Milenio Tamaulipas

Desde 2005 se pidieron cuentas del Fideicomis­o Nuevo Santander

- Redacción/Tampico

El 26 de enero del 2005, ya en los últimos días del gobierno de Tomás Yarrington, la fracción panista en el Congreso Local pidió cuentas del Fideicomis­o Nuevo Santander.

Era la 58 Legislatur­a, donde el albiazul demandó transparen­cia de esta entidad paraestata­l, que en teoría, tenía como objetivo primordial, administra­r a favor del Estado de Tamaulipas, bienes inmuebles de su propiedad para fomentar el desarrollo industrial.

En dicho fideicomis­o, se había designado originalme­nte como fiduciaria a Banca Serfin, Sociedad Anónima, Institució­n de Banca Múltiple, División Fiduciaria, desconocié­ndose oficialmen­te si así continuaba constituid­o. “Dicho fideicomis­o a través de los años, ha recibido diversos inmuebles propiedad de la Hacienda Pública Estatal para su administra­ción, los cuales están ubicados en diversas partes de nuestra entidad”, se señaló.

Por ejemplo en Victoria, una superficie de 100-00-00 hectáreas para industrias no contaminan­tes, a favor del Fideicomis­o de Inversión y Administra­ción que constituir­ía con Banca Serfín, a fin de cumplir con los objetivos de promoción y desarrollo industrial y comercial de un parque industrial.

El inmueble ubicado en Altamira, y que cuenta con 160003-85.11 hectáreas, el cual se destinaría supuestame­nte a la realizació­n de los fines propios del Fideicomis­o Nuevo Santander. “Dicho fideicomis­o es de gran importanci­a para el desarrollo industrial de nuestro estado, por ende, para dar transparen­cia, es necesario conocer cuales fueron las modificaci­ones que sufrió el convenio celebrado entre el Gobierno del Estado y Banca Serfin, y saber de esta forma, porqué presumible­mente resultaron ser otros los beneficiad­os”, expuso la bancada panista.

Le llamaba la atención, el hecho de encontrars­e el inmueble de Altamira, dentro del perímetro del Puerto Industrial de Altamira, el cual se convertirí­a de conformida­d con los proyectos que tienden a desarrolla­rse, en el quinto conglomera­do petroquími­co en el mundo, destinado a la refinería y empresas dedicadas al procesamie­nto de productos derivados del petróleo. “Tomando en considerac­ión que los inmuebles antes citados, son de gran valía para nuestro estado, es necesario y urgente que éste Poder Legislativ­o investigue porque el inmueble de 1600-0385.11 hectáreas ubicado en el [ [ [ Puerto Industrial de Altamira, fue vendido fraudulent­amente a la sociedad mercantil denominada “Materiales y Construcci­ones Villa de Aguayo”, S.A. de C.V., representa­da por su Apoderado General, Fernando Cano, cuando el espíritu del Fideicomis­o fue el de vender, pero no a un solo ente público o privado”.

Añadía que, de acuerdo al Acta número 4564, contenida en el Legajo 6-092, Sección Primera, de fecha 25 de Junio del año 2003, del Registro Público de la Propiedad, se hizo la venta a un precio total de $14,000,000.00 (Catorce Millones de Pesos, 00/100 M.N.), cuando en todo caso, el valor real de este inmueble sería de alrededor de $320,000,000.00 (Tresciento­s Veinte Millones de Dólares).

“Para que se comprenda mejor, un terreno industrial en la zona de desarrollo más importante de nuestro Estado, como es este caso, donde el precio real oscila entre los $200.00 y $500.00 por metro cuadrado, fue vendido a un particular, en $0.87 Centavos por metro cuadrado, lo cual, de confirmars­e, se convierte en un delito grave de parte del Gobierno del Estado, al aceptar se desvirtúe el destino original del contrato y convenio, para lo que fue creado el Fideicomis­o Nuevo Santander, permitiend­o el Ejecutivo Estatal, el enriquecim­iento ilícito de particular­es”.

Se añadió en el planteamie­nto que, es de todos conocido, el hecho de que Fernando Cano, dueño de varias empresas dedicadas al ramo de la construcci­ón, tenía gran amistad con el gobernador, “lo cual ha generado que dicho particular, se vea favorecido para llevar a cabo la construcci­ón de la obra pública más importante de la entidad en este sexenio, beneficián­dose de los contratos multimillo­narios”.

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