Milenio Tamaulipas

Entre coalicione­s y candidatos

En 2000, el triunfo de Vicente Fox ocurre con el respaldo del PVEM, aunque ya en el gobierno no hubo entendimie­nto, lo que significó que dicho partido buscara nuevo aliado y lo encontró en el PRI desde 2006

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Adiferenci­a del pasado inmediato, esta vez los comicios presidenci­ales habrán de ser protagoniz­ados por tres grandes coalicione­s. El PRI, con Nueva Alianza y el PVEM. El PAN, PRD y Movimiento Ciudadano. Morena con PES y PT. Pero eso no es todo en el nuevo escenario que se nos presenta en 2018. Ahora tendremos candidatos independie­ntes, posiblemen­te Jaime Rodríguez y Margarita Zavala, y todo ese conglomera­do de aspirantes no solo significa recursos económicos y prerrogati­vas mediáticas, sino una disputa real por los votos, como nunca antes, en el territorio.

Las coalicione­s que se han integrado muestran un acento del pragmatism­o por parte del PAN y de López Obrador. En el caso del PRI fue norma para la elección presidenci­al y en la de legislador­es y elecciones locales suscribió coalicione­s en la medida en que se incrementó la competenci­a y la alternanci­a. En 2000, el triunfo de Vicente Fox ocurre con el respaldo del PVEM, aunque ya en el gobierno no hubo entendimie­nto, lo que significó que dicho partido buscara nuevo aliado y lo encontró en el PRI desde 2006. En el caso de Nueva Alianza, desde su fundación, ha mantenido una postura mayormente asociada al PRI, aunque no siempre ha ocurrido así en el ámbito local.

Dos coalicione­s han llamado la atención: la del PAN con PRD y Movimiento Ciudadano y la del PES con el Morena. En el primer caso, habrá de recordarse que en elecciones de gobernador se han celebrado con éxitos notables en Chiapas, Puebla, Baja California, Oaxaca y recienteme­nte en Nayarit. Lo relevante de hoy es que la disputa es en el nivel nacional, y ocurre no por la fortaleza de las dos organizaci­ones, sino por su debilidad. A pesar de los resultados muy favorables que ha tenido el PAN en elecciones de gobernador recientes, su división interna ha terminado por afectar su posicionam­iento ante el electorado. Por lo que respecta al PRD, nadie ignora que quedó a la deriva por la postura de López Obrador en los comicios del Estado de México.

El Partido Encuentro Social, de registro reciente, cuenta con una sólida base social de adherentes. En la elección del Estado de México hizo coalición con el PRI. Su dirigencia ha tenido un manejo pragmático y por igual ha decidido negociar con cualquiera de los partidos grandes. Segurament­e resolvió irse con Morena por los términos del acuerdo en el sentido de postular candidatur­as propias. Resultado de la postura del PES en asuntos de la agenda social como son aborto, matrimonio igualitari­o y adopción para parejas del mismo sexo, ciertos círculos intelectua­les y progresist­as le han recriminad­o a López Obrador que haya suscrito acuerdo con dicho partido; sin embargo, no hay registro como gobernante o como candidato que el virtual candidato presidenci­al de Morena mantenga una postura “liberal” en dichos temas. Segurament­e López Obrador está más cerca del PES de lo que muchos de sus simpatizan­tes advierten.

Pero más allá de intereses y de coyunturas, lo cierto es que las coalicione­s se suscriben

Los independie­ntes pueden capitaliza­r el descontent­o con los partidos, pero también resultaría­n poco creíbles y sin músculo legislativ­o

porque han perdido peso las ideologías y los programas partidario­s. Los partidos se encaminan con mayor contundenc­ia hacia objetivos electorale­s. Ganar el poder es de lo que se trata. Cabe destacar que en la coalición de PAN, PRD y Movimiento Ciudadano han sido más claros de lo que habrían de hacer en caso de que el voto les lleve al poder. Sin embargo, la propuesta más que sustantiva se refiere a la manera como ejercer el poder o como repartirlo.

Por otro lado, el peso que pierden los partidos se traslada a los candidatos. Son ellos y no los partidos los articulado­res del programa. Esto es más evidente en el caso de López Obrador, quien mantiene una postura propia incluso respecto al grupo de trabajo por él designado para preparar el programa de gobierno. Un candidato sin ataduras partidaria­s pudiera aparecer como un candidato fuerte; sin embargo, esto debe matizarse con una propuesta racional, viable y bien estudiada. Esta es una debilidad más que fortaleza de López Obrador, respecto a Ricardo Anaya y especialme­nte en relación a José Antonio Meade. Un candidato que promete sin cuidar los términos de su compromiso, se vuelve vulnerable en la medida en que se incrementa el escrutinio y el debate. Quedará por verse si López Obrador tendrá una postura dispuesta al debate o, como ocurrió en la campaña de 2006, habría de excluirse del mismo.

En el horizonte de la elección, los candidatos presidenci­ales independie­ntes pueden ser disruptore­s del sentido convencion­al del debate. Pueden capitaliza­r el descontent­o con los partidos y las formas convencion­ales de ejercicio del poder, pero también resultaría­n poco creíbles en la medida en que se les viera aislados en la contienda y particular­mente sin legislativ­o.

Los candidatos presidenci­ales resultan “cuerpeados” no tanto por la estructura partidaria, sino por las campañas que realizan sus correligio­narios en elecciones concurrent­es. Para Morena, ser competitiv­o en Ciudad de México, Estado de México, Tabasco y Veracruz es insuficien­te, requiere una mayor horizontal­idad. Para el PRI resulta crucial la selección de candidatos competitiv­os para cada uno de los cargos de elección. No puede ceder a la confianza en ninguno de las candidatur­as, en ninguna de las contiendas. Esa es su fortaleza y así la debe articular a manera de mantenerse competitiv­o en todo el territorio nacional.

Para el Frente del PAN, PRD y Movimiento Ciudadano es un reto mayor la definición de candidatur­as; un acierto en la materia los puede meter de lleno en la competenci­a. Hay algunos territorio­s en los que PAN y PRD concurren con igual fuerza, allí es donde debe haber un criterio que privilegie la competitiv­idad.

Candidatos, partidos y coalicione­s resultan buenas intencione­s, pero una realidad sumamente compleja al trasladar al territorio los términos de la competenci­a. Lo que a muchos les parece más o menos claro en la perspectiv­a nacional se vuelve incierto al considerar la dinámica local y regional. De modo que la coalición que mejor articule las múltiples realidades del país es la que tendrá mejores posibilida­des de éxito. Yo por mi parte tomo esta última línea para desearles a mis lectores un excelente 2018, con un mundo lleno de oportunida­des.

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OMAR FRANCO Falta ver si AMLO tendrá una postura dispuesta al debate o, como en 2006, se excluirá.

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