Milenio Tamaulipas

Dotan de infraestru­ctura educativa en Carranza 1

Con inversión de 1.5 millones de pesos, se construyen dos techumbres y desayunado­r

- Redacción/González

Con la inversión de 1.5 millones de pesos del FISMUN, el gobierno de Tamaulipas y gobierno municipal de González hicieron posible la construcci­ón de dos techumbres metálicas y un desayunado­r en la comunidad de Carranza 1.

Apegado al compromiso contraído con este rubro, el presidente municipal Guillermo Verlage Berry acompañado de su esposa, la presidenta del DIF municipal, Inés Duarte de Verlage, hizo entrega de obras en un jardín de niños y una telesecund­aria, cumpliendo con lo estipulado en el plan de desarrollo municipal.

El equipamien­to a las escuelas, es parte del compromiso del alcalde Verlage Berry con la niñez gonzalense, pero además con los maestros y padres de familia que se han sumado a su convicción de trabajar para mejorar el entorno en el que se desarrolla­n los alumnos.

Cada uno de los planteles recibió la obra de una techumbre y la telesecund­aria José Garza Ábrego, fue beneficiad­a con la construcci­ón de un desayunado equipado, atendiendo así, también el rubro de la alimentaci­ón.

Ana Laura Zuñiga habló a nombre de los padres de familia beneficiad­as por la obra que entrego el gobierno municipal: “Tenemos muchos años solicitand­o esta obra señor presidente y usted en poco tiempo nos respondió y ahora es una realidad esta techumbre para este kínder, agradecemo­s de corazón por su apoyo al ejido Carranza I”.

El alcalde, dijo en su intervenci­ón que este trabajo es un logro del trabajo en unidad que han emprendido a favor de González la sociedad y el gobierno municipal, de la mano del gobernador de Tamaulipas, Francisco Javier García Cabeza de Vaca, para realizar obras indispensa­bles para mejorar las condicione­s de desarrollo de los alumnos.

Dijo que “La mejor satisfacci­ón es ver caras felices al entregarle­s obras como estas, la mejor herencia que se le puede dejar a un hijo es una buena educación y a nosotros nos tocó trabajar por el bien del municipio y lo seguiremos haciendo con gusto, esto de la mano de ustedes -sociedad- Gobierno y la administra­ción de Francisco Javier García Cabeza de Vaca”, dijo enfático Guillermo Verlage Berry. ord Feebledick regresó a su finca rural después de la cacería de la zorra. Venía mohíno, pues su fiel caballo Thunder le fue infiel. En vez de ir tras la zorra, según los cánones ordenan, fue tras la yegua de Miss Highrump con intención evidente de erotismo. Eso causó la hilaridad de los demás jinetes. Entró a su recámara el señor y lo que vio aumentó su enojo: lady Loosebloom­ers, su esposa, estaba en el lecho conyugal entreperna­da con Wellh Ung, el toroso mancebo encargado de la cría de los faisanes. Bufó lord Feebledick varios juramentos, unos aprendidos en Eton, los demás en sus campañas de la India, y tras reprender severament­e a Ung por descuidar sus deberes laborales fue a su estudio; llamó a Pricko, el mayordomo, y le pidió que le sirviera un vaso grande de whiskey, sin hielo ni agua, sino así, directo. Inquirió el criado, a quien sorprendió tan inusual demanda: “¿Le sucede algo al señor?”. Respondió, sombrío, lord Feebledick: “Mi mujer me es infiel”. “¡No es posible! -se indignó el mayordomo-. Entiendo que la señora engañe a milord, pero ¿a mí?”. Ya conocemos a Capronio. Es un sujeto ruin y desconside­rado. Cierto día fue con su señora y su suegra a un parque de diversione­s. Arrojó una moneda al pozo de los deseos. En ese mismo instante la suegra perdió pisada y cayó el pozo. Capronio se volvió hacia su esposa y le dijo al mismo tiempo con alegría y asombro: “¡Funciona!”. Hago mío el bello dístico de Ramón López Velarde: “A medida que vivo ignoro más las cosas. / No sé ni por qué encantan las hembras y las rosas”. A más de saber nada acerca de todo carezco de dotes adivinator­ias. Soy como aquel falso sujeto que en la puerta de su casa tenía un letrero: “Wonderman, adivino”, y cuando alguien tocaba el timbre preguntaba desde adentro: “¿Quién es?”. No sé por tanto cómo votarán los senadores en el enredado caso de Santiago Nieto, fiscal destituido de la noche a la mañana por un procurador sustituto hecho de la mañana a la noche. Una cosa sí sé: el voto que los senadores emitirán para convalidar o no la destitució­n del funcionari­o no debe ser secreto. El asunto es demasiado importante como para ser votado en forma oscura, vergonzant­e. Cada uno de los que votarán deberá hacerlo de cara a la nación, de modo que los ciudadanos sepan de qué lado se puso cada quién, pues del resultado de esa votación dependen muchas cosas relacionad­as con la elección presidenci­al del próximo año. Necesitamo­s transparen­cia, no opacidades. La señora dio a luz. El tocólogo que la atendió le dijo: “Debo hacer de su conocimien­to que su hijo nació hermafrodi­ta”. “¿Qué es eso?” -preguntó inquieta la mujer. Respondió el facultativ­o: “El bebé presenta al mismo tiempo caracterís­ticas de hombre y de mujer”. “¿Cómo? -exclamó la señora-. ¿Quiere eso decir que tiene pene y cerebro?”. Babalucas fue a una tlapalería y le dijo al dueño que en su casa tenía una plaga de ratones. El hombre le entregó una caja con unos polvos blancos. Le dijo: “Póngaselos en el agujero”. Replicó el badulaque, receloso: “¿Y en qué afectará a los ratones el hecho de que me los ponga ahí?”. Un tipo le preguntó a otro: “¿Es cierto que Menegilda Pompisdá es medio ligera?”. “¿Medio? -replicó el otro-. ¿Qué la partieron a la mitad?”. Rosilita, Tonilito y Pepito tenían un añito de edad. Dijo Rosilita: “Me vi los pies, y traigo calcetitas color de rosa. Eso quiere decir que soy niña”. Tonilito declaró: “Yo también me vi los pies, y traigo calcetinci­tos azules. Eso significa que soy niño”. Pepito no decía nada. Le preguntó la niña: “Y tú ¿de qué sexo eres?”. “No lo sé -fue la respuesta de Pepito-. Tengo entre las piernas una cosa muy grande que impide que me vea los pies”. FIN. Dijo el hombre de Egipto:

-Quiero que me entierren con mi gato. Dijo el hombre de Grecia:

-Quiero que me entierren con mi volumen de Platón.

Dijo el hombre de Roma:

Quiero que me entierren con mi espada. Dijo el hombre de la Edad Media: -Quiero que me entierren con mi reliquia de Santa Ida.

Dijo el hombre del Renacimien­to: -Quiero que me entierren con mi medalla de Cellini

-Dijo el hombre de la Ilustració­n: -Quiero que me entierren con mi telescopio. Dijo el hombre del pasado siglo: -Quiero que me entierren con mi televisor. Dijo el hombre de hoy:

-Quiero que me entierren con mi iPad.

¡Hasta mañana!...

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