado que estaba a prueba el sistema de contrapeso­s y la función de la Cámara alta sobre los actos de funcionari­os del gobierno, para ratificar la remoción o para reinstalar al fiscal Santiago Nieto. Empero, el ex fiscal especial ha declinado su caso ante el Senado, lo que segurament­e dejará sin materia el tema.

Partamos de algo que se olvida en el debate que este tema había generado: los órganos legislativ­os no fueron creados para impartir justicia. Lo hacen en situacione­s excepciona­les y casi siempre, aquí y en el resto del mundo, su actuación no es la que mejor se apega a las normas propias del proceso judicial. Así es porque en la democracia contemporá­nea, la forma de actuar de las Cámaras es mediante la intervenci­ón de los partidos políticos o grupos parlamenta­rios, movidos por intereses las más de las veces incompatib­les con el espíritu de la justicia, de dar a cada quien lo que le correspond­e. En esta tesitura especial de legislador­es que representa­n también a sus partidos, la disciplina partidista es un tema controvert­ido, pero al final es funcional para la democracia representa­tiva y el trabajo parlamenta­rio. No se elige a una persona, sino a un representa­nte a través de un partido. En todo caso, ahora existe la figura del candidato independie­nte para que sea el ciudadano quien avale a un representa­nte sin apego partidario.

Hay temas fundamenta­les y excepciona­les en los que el legislador cuenta con libertad: asuntos como los de conciencia. En mi opinión, también son aquellos cuando una comisión o el pleno de la Cámara se erige en juez. Por elemental lógica, no puede haber justicia si se somete al dictado partidario. La actuación de cualquiera de las Cámaras en temas de justicia son de tanta importanci­a que los legislador­es deben actuar con libertad y, para ello, votar en secreto.

Lo importante, y la lección que deja el caso del fiscal, no es la manera en que se iba a votar, sino el sentido del voto. Considero que había elementos públicos que sustentaba­n suficiente­mente el caso de la remoción. El ex fiscal Santiago Nieto ha declinado en su causa. Más que sus razones en su misiva última, hay que ver que confesó haber permitido que un diario de importanci­a, en su primera plana, haya señalado que fue objeto de amenaza cuando él dice que eso no fue lo que declaró. No tuvo, en su oportunida­d, el valor para desmentir o precisar una acusación que afectaba a un particular inculpado, lo que también compromete la imparciali­dad del fiscal.

Hay otro aspecto que no se ha valorado en la opinión pública: el desacato a un amparo del 10 de octubre, que después habría de ser ratificado, en el que el juez ordenaba al fiscal especial, en un plazo de 24 horas, permitir que el inculpado accediera a la carpeta de investigac­ión, hecho que no solo no ocurrió, sino que, por declaració­n del fiscal, un medio publica, sin ser cierto, que había presión indebida del inculpado.

Este último caso revista una situación sumamente grave toda vez que el desacato judicial es mucho más grave que la imprudenci­a verbal o la omisión, pues da lugar a responsabi­lidad penal. Ya el representa­nte legal de Emilio Lozoya ha presentado denuncia ante la PGR. Santiago Nieto deberá enfrentar la justicia por el desacato a la instrucció­n del juez, independie­ntemente de que por voluntad personal haya desistido de defender su cargo.

Para un sector de la oposición y para algunas organizaci­ones civiles, la remoción o ratificaci­ón del fiscal Santiago Nieto se ha apreciado, indebidame­nte, como una cuestión de sanción o impunidad respecto al caso del supuesto financiami­ento de la campaña de 2012 por parte de la empresa brasileña Odebrecht. En realidad, no se está juzgando la investigac­ión, sino la calidad ética y la legalidad del desempeño del fiscal Santiago Nieto. En todo caso, ha sido su conducta de protagonis­mo y excesiva imprudenci­a verbal ante los medios los que han complicado el caso.

La remoción fue una sanción a la ligereza u oportunism­o mediático de un funcionari­o, cuyo desempeño debiera ser el de la discreción y bajo perfil. La pretensión de reinstalar­lo representa­ba una afrenta a la razón; de prosperar, hubiera significad­o que funcionari­os en responsabi­lidades críticas como la de un fiscal especial puedan mentir o dejar que otros mientan a su nombre. Con el retiro del caso, el Senado no llega a definir y perdemos una oportunida­d valiosa para saber si las institucio­nes pueden procesar, en estos tiempos, esta clase de retos de gobernabil­idad y de legalidad en los que no debería haber discusione­s.

La tarea sigue adelante. Es deseable la pluralidad para designar Fiscal General de la República, o al menos Procurador, en tanto se llega al acuerdo sobre el primer nombramien­to. No es recomendab­le que institucio­nes como las fiscalías generales o especiales estén a cargo de funcionari­os sustitutos, por más competente­s y eficientes que sean. El Senado debe asumir su responsabi­lidad como parte del Estado Mexicano y actuar con altura de propósito, al margen del impulso electoral, tan presente y tan dañino en esta circunstan­cia.

Se ha cerrado el caso del fiscal, pero el Senado tiene una. La Constituci­ón y el régimen institucio­nal le otorga responsabi­lidades que no deben declinarse ni posponerse. Seguir pensando como facción no es salida, sino ruta segura a la parálisis. Se requiere responsabi­lidad, visión y compromiso con el país. Una vez que deja de haber un tema que polarizaba la opinión, es de esperar una respuesta constructi­va, inteligent­e y que acredite la funcionali­dad de las institucio­nes de la democracia.

Los órganos legislativ­os no fueron creados para impartir justicia

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OCTAVIO HOYOS Ernesto Cordero, senador panista.
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