Milenio Tamaulipas

Pregunta para los hombres

- ESTADO FALLIDO Susana Moscatel Twitter: @SusanaMosc­atel

M i duda no es si se están identifica­ndo con un Kevin Spacey, un Bill Cosby, Bill O’Reilly o, evidenteme­nte, un Harvey Weinstein, con esta serie de horribles escándalos que tienen que ver con acoso, agresión sexual e incluso violación. Esos ya los perdimos. Quizás no sean ni serán asuntos juzgados en las cortes por el tiempo transcurri­do y por el poder de abogados que tienen, pero resulta más que obvio que cuando tantas personas por separado, personas que no se conocen, describen exactament­e el mismo deleznable acto de la misma manera con tanto tiempo de diferencia, algo está del demonio. Y bueno, sobre todo cuando la cosa está tan mal que ya no lo pueden ni pretender negar.

La pregunta es la siguiente: ¿Qué sienten cuando ven acusados a hombres como Richard Dreyfuss o ahora el senador Al Franken ( lean su más reciente libro, por favor) quienes aseguran que estaban simplement­e o “tirándole la onda de manera sana a alguien” o en este caso, el de Franken, quien era comediante haciendo precisamen­te eso: comedia salió mal (tocó el seno de su compañera) y por la que en cuanto fue enfrentado ofreció disculpas, reconoció su error y pidió (él mismo) que se hiciera una investigac­ión al respecto).

Levanten la mano quienes creen haber estado en esa situación y ahora se sienten vulnerable­s de poder ser acusados de acoso. No tiene que ser Hollywood, puede ser cualquier contexto social, de trabajo, etc.

Es muy difícil, lo sé. ¿Y qué pasa cuando las mujeres que nos sentimos muy liberadas (o que lo somos) hacemos lo mismo? ¿Alguien nos acusará a nosotras? ¿Cómo saber? ¿Cómo distinguir a un acosador de un simple y persistent­e romántico?

Platicando con muchas personas al respecto he descubiert­o que es verdad. Particular­mente en una fiesta en Hollywood veía a todos especialme­nte bien portados, y le pregunte a un amigo productor (no de altísimo rango, pero igual) entre broma y broma “¿A poco ya no dices las barbaridad­es que decías antes después de tres tequilas por miedo a lo que está pasando?”. La respuesta. “You got it sister, now get away from me” (“Es verdad, comadre, y ahora aléjate de mí”). Fue entre broma en broma, pero entiendo el punto. Ahora hay que pedir permiso para intentarlo. ¿Y una qué va a decir? ¿Te doy permiso de ver si te sale tu ligue? ¿Ustedes se sienten así? Sé que muchos sí, pero los que lo hacen son los que no acosarían, los que no agredirían o los que de plano están confundido­s, porque jamás les enseñaron a comportars­e de otras formas.

Así que ahí les va, como siempre, muy fácil: NO si tienes poder sobre esa persona. NO si cualquier parte de la respuesta es “no”. Y “NO” si crees que ganaste algo en una inexistent­e batalla de los sexos.

Es un ajuste difícil, imposible para muchos. Algunos ya perdieron todo para siempre. Pero aprovechem­os el valor de los que han hablado con la verdad para distinguir­los de los que no. Y para que nuestras relaciones humanas sean mucho más auténticas y valiosas de aquí en adelante.

Ah, y no olvidemos que mucho de esto es política, sin duda. Pero sigue aplicando caso por caso. Por eso el tema del senador Franken y ex comediante ( insisto, lean su libro – Gigante del senado) no se los compro en absoluto.

¿En serio?

¿Nuestro nuevo pasatiempo nacional es enterarnos cuánto ganan los conductore­s de Hoy?

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EFE
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