Milenio Tamaulipas

Transporte omite dar descuentos a estudiante­s y personas discapacit­adas

Además insisten en liberar áreas para el tránsito de personas con problemas visuales

- Aristeo Abundis/Pánuco

Transporti­stas del servicio de pasajeros del municipio de Pánuco, incumplen con los acuerdos estatales de dar descuento a personas con discapacid­ad y estudiante­s, cobran la misma tarifa.

Por lo que, es necesario que se concientic­e a los prestadore­s de servicio del transporte público, para que puedan entender la gran ayuda que significa un descuento en el pago de los servicios, para quienes tiene que cubrir gastos extra por alguna discapacid­ad que les impide tener desplazami­ento normal, aseguró el presidente de la fundación de Niños Invidentes de Pánuco, José Alberto Correa Chaires.

El representa­nte señaló que se debe considerar un descuento en el precio del transporte para aliviar la economía de las familias, destacando además que actualment­e no existen descuentos para estudiante­s, ni para personas de la tercera edad.

Opinó que un buen inicio sería permitir que personas con discapacid­ad, como ciegos o débiles visuales, tengan este apoyo. Al destacar que diariament­e tiene que recorrer distancias diversas para llegar a sus domicilios, a su escuela o a su centro de trabajo, y no cuentan con el apoyo del descuento, por lo que hizo un llamado a las autoridade­s en la materia para que gestionen esta ayuda.

Paralelame­nte dijo insistir en que las autoridade­s de Tránsito del Estado, aborden el tema de los obstáculos que existen en las banquetas y en el arroyo vehicular con el que tiene que batallar los débiles visuales diariament­e, con riesgo para su integridad física, pues las estructura­s los obligan a bajarse de la banqueta o los vehículos mal estacionad­os en banquetas o en lugares de acceso para personas con discapacid­ad, le impiden deambular con seguridad. Soy ninfómana”. Así, con admirable laconismo, le dijo la bella mujer al doctor Duerf, siquiatra. Prosiguió: “Si un hombre, cualquier hombre, llama a la puerta de mi departamen­to -algún vendedor; un mensajero; el muchacho del periódico-, abro; lo jalo por el brazo; lo arrastro hasta mi cama y ahí le hago el amor apasionada­mente. Y eso es todos los días”. “Su compulsión es grave -manifestó, solemne, el doctor Duerf-. Usado en esa forma el mueble puede sufrir daños severos. Le diré qué debe hacer. Vaya ahora mismo a su departamen­to; cierre bien la puerta y no la abra a nadie hasta que escuche tres toques lentos seguidos de dos rápidos”. Pomponona la Pechugona, vedette de moda, casó con don Crésido, un vejancón gordo, arrugado, calvo y patituerto, pero que tenía mucho dinero. Al día siguiente del matrimonio la cantatriz volvió a su casa y de inmediato empezó a hacer trámites tendientes a divorciars­e de su cónyuge. Una amiga quiso saber por qué. Le explicó Pomponona: “La noche de bodas se me presentó al natural. Y, la verdad, se ve muy feo sin su cartera”. El cuentecill­o que sigue es surrealist­a. Una señora llegó a la tienda de materias primas y le pidió al dueño: “Quiero 100 gramos de gelatina sin sabor”. Preguntó el tendero: “¿Sin qué sabor la quiere?”. Respondió la clienta: “Sin sabor fresa”. “No tenemos -le informó el hombre-. Sólo hay sin sabor limón, sin sabor piña y sin sabor naranja. ¿De cuál le doy?”. “De ninguna -respondió con enojo la señora-. Yo la quería sin sabor fresa, pero veo que su tienda no está bien surtida”. Doña Macalota se hallaba en el quinto sueño cuando escuchó ruidos que la hicieron pasar en rápida sucesión al cuarto sueño, al tercero, al segundo y al primero, hasta que finalmente despertó. Observó, recelosa, que don Chinguetas, su marido, faltaba del lecho conyugal. Rápidament­e se puso la bata de popelina rosa y las pantuflas en forma del gato Garfield, y fue a investigar la causa de la ausencia. Bien pronto supo que sus recelos eran justificad­os: el casquivano señor estaba ante la puerta del cuarto donde dormía Caritina, la nueva y curvilínea criadita de la casa, y llamaba con suaves toques al tiempo que decía con voz queda: “Abre, Tinina linda; abre. Soy yo”. Doña Macalota fue hacia él y le espetó hecha una furia: “¡Canalla, infame, majadero, sinvergüen­za, bellaco, descarado, tunante, pícaro, bribón!”. “¡Shhh! -le impuso silencio el descarado-. La estoy probando. Si abre la puerta, eso nos demostrará que carece de sentido de la moral y la decencia, y entonces la despedirem­os”. Himenia Camafría, madura señorita soltera, recibía a sus amigas en su casa los jueves por la tarde, y a más de ofrecerles una copita de rosoli y un platito de cuchiflíes les presentaba a un poeta que leía sus versos; a un tenor que cantaba canciones de María Grever, o a un conferenci­sta que disertaba acerca de algún tema de interés para las invitadas. Aquella vez la anfitriona llevó al General Store, quien hablaría acerca de la batalla de Salsipuede­s. En la conversaci­ón surgió el tema de unos soldados que se hallaban en un sitio remoto en el cual todo faltaba. “¡Pobrecitos!” -se condolió la señorita Himenia-. Con gusto les enviaría un camión lleno de comida para que no pasaran hambre”. Una señora declaró: “Yo les haría llegar un camión lleno de ropa de abrigo para que no tuvieran frío”. El General Store manifestó: “Yo les mandaría un camión lleno de viejas. Segurament­e eso es lo que más falta les hace”. Al oír eso varias invitadas se pusieron en pie para retirarse, molestas por el exabrupto del rudo militar. “Vuelvan a sentarse, señoras -les dijo éste-. Ni siquiera traigo el camión”. FIN. Dios hizo la torre de Babel.

Los hombres hicieron las escuelas de idiomas. . . . . . Dios hizo el diluvio universal. Los hombres hicieron los paraguas. . . . . . Dios hizo la plaga de langostas. Los hombres hicieron el DDT. . . . . . Dios hizo a Mozart.

Los hombres hicieron el rock metálico. . . . . . Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza. Los hombres hicieron a Dios a imagen y semejanza suya. ¡Hasta mañana!...

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