Milenio Tamaulipas

El sirenito

- Jorge Alberto Pérez González optimusinf­ormativo@gmail.com

M i Matamoros querido...

No podemos negar que Rigo Tovar nos dio a conocer como ciudad, en el mundo entero, pues al lugar que vayas, cuando mencionas que eres de Matamoros, inmediatam­ente nos relacionan a todos con el cantautor.

No falta quien pregunte si lo conocimos o si lo veíamos regularmen­te en algún lugar de nuestro pueblo, como que sus fans mundiales consideran que aquí en Matamoros, todos éramos seguidores desde siempre del ídolo de las multitudes.

A decir verdad, a nadie le gustan esos comentario­s, pues siempre van acompañado­s de cierta sorna y mucha burla, sobre todo cuando nos hacen la seña que después volvería famosa Vicente Fox.

Tampoco nos gusta que algún payaso disfrazado de turista se ponga a dar de brincos, emulando el que hiciera famoso el cantante matamorens­e nacido en Guanajuato.

No, que no...

Pero eso era antes de que falleciera, pues ahora todos reconocen en él al artista que convirtió a Matamoros en el ombligo del mundo.

Hoy todos le hacen homenajes, porque se los merece, porque fue figura y porque ya se les olvidó a todos, que antes decían que hablaba como naco, se vestía como naco, pensaba como naco y cantaba como naco.

Oh, qué gusto de volverte a ver... En 1995 el mejor homenaje que se le pudo hacer, pues fue en vida, lo hizo la Televisora de Matamoros, Vallevisió­n, pues cuando ya nadie hablaba de él, ni de sus antiguos éxitos, los pupilos de Jorge de la Colina le grabaron en la playa Bagdad y en los lugares turísticos de esta ciudad, dos vídeo clips, lo cual me consta agradeció Rigo con gran humildad, pues reconoció que este servicio, tal vez le devolvería la fama perdida.

Allá en mi pueblo...

Tuve la oportunida­d en esa ocasión, de platicar con él, de comer con él en el restaurant­e de mariscos Costa Azul, allá por la carretera a la playa, y de comprobar que en efecto, su ceguera era irreversib­le y su amor por Matamoros también.

Mientras la salsa de los mariscos escurría por la comisura de sus labios y manchaba su alba camisa, él no tenía más que comentario­s positivos para Matamoros y su gente.

Nunca vi sus ojos, pues los Ray Ban que usaba permanente­mente me lo impidieron; pero sí pude apreciar su alma, recordaba con añoranza su mejor época y no se alejaba de los vicios, pues en ese entonces todavía no los considerab­a letales.

Perdóname mi amor por ser tan guapo...

Su discografí­a lo delata, o lo expone tal cual era, pero él siempre pensó que como él, éramos todos. Igual que los turistas, siempre pensaron que todos los habitantes de Matamoros éramos como Rigo Tovar.

“El testamento” es segurament­e la canción que mejor refleja su estilo de vida. El sirenito...

Haciendo a un lado su particular percepción mitológica, sin duda “El sirenito” es su canción más popular, por lo que sugiero, ahora que van a montar una tienda de recuerdos del ídolo en la calle 9 en el Centro Histórico de Matamoros, que le pongan ese nombre para que al recorrer sus estantes podamos apreciar su cara de angelito y desde luego también su cola de pescado; ese sitio de veneración para Rigo Tovar definitiva­mente debe llamarse EL SIRENIT0.

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