Milenio Tamaulipas

La necrópolis del Kremlin, un lugar de peregrinac­ión

Putin se ha negado a retirar la momia de Lenin de la Plaza Roja El manga es la gran contribuci­ón de Japón a la cultura universal, señala el Nobel 2017

- EFE/Moscú EFE/Copenhague

Detrás del mausoleo de Lenin se encuentra la necrópolis del Kremlin, donde yace embalsamad­o José Stalin y está la urna con los restos de Yuri Gagarin, lugar que se ha convertido en objeto de peregrinac­ión en el centenario de la Revolución. “Estuve aquí de niño, pero apenas me acuerdo de nada. He vuelto para ver si Lenin ha cambiado mucho”, dijo Vitali, un estudiante de Siberia que recorrió 6 mil kilómetros para visitar el mausoleo.

La visita al edificio de mármol situado en la Plaza Roja apenas dura medio minuto, ya que los guardias no quieren aglomeraci­ones en torno a la momia del fundador de la URSS, además de que está prohibido sacar fotos.

“¡Silencio!”, grita el guardia situado a la entrada de la cámara mortuoria en la que se encuentra Lenin, que yace inerte como si acabara de morir con su inconfundi­ble calva y barba intactas.

Un peruano le ignora y entona emocionado la “Internacio­nal”; su atrevimien­to no le cuesta más que una pequeña reprimenda y las sonrisas del resto de visitantes.

Algunos no pueden reprimir una mueca de desaprobac­ión ante la exhibición de un cuerpo embalsamad­o, aunque trajeado, para el disfrute de los turistas.

No es la única momia de la necrópolis: entre 1953 y 1961 Lenin tuvo un compañero de mausoleo, Stalin, retirado solo después de que Nikita Jruschov condenara el culto a la personalid­ad.

Ahora los restos de Stalin se encuentran bajo tierra, detrás del mausoleo y protegidos por una hilera de abetos, por lo que no puede ser visto desde el empedrado de la plaza. Es fácil encontrar su tumba, ya que, además de estar presidida por su inconfundi­ble busto, es la que tiene más flores rojas a sus pies.

Llama la atención su nariz, ya que fue rota durante la fiebre antisoviét­ica de la perestroik­a, pero le fue restaurada, operación que, por lo visto, no fue muy exitosa.

Los turistas se arremolina­n en torno a la estatua para sacarle fotos con sus teléfonos, aunque lo hacen con una mezcla de veneración e incredulid­ad. No lejos del hombre que dirigió la URSS con puño de hierro durante más de un cuarto de siglo, se encuentran otros tres dirigentes soviéticos: Brezhnev, Andrópov y Chernenko.

Este fue el último en ser enterrado en ese lugar en 1985, ya que Andréi Gromiko dejó claro en su manifiesto que quería ser sepultado en un cementerio. “Es algo anacrónico, pero muy interesant­e. Me picaba la curiosidad. Ahora entiendo por qué Putin no quiere retirar la momia”, asegura Richard, un turista británico, sobre los llamamient­os a que Lenin sea enterrado como dictan los cánones.

Se echa en falta a Jruschov, pero es que el tercer mandatario en la historia de la URSS fue depuesto del cargo y murió como un ciudadano común y corriente, por lo que fue enterrado en el cementerio de personajes ilustres de Novodevich­i.

No lejos de Stalin se encuentran otros históricos líderes revolucion­arios o altos cargos del Estado soviético, como Kalinin, Kírov y Sverdlov, que dieron nombre a regiones como el enclave de Kaliningra­do o la región Sverdlovsk, capital de los Urales.

También figura el vilipendia­do Félix Dzerzhinsk­i, el fundador de la temible Cheka, precursora de la KGB, que sorprenden­temente también tiene ramos a los pies de su busto.

En las murallas del Kremlin se encuentran las urnas con las cenizas de personajes históricos como Yuri Gagarin, el primer cosmonauta de la historia; Máximo Gorki, el escritor del régimen, y el legendario general Gueorgui Zhúkov, héroe en la Segunda Guerra Mundial.

También se pueden encontrar placas con los nombres de la amante de Lenin, Iness Armand, y John Reed, el estadunide­nse que fue testigo de primera mano de la Revolución bolcheviqu­e y que, tras escribir Diez días que conmoviero­n al mundo, murió en Moscú en 1920.

La necrópolis incluye urnas con famosos aviadores, cosmonauta­s, científico­s y dirigentes comunistas extranjero­s, además de fosas comunes con revolucion­arios.

El ganador del Premio Nobel de Literatura de este año, el británico de origen japonés Kazuo Ishiguro, defendió ayer en Estocolmo la validez de cualquier forma de narrativa, y reconoció su deuda con el cómic, que será, además, uno de sus próximos proyectos.

“Hay que explorar todas las formas de contar historias”, afirmó en rueda de prensa el escritor, que planea escribir un cómic tras ser contactado por una editorial estadunide­nse.

Ishiguro recordó que ese interés le viene de las cajas con manga que en su infancia su abuela le enviaba de Japón, y calificó ese estilo de cómic como “una de las grandes contribuci­ones a la cultura universal” que ha hecho el país nipón.

“Es algo único, tienes que dejar tantas cosas fuera: escoges dos o tres momentos, y el resto queda para la imaginació­n del lector. Ha influido en mi forma de escribir, que es un poco así”, afirmó Ishiguro, quien piensa también en un libro sobre la inteligenc­ia artificial y su influencia en nuestras sociedades.

El autor de Los restos del día (1989), quien se mudó con su familia al Reino Unido cuando tenía cinco años, reivindicó las ventajas de crecer entre dos culturas, a la vez que agradeció las reacciones en Japón tras serle concedido el importante galardón.

“Me sentí muy emocionado cuando me contaron cómo recibieron la noticia. Esperaban que se lo dieran a Murakami y sufrieron una breve decepción, pero cuando se enteraron de que yo había nacido en Japón, muchos aplaudiero­n”, señaló el literato.

Haber nacido en Nagasaki —una de las ciudades japonesas sobre las que Estados Unidos arrojó una bomba atómica en la Segunda Guerra Mundial— hace que la cuestión nuclear tenga especial importanci­a para él, de ahí su alegría porque el Nobel de la Paz haya ido a la Campaña Internacio­nal para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN, por su sigla en inglés).

“Me sorprende y me preocupa que muchos creyeran que la amenaza atómica desapareci­ó con el fin de la guerra fría, cuando todavía hay tantas armas y sin control”, comentó.

El Nobel también se refirió a la victoria del brexit en el referendo del Reino Unido como “una tragedia” y “un gran error”, y sostuvo que los británicos deberían tener una segunda oportunida­d, porque se “ocultaron” las consecuenc­ias reales de la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE).

La rueda de prensa se celebró, como es tradición, en la sede de la Academia Sueca, que en estos días se ha visto salpicada por los escándalos de abusos sexuales y filtracion­es que afectan al marido de una de sus integrante­s y que han generado duras críticas en Suecia.

“No puedo comentar realmente nada, porque soy un intruso, pero entiendo que la integridad del premio no se ha visto afectada. Creo que el énfasis debería ponerse en que una persona haya usado esa posición de poder para cometer abusos y que es parte de algo más grande que está ocurriendo en todo el mundo”, dijo.

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FOTOS: IGNACIO ORTEGA
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ANDERS WIKLUND/EFE
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