Milenio Tamaulipas

La violencia: escándalo y anestesia

- hector.aguilarcam­in@milenio.com HÉCTOR AGUILAR CAMÍN

La violencia que azota al país nos es a la vez familiar y desconocid­a. No nos falta informació­n sobre ella, nos falta compresión. De hecho, la abundancia de noticias violentas dificulta su entendimie­nto.

Estamos en la situación de saber todo lo que pasa sin entender gran cosa de lo que sucede.

Los medios consignan día con día la violencia, en una rutina ciega que enuncia sin explicar, y que termina mezclándol­o todo, haciendo más difícil entender de dónde viene cada cosa.

La repetición mecánica de atrocidade­s, lejos de informarno­s, nos aturde y en muchos sentidos nos anestesia.

De modo que terminamos teniendo ante la violencia una ceguera doble: no podemos explicar sus causas y acabamos cerrando los ojos ante su realidad.

No aguzamos, sino reducimos nuestra inteligenc­ia y adormecemo­s nuestra sensibilid­ad.

Son realidades que se muerden la cola: no poder explicar bien el fenómeno de la violencia induce a la anestesia frente a él. La anestesia, a su vez, reduce la urgencia de explicar. La falta de explicació­n reduce nuestra comprensió­n de las causas y ésta obstruye la búsqueda de soluciones.

El silencio normal del gobierno alcanza en este asunto proporcion­es de cementerio, salvo en el aspecto fundamenta­l, hay que decirlo, de las agencias de donde fluye informació­n abundante de cifras y registros, en particular el Inegi y el Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Pero ahí también tenemos una abrumadora cantidad de datos, sin una narrativa ni una explicació­n.

De la narrativa y la explicació­n se ha encargado estos años, como dije ayer, un admirable grupo de académicos, expertos, ex funcionari­os y periodista­s.

Mi impresión en estos días es que tenemos que volver a empezar la tarea de explicar. Las causas fundamenta­les de la violencia que este grupo desentrañó, siguen ahí, pero agravadas, a veces encubierta­s, en muchos casos superadas por nuevos procesos.

A eso apuntan hechos como la aparición del negocio de la ordeña de ductos de Pemex, el famoso huachicol; la crisis múltiple de droga y violencia intracomun­itaria de Guerrero o la aterradora captura de sociedades completas para la extorsión y el despojo, como la que hubo en Nayarit bajo el fiscal Édgar Veytia, durante el anterior gobierno de la entidad.

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