Milenio Tamaulipas

Para no arruinar el Oscar…

- Susana Moscatel Twitter: @SusanaMosc­atel

1ada me divertiría más en la vida que la Academia tuviera el suficiente sentido del humor como para invitar a Steve Harvey, el dueño del error original en una ceremonia de premiación, a entregar el Oscar a Mejor Película este año. Cuando es tan difícil reír, cuando hay tantos temas terribles como el acoso sexual, racismo, falta de equidad de pagos en la industria y lo que se acumule de aquí a marzo, de verdad van a tener que trabajar los temas de los que la sociedad todavía se atreve a reír. Este es uno de ellos.

Después de que Steve Harvey se equivocó en Miss Universo lo volvieron a invitar ya dos veces a conducir, y ya es un maravillos­o clásico. Por ejemplo, el otro día que corríamos el maratón de Disney en Orlando, el camino estaba tapizado de gente que había ido a echar porras y a hacer reír un poco a los corredores con sus letreros. Mi favorito, sin duda, fue el del conductor con cara de alegría diciendo: “Bienvenido a Sea World. ¡Corre!”. En fin, ya es todo un clásico.

Pero el error de Harvey se debió a que en Miss Universo antes solían decir el segundo lugar (the

runner up) para que la triunfador­a dedujera que ella era la ganadora y estallara en lágrimas de emoción. No más. Ahora se va directo a “Miss Universo es…”. El error del Oscar; sin embargo, fue un asunto más complicado. Y mucho más estúpido, consideran­do que se trata de una de la firma de contadores más importante del mundo Price Waterhouse Coopers, la que entregó el sobre equivocado al pobre de Warren Beatty. ¿Por qué? Si recuerdan bien, por andar distraído mandando tuits respecto a lo que estaba pasando tras bambalinas de los premios (asunto que de por sí se supone, estaba prohibido).

Pero sí, después de trabajar juntos por 83 años no los corrieron, solo agregaron un socio más con todos los resultados, un plan de contingenc­ia por si alguien mete la pata y lo más importante: nada de celulares. Ni modo, contadores, tendrán que narrar a la antigüita, no en sus “historias de Instagram” (claro que los asociados que llevarán a cabo ese trabajo ya no serán los mismos).

La cosa es que habrá tanto nervio por tantos motivos que es mucho más probable que cualquier error ocurra por otro motivo. Y la verdad, por más que me encantaría ver a mi adorado Spielberg decir: “No, no, este Oscar es de Guillermo”. La verdad es que la ceremonia tiene tan buenas películas en juego que de por sí va a ser una decisión compleja.

Así que la única manera que tienen para arruinar la fiesta es si dejan que el terror que todos tienen, de volver a equivocars­e en vivo (créanme, se un poco de eso), de ofender a cualquiera que quiera ser ofendido (de eso sé aún más), es si dejan que la solemnidad dictamine el tono de la ceremonia. Una de las cosas que más hacen falta estos días son esas risas que nos han prohibido.

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