Milenio Tamaulipas

A un año de

Ser repatriado­s por el gobierno de Donald Trump, 5 personas encontraro­n la manera de enfrentar su situación, además de apoyar a otras

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ustavo Lavariega toma la tinta negra del estante y la vierte en el bastidor. La silueta de un bad hombre con sombrero mexicano se plasma en una de las camisetas. No es cualquier hombre malo: los creadores de Deportados Brand decidieron poner la cara del mandatario de EU en el diseño de una de sus playeras.

El presidente Donald Trump culpó a algunos bad hombres mexicanos por la epidemia de drogas en todo su país y prometió: “Los vamos a sacar”. Además, amenazó con enviar tropas a México para detener a los bad hombres, a menos que el Ejército mexicano hiciera un mayor esfuerzo para detenerlos.

Deportados Brand es la primera marca de ropa diseñada por repatriado­s. La crearon Ana Laura López, Gustavo Lavariega, Eleazar Hernández, Adán Jácome y Diego Miguel María. Cuentan con más de diez diseños estampados en playeras y bolsas en los que se leen frases como: “chingones aquí y allá”, “deportados, pero no derrotados”, “the border crossed my life” (la frontera cruza mi vida).

Los cinco deportados sueñan que las ventas de sus camisetas estampadas en serigrafía sean suficiente­s para reunificar a sus familias.

Desde hace un año Gustavo no ha podido ver a sus dos hijas que viven en EU. Anhela que la empresa crezca y genere las ganancias necesarias para que pueda comprar los boletos de avión para que vengan a visitarlo. También sueña con tener una casa digna para ellas.

Es un sueño compartido, el sueño mexicano de cinco deportados que surgió cuando desde hace un año Ana Laura López comenzó a tejer una red de apoyo de migrantes a la que llamó Deportados Unidos en la Lucha. Ella es uno de los últimos expulsados de Barack Obama. Después de trabajar 15 años en Chicago la detuvieron en el aeropuerto cuando pretendía viajar hacia Ciudad de México para regulariza­r su situación migratoria. Como sanción, no podrá volver a EU en 20 años. Allá se quedaron sus hijos: Dany, ahora de 14 años, y Ángel, de 16. Gustavo estampa una vez más la imagen del bad hombre a la vez que recuerda cómo nació la empresa: “Nosotros vendíamos dulces en la calle, para identifica­ros mandamos a hacer unas playeras que comenzaron a gustarle a la gente”.

—Véndenos una playera, ¿no tienes playeras?, les decían a su paso.

Así nació Deportados Brand, un proyecto de autoempleo apoyado por la Secretaría del Trabajo de CdMx para ayudar a los repatriado­s. Al colectivo, la dependenci­a les prestó la maquinaria por un año y los evaluará para ver si son aptos a fin de que se la entreguen definitiva­mente.

“Más que una empresa lucrativa es una empresa social con un motor y con un origen bien definido que es lograr la reunificac­ión familiar en este caso específico de estas cinco personas que lo conformamo­s”, dice Ana Laura, quien se enfrenta al reto de ser mamá a distancia a través de videollama­das y mensajes.

La separación, dice, es un dolor que está ahí, pero es el que le ha dado fuerza para seguir adelante. Adán comparte esa dolencia. “Lo más duro es lo de mi esposa y mi adaptación a volverme a enrolar a toda mi gente que dejé hace 16 años, que muchos amigos se han muerto por drogas”.

Los miembros del colectivo, dicen que Deportados Unidos en la Lucha se han convertido en su segunda familia, pero también en una forma de asimilar su nueva realidad:

“Es aprender a aceptar y que sea respetada esa nueva identidad que ahora tenemos, que es ser de aquí y de allá. Soy tan mexicana como también soy americana, aunque nunca haya tenido el privilegio de obtener mi estatus migratorio me siento también de allá. Quiero a EU como a México”, dice Ana Laura. A Ana Laura la conocí en marzo de 2017 cuando ella y algunos deportados se reunían cada martes a las afueras del museo Franz Mayer en CdMx. Se sentaban en la orilla de fuente y ahí hacían planes y se escuchaban. “Todos hemos pasado por depresione­s, aquí nos echamos porras unos a otros”, decía aquella tarde de marzo.

Ese día sus compañeros la escuchaban atentos y ella les planteaba algunas acciones.

—Una de las tareas que tenemos para estos días es averiguar las fechas y horarios de los vuelos de otros repatriado­s; entonces, en el país había mucha preocupaci­ón por los migrantes por el tono colérico con el que el presidente de EU se refería a ellos.

La misión quedó anotada en la libreta de Ana Laura como un deber para recibir a los miles de deportados que se esperaban en la nueva administra­ción. Y cumplieron. Desde hace un año Deportados Unidos llega a la terminal 2 del aeropuerto Benito Juárez y se dirige a la puerta N. Ahí espera a los repatriado­s.

El gobierno de Obama deportó a 2 millones 833 mil 849 mexicanos. En 2016, durante su último año, expulsó a 219 mil 958 personas. En 2017, en su primer año en el gobierno, Trump deportó a menos personas: 167 mil 313.

—Bienvenido, yo también viví la deportació­n como usted. Estuve 16 años en Las Vegas y me deportaron el año pasado —le dice Adán Jácome, a un hombre que acaba de llegar con sus pocas pertenenci­as metidas en un costal.

Adán recuerda muy bien su llegada al aeropuerto.

“Me sentía muy frustrado, como que me quitaron media vida, porque dejé a mi esposa. Cuando se abrió la puerta sentí algo, que estaba mi hermano y mi sobrina. La verdad empecé a llorar y me decía mi sobrina, tío no llores ya estás aquí en México y estás bien”.

Lo recibió su familia, pero hay muchos migrantes que no tienen a nadie que los espere.

Hace siete meses, Adán conoció a Deportados Unidos en Lucha por otros amigos que también habían sido repatriado­s. Se unió al colectivo y comenzó a asistir semanalmen­te al aeropuerto para recibir a los repatriado­s.

“Vengo a asesorar a los muchachos que vienen destrozado­s, a darles ánimo. De corazón lo hacemos sin percibir un salario”, cuenta.

Los ayudan a asuntos básicos, como prestarles el teléfono, acompañarl­os al Metro, ayudarles a llegar a una dirección, contarles de algunos programas gubernamen­tales que les pueden ser útiles o hasta ofrecerles un techo donde pasar la noche. En el tapanco del taller de serigrafía pusieron unos colchones para auxiliar a quien lo necesite.

Adán está dispuesto a tender la mano a los deportados de Trump y lanza una idea al resto de los mexicanos.

“Si quieren ayudarnos, que nos apoyen comprando las playeras que estamos haciendo y a echarle ganas a que también en México tenemos un sueño”.

Las camisetas, bolsas y tazas con los diseños exclusivos de Deportados Brand pueden adquirirse en el pequeño taller que se ubica en la calle Eligio Ancona 210, colonia Santa María la Ribera. También se les puede contactar a la página de Facebook con el nombre de la microempre­sa: https:// www.facebook.com/Deportados­Brand-1006390271­68486/.

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