Auster: la imitación servil no produce nada de interés
En la FIL, el escritor recordó a Edgar Allan Poe, a quien llamó “el hombre que no encajó en Norteamérica”, al grado que fueron los franceses quienes lo rescataron de la oscuridad
Cuando contaba con ocho años de edad, Paul Auster soñaba con ser poeta. A lo largo de su vida literaria esa tentación ha estado presente, pero el azar lo condujo por otros caminos y se convirtió en uno de los narradores fundamentales de nuestro tiempo y, con ello, uno de los protagonistas de la edición 31 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
El escritor estadunidense recibió la medalla Carlos Fuentes de manos de la periodista Silvia Lemus, viuda del narrador mexicano, en una ceremonia en la que, previamente, habló de una de sus primeras pasiones, aunque quizá se trate de la más importante: la poesía.
Una aproximación que se dio a través de una especie de recorrido histórico-literario por algunos nombres fundamentales en la literatura estadunidense, poetas la mayoría, si bien comenzó con una figura que pudo expresarse en distintos géneros, como Edgar Allan Poe.
Entre todo ello, hubo palabras para reflexionar en torno a la poesía, como cuando recordó que todos los poetas son de un sitio, de una lengua, de una cultura, “pero si el cometido de la poesía es contemplar el mundo con otros ojos, volver a examinar y descubrir las cosas frente a las que todo el mundo pasa de largo sin darse cuenta, parece lógico entonces que el sitio del poeta resulte muchas veces desconocido para el resto de nosotros”.
“Se pone a mirar esa pared de ladrillo, esa montaña o esa flor y medita sobre ello más que nosotros, de modo que, cuando nos lo cuenta, hay buenas posibilidades de que nos sorprenda, de que nos diga cosas en las que no hemos pensado hasta oír sus palabras, y, por tanto, esas palabras pueden parecernos extrañas. Para entenderlas puede que tengamos que escuchar por segunda vez. Puede que por centésima vez —o durante cien años— antes de que comprendamos lo que está diciendo”.
Ya antes, Auster había señalado que cuando un poeta busca inspiración en un creador de otro país, es porque busca algo que de inmediato no encuentra disponible en su propia lengua o literatura, en especial debido a que pretende liberarse de los confines de su propia cultura, “pero siempre, en definitiva, para hacerlo suyo, para llevarlo de vuelta a su propio lugar”. “La imitación servil no puede producir nada de interés, pero todo artista original siempre ha de estar alerta a lo que hacen otros artistas (nadie puede trabajar en el vacío), puesto que lo importante es utilizar la propia inspiración en otra obra para los propios fines; lo que significa que, en primer lugar, ha de tenerse una finalidad.
En la conferencia de Auster se aparecieron poetas de ambos lados del Atlántico, Whitman y Mallarmé, pero siempre para volver a Edgar Allan Poe, “el infortunado, incomprendido, el hombre que no encajó en Norteamérica, pero norteamericano de todas formas”. “Y más profundamente americano que los poetas que se negaron a asistir en 1875 a la ceremonia celebrada en su memoria: Longfellow y Whittier, a quienes años antes había calificado justamente de imitadores y farsantes. Tuvieron que ser los franceses quienes rescataran a Poe de la oscuridad. Pero desde entonces hemos sido capaces de reclamarlo como nuestro”.
“Lo importante es utilizar la propia inspiración en otra obra para los propios fines”