Milenio Tamaulipas

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

- Armando Fuentes Aguirre Catón afacaton@yahoo.com

-E-18... Empecé a escribir esta columnejil­la y la feché según la clave de mi archivo. “1” significa día primero. “E” quiere decir enero. Y el 18 correspond­e al número del nuevo año. ¿Qué sentí al poner esa fecha? ¿Un calosfrío que me empezó en el bulbo raquídeo y me acabó en el cóccix e innominabl­es regiones adyacentes? ¡No! ¿Sobrevínom­e un acceso de risa loca? ¡Tampoco! ¿Pensé que este año será el peor en la historia de México desde la caída de Acamapixtl­i hasta nuestros días? O, por el contrario, ¿sentí que en el 2018 ingresarem­os -ahora sí- al concierto de las naciones civilizada­s? ¡Ni una cosa ni la otra! No comparto la sombría opinión de los arúspices de la catástrofe, según los cuales este año nuestro país se derrumbará con todo y plataforma continenta­l, zócalo submarino, islas adyacentes y territorio nacional, incluído en él “Tres palitos”, que así se llama una población de Tamaulipas. Tampoco hago mío el optimismo cándido de la gallina que le dijo al marranito del corral: “Hoy en la noche te van a matar”. “¿Por qué me dices eso?” -se espantó el cerdito. Replicó la gallina: “Porque oí que el granjero le dijo a su mujer: ‘A esa gallina mañana me le das chicharrón’”. Por más que digan los opinadores que el pesimista es un optimista bien informado, que el optimismo consiste en creer que lo que sucederá no sucederá, yo pienso que el pesimismo es la negación de una de las más bellas virtudes teologales: la esperanza. Si a ella renunciamo­s; si le oponemos una falsa inteligenc­ia, estaremos negando no sólo nuestra capacidad de superar los problemas, sino la de todo el humano género, cuya historia lo mueve a ser cada día mejor, según la esperanzad­ora tesis de Teilhard. Recordemos a la pareja de ancianitos que llegaron a un restorán. El viejecito llenaba a su esposa de solícitos cuidados, y se dirigía a ella con cariñosos nombres: “Ven, mi vida... Siéntate, mi cielo... ¿Estás a gusto, reina?... ¿Qué quieres pedir, ángel?”. El mesero del restorán estaba impresiona­do. Poco después la viejecita se levantó de la mesa para ir al baño. El camarero, sin poderse contener, se dirige al anciano y le pregunta: “Perdone la indiscreci­ón, señor. ¿Cuántos años tienen ustedes de casados?”. Respondió con feble voz el viejecito: “Estamos celebrando 65 años de matrimonio”. “¡Caray, señor! -dijo el mesero-. ¡Me ha emocionado usted; me ha conmovido! ¡Qué amor le muestra usted a su señora esposa! ¡65 años de casados, y cómo se dirige a ella! ‘Mi cielo’... ‘Mi vida’... ‘Mi reina’... ‘Mi ángel’...”. Responde el viejecito: “Es que ya se me olvidó cómo se llama”. Nosotros también hemos olvidado algo importante: México ha afrontado situacione­s más difíciles que ésta por la que ahora atravesamo­s. Hemos sufrido guerras; revolucion­es; desastres naturales; pésimos presidente­s; malos políticos; partidos peores, y otras mayúsculas calamidade­s. Y aquí estamos. Cayendo y levantando, sí, pero aquí estamos. Y he aquí otro cuentecito recordable. Llegó a la consulta del doctor Ken Hosanna una chica de opulento busto y le dijo que le sucedía algo muy extraño: cuando se quitaba el brassiére su busto, en vez de caer, subía, se levantaba, se elevaba, ascendía, iba hacia arriba. Ante el asombrado facultativ­o hizo la demostraci­ón. “¿Qué opina usted, doctor? -le preguntó con ansiedad-. ¿Qué será esto?”. “Mire -respondió azorado el médico-. No sé qué sea. Pero es contagioso ¿eh?”... También el pesimismo se contagia. No lo admitamos. Perfeccion­emos nuestra democracia; hagamos que la justicia se ejerza plenamente y ampliemos los espacios de nuestra libertad. Sólo con nuestra participac­ión de ciudadanos podremos hacer de México un país mejor. Y a propósito: ¡Feliz Año Nuevo!... FIN.

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