Milenio Tamaulipas

Yo quiero ser presidente

- CARLOS PUIG Twitter: @puigcarlos

Vivo en un país donde hay más suspi- rantes a presidente que propuestas de solución.

No soy tan ingenuo y entiendo que muchos dicen que aspiran a ser presidente de México para negociar otra posición o protegerse frente a algún embate por su pasado.

Aún así, en este momento, a semanas o días de saber quién estará en la boleta, quienes han llegado hasta acá se lo creen. Sí creen no solo que pueden, cosas que hablan de un ego bien desarrolla­do, sino que habría suficiente­s millones de mexicanos que votarían por ellos, cosa que habla de un amor a sí mismos bien cultivado.

Me refiero, por supuesto, a todos los partidos y a los independie­ntes.

Usted conoce la baraja. Todos tienen asesores, asistentes, coordinado­res que les dicen lo maravillos­o que sería si él o ella llegaran a Los Pinos. Y ellos se lo creen. Aun los que han tenido algún recorrido por administra­ciones federales o estatales, y que por lo tanto conocen el deterioro institucio­nal, las fuerzas vivas de la burocracia, los poderes de facto que amenazan, cabildean, influyen. Saben que lo que uno quiere no se logra, o se logra a medias. Saben que ponen en una vitrina su vida y la de sus familiares y la de sus amigos, más ahora en tiempos de redes sociales; nada de eso les hace dudar.

Todos contestarí­an a estos párrafos diciendo que lo hacen por amor a México. Puede ser. Pero creo que pesa el amor a sí mismos.

Porque revisemos la baraja. ¿A quién representa­n tantos? ¿Qué tan diferentes, en serio, son unos de otros? Salvo las excepcione­s obvias, Marichuy, por ejemplo, que además dice ya que ella no quiere ganar. ¿Cuál de todos ellos puede mostrar una cosa que fue su responsabi­lidad y llegó a buen fin, mejoró algo y hoy funciona para la comunidad que fue pensada?

En muchos casos, la mayoría, la oferta son ellos mismos. Vota por mí, cree en mí, yo soy el bueno. En el país de la desconfian­za apuestan al gran acto de confianza.

En el frente, por ejemplo, ha circulado la informació­n de que directores de ONG y ciudadanos de a pie han sido embelesado­s con el canto de las sirenas y quisieran competir, ahora que se defina un método. ¿En serio? ¿Es lo mismo dirigir una organizaci­ón de 40 personas a un país?

Entiendo que no hay otra opción, que así funciona esto, pero no estaría mal escuchar a alguien que empezara confesando que está cabrón. Que necesita de mucha gente y muchas ideas y muchos sacrificio­s.

Que con él o ella, pues no alcanza.

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