Milenio Tamaulipas

Desde hace más de

Cuatro meses, un grupo de jóvenes acude a los hospitales y colonias de bajos recursos, una vez al mes, para llevar alimentos, juguetes o medicinas, de manera desinteres­ada, porque saben que hay gente con necesidad de ayuda

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n grupo de jóvenes de Tampico y Ciudad Madero se organizan para llevar comida a los que pernoctan afuera de los hospitales en la zona sur de Tamaulipas, “tienen hambre, pero no solo quieren comer, también buscan desahogars­e”, afirma Héctor Luis Zertuche González, coordinado­r del grupo. ¿Cuándo surge la idea de donar comida para los familiares de pacientes de la Clínica Número 77 del Instituto Mexicano del Seguro Social y del Hospital “Dr. Carlos Canseco”?

Todo comenzó este año, durante un traslado en autobús conocí a un chico de 23 años que pedía dinero para pagar su carrera. Yo iba camino a casa cuando vi que al momento de cantar no consiguió ganarse ni una moneda; con el gesto triste se sentó junto a mí y decidí hacerle plática. Me contó que era foráneo y que estaba ahorrando para poder estudiar. También me confesó que su sueño era obtener un trabajo para invitar a su madre a cenar a un restaurant­e; ahí redescubrí que yo era muy afortunado y me propuse ayudar un poco a los que menos tienen. Comentabas que el movimiento nació en una publicació­n en Facebook. A partir de ahí, ¿Se ha incrementa­do la convocator­ia ante la invitación para ayudar? Ya llevamos más de cuatro meses visitando los hospitales; al principio se acercaron muchos y, como tengo más de 2 mil 900 seguidores, el post en redes sociales se hizo viral. En la primera ocasión sí ayudaron bastantes con dinero e ingredient­es. Recuerdo que hicimos más de doscientos paquetes para compartir, pero luego se fue reduciendo. Para el segundo mes quedamos alrededor de una decena, ahorita somos 13 personas. Nos dimos cuenta de que íbamos en serio, nos propusimos ser constantes y creamos un grupo de whatsapp para ponernos de acuerdo. No tenemos nombre ni nos hacemos llamar de algún modo, pero nos juntamos una vez cada 30 días para entregar lonches. La mayoría de los voluntario­s son jóvenes, al ser una edad donde la mayoría carece de ingresos propios o apenas comienza en su primer empleo, ¿Cómo logran solventar los gastos que van generando? Más de la mitad tenemos entre 18 y 23 años, pero también hay otros de 30 años y más.

Nos movemos por las ganas de seguir cooperando, lo hacemos ahorrando durante la semana y cada quien da lo que puede. Desde dinero, mayonesa o pan, lo que tengan en su hogar es bueno. La sede para comprar lo necesario y armar las tortas de jamón es la casa de uno de nosotros, hacemos cerca de 100 a 150 cajas con lonche y jugo, pero sí depende de nuestro presupuest­o. Durante su primera visita a los nosocomios locales, ¿cómo percibiero­n la reacción de las personas a las que se acercaban?

Te reciben con una sonrisa. Incluso hay quienes, sin conocerte, corren a darte un abrazo. Lo más emotivo fue ver a un niño en situación de calle que me dijo que ya había comido, que guardara la caja para alguien que tuviera hambre. Ellos se dan cuenta de que buscas ayudar y lo respetan.

Al lugar arribamos en una camioneta, levantamos la cajuela y tenemos listas las cajas, empezamos a decirle a la gente que estamos repartiend­o cenas, vienen y se pasan la voz, pero no solo se acercan solo porque les vas a ofrecer algo, también quieren desahogars­e; te platican que se emocionan porque se sienten abandonado­s, ver que alguien se acuerda de ellos les regresa la sonrisa al rostro.

Uno de los mejores sentimient­os es observar esa cara que ponen los pequeños cuando les das un detalle. Si todos ponemos un poco de nuestra parte, tal vez no cambiaremo­s el mundo por completo, pero sí nuestro entorno y por algo se inicia. Además de comida, ¿qué otro tipo de apoyos han brindado a los sectores vulnerable­s de la región? Por lo general nos juntamos para asistir en hospitales y a personas sin hogar, pero en diciembre decidimos adquirir juguetes para llevarles un poco de la Navidad y felicidad a los menores de colonias de bajos recursos. Aunque no eran los obsequios más modernos o de última generación, estaban encantados por recibirlos, tanto las muñecas y los carritos. Durante los sismos en septiembre recaudamos cerca de mil 500 pesos que invertimos en medicinas para los estados afectados, solo somos jóvenes que quieren ayudar y es lo que hacemos. No tenemos patrocinad­ores ni los buscamos, aunque sí nos gustaría que más gente se uniera, porque así podríamos obtener más comida, dinero, regalos y beneficiar a una mayor cantidad de personas. Al impulsar este tipo de acciones altruistas, ¿qué has observado o notado entre tus compañeros y en quienes comparten la experienci­a contigo?

Considero que el principal aprendizaj­e para todos nosotros ha sido conocer de cerca la empatía, saber cómo vive y siente el otro, reflexiona­r sobre lo que está pasando y decidir que si uno tiene un poco para dar, hay que hacerlo.

Ayudar no es sobre obtener reconocimi­ento de terceras personas, es algo desinteres­ado y eso lo descubres cuando vez la felicidad en otra persona. Es una impresión que te cambia y te hace comprender la necesidad a través de los ojos de otro. Héctor Luis Zertuche finalizó apuntando que, aunque las fiestas decembrina­s son “una excusa perfecta para ayudar al prójimo”, la empatía no debe limitarse a temporadas ni a momentos, “algunos de nosotros tampoco tenemos tiempo, pero cuando se quiere algo de corazón se busca la manera de lograrlo. Invito a todos los que tienen la intensión de ayudar a hacerlo realidad y a no quedarse solo con la idea”.

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