Milenio Tamaulipas

El sintomátic­o caso del fiscal Nieto

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Sabremos algún día los detalles de la múltiple historia secreta de la remoción del fiscal electoral Santiago Nieto, su resistenci­a a la medida y finalmente su rendición.

Nadie cree por lo pronto lo que los actores dicen: ni que Nieto fue removido por lo que dijo la procuradur­ía ni que se desistió de su batalla por lo que dice ni que los senadores iban a votar en conciencia si se quedaba o salía.

Lo que sabemos hoy con precisión, no solo sobre el caso del fiscal Nieto, sino sobre el corazón de la procuració­n de la justicia en México, es lo que Ana Laura Magaloni nos recuerda en su artículo de la semana pasada “La ley y el control político” (Reforma, 28 octubre 2017).

A saber, que, desde el punto de vista del poder, las leyes están vigentes no para ser cumplidas, sino para ser aplicadas selectivam­ente. Están vigentes siempre, pero se aplican a la letra solo cuando conviene al ejercicio del poder. Sea el poder político, sean los poderes fácticos.

Nuestro sistema de procuració­n de justicia no está fundamenta­lmente al servicio de los ciudadanos, sino al servicio del poder.

Si el fiscal Santiago Nieto violó, en una entrevista de prensa, las normas de sigilo a que está obligado en sus investigac­iones, habría hecho lo que hacen rutinariam­ente los procurador­es de todos los niveles de gobierno y las distintas especialid­ades.

“Todas las procuradur­ías del país”, dice Magaloni, “filtran informació­n a la prensa de forma recurrente sobre investigac­iones en curso. Yo diría que ello es casi una política de comunicaci­ón de esas institucio­nes”.

¿Por qué entonces castigar a Santiago Nieto? Porque así lo decidió quien tiene el privilegio no escrito de escoger la ley que aplica.

Es lo que ha sucedido, con toda evidencia, con el fiscal Nieto. Le han aplicado con rigor fulminante reglas cuya violación se perdonan a otros.

Nadie puede decir que esas reglas no existen y que el fiscal Nieto no las violó. Pero nadie puede decir tampoco que Nieto no sea una víctima del antiguo apotegma, atribuido, nunca confirmado, a Benito Juárez:

“A los amigos, justicia y gracia. A los enemigos la ley”.

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