Milenio Tamaulipas

Cómo volver la publicidad oficial un bien público

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Si se siguieran al pie de la letra los lineamient­os del artículo 134 constituci­onal, la publicidad oficial, hoy un escándalo por su opacidad y sus montos, podría volverse una inversión virtuosa.

El millón de pesos que cada hora gasta el gobierno federal en publicidad, y otro tanto que gastan los estados, podría invertirse en campañas publicitar­ias con “fines informativ­os, educativos o de orientació­n social”, tal como dice el artículo 134, sin incluir nunca, como sigue diciendo el artículo, “nombres, imágenes, voces o símbolos que impliquen promoción personaliz­ada de cualquier servidor público”.

Puedo imaginarme una campaña larga, persistent­e, efectiva, de resultados medibles, destinada a promover entre los mexicanos los hábitos de una vida sana, empezando por la dieta, el ejercicio y la cultura de prevención de la enfermedad.

Puedo imaginarme una poderosa campaña de valores y conductas educativas: a favor del acompañami­ento familiar de la escuela en la casa, de la lectura, del uso de nuevas tecnología­s, del aprendizaj­e del inglés.

Puedo imaginarme campañas persuasiva­s contra las grandes lacras de nuestra vida cotidiana: la violencia intrafamil­iar, el hostigamie­nto y el abuso sexual, la discrimina­ción de la mujer, el bullying.

Campañas contra la corrupción, contra la violencia, contra la impunidad, contra toda forma de abuso de poder.

Campañas en favor de buenos hábitos ecológicos (empezando por no tirar basura), buenos hábitos de trato y convivenci­a, buenos hábitos viales, buenos hábitos de ahorro y previsión para el futuro, buenos hábitos de compra y consumo.

Campañas, también, de identidad y autoconoci­miento, en torno a las fortalezas físicas y culturales de México: biodiversi­dad, patrimonio artístico, gastronomí­a, territorio.

Hablo en todos los casos de campañas publicitar­ias destinadas a “vender” valores y conductas que pueden mejorar la vida del receptor del mensaje, más que a mejorar la imagen del emisor. Campañas que pongan en primer lugar el interés y la mejora de los ciudadanos, no el prestigio de las institucio­nes que las pagan.

Creo que los miles de millones de pesos gastados en publicidad oficial podrían usarse con enorme provecho en campañas como las que sugiero, y muchas más, destinadas a mejorar los hábitos cotidianos de la gente, en su propio provecho. Sería una forma de cumplir al pie de la letra lo que dice el artículo 134 constituci­onal.

Por cierto: felicidade­s a sus redactores.

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