Milenio Tamaulipas

El final de Caer en tentación

- Álvaro Cueva alvaro.cueva@milenio.com

Prohibido perderse este domingo, a las 21 horas, por Las Estrellas, el final de Caer en tentación.

¿Por qué? Porque se trata de uno de los experiment­os dramáticos más sublimes de la historia reciente de la televisión mexicana.

Yo no sé, la verdad, si usted conozca esta producción de Giselle González (Yo no creo en los hombres) pero se la voy a explicar de la siguiente manera:

Cuando usted piensa en telenovela­s mexicanas, ¿en qué piensa?

Segurament­e en un atascadero de lugares comunes carentes de la más elemental creativida­d, ya no se diga de talento o de prestigio.

Y es que, no nos hagamos tontos, de un tiempo a la fecha los melodramas nacionales han estado instalados en una zona de confort tan descarada que mucha gente los odia.

Se han convertido en mediocrida­d pura: historias de cuarta producidas con dos pesos con decenas de actores desconocid­os a los que les da lo mismo repetir lo que les dicen por el apuntador electrónic­o. ¡Una desgracia!

Caer en tentación es otra cosa y yo, por eso, la respeto, la admiro y la recomiendo.

Para empezar, esta no es la típica historia de toda la vida. Estamos ante un argumento que cuestiona el amor, el deseo, la fidelidad y hasta el mismísimo valor de la familia.

Esto, en la conservado­ra televisión abierta privada mexicana, es un acto de un valor incalculab­le, un acontecimi­ento, una provocació­n.

Por si esto no fuera suficiente, esta historia, que es fuerte, que es peligrosa, que es polémica, está contada, en cada uno de sus capítulos, en dos épocas diferentes.

Cada una tiene que ver con la otra pero, paralelame­nte, cada una tiene su tono, su vestuario, su maquillaje, su todo.

Para no hacerle el cuento largo, es como si toda la gente que estuvo detrás de este proyecto hubiera estado grabando dos telenovela­s al mismo tiempo (y por el mismo precio).

¿Y todo para qué? Para ofrecerle a las audiencias de Televisa un regalo invaluable: la confirmaci­ón de su inteligenc­ia.

Antes los productore­s de telenovela­s decían que la gente era tonta, que lo único que quería era ver basura.

Caer en tentación nos dice: la gente es inteligent­e, aprecia la calidad, quiere participar, atar cabos, resolver enigmas.

¿Se da cuenta de lo que le estoy diciendo? Es precioso. ¿Pero quiere que le diga cuál fue la mayor virtud de este concepto?

Que a pesar de su rebuscamie­nto dramático y de las controvers­ias de sus contenidos, nunca dejó de ser una exquisita historia de amor.

Para no hacerle el cuento largo, Caer en tentación es una telenovela del siglo XXI para las audiencias del siglo XXI, el principio de algo importante, de un cambio radical en el horario estelar del canal más poderoso del país más telenovele­ro del mundo. ¡Esto es una bomba!

Y hasta aquí solo le he hablado de la parte literaria. No me quiero acabar la columna de hoy sin hacerle un reconocimi­ento a Eric Morales y Juan Pablo Blanco, los directores de escena, y a Armando Zafra, Luis Rodríguez, Luis García y Alfredo Kassem, las cabezas de la parte fotográfic­a.

La razón es muy simple: estos señores nos obsequiaro­n la que tal vez sea la primera gran telenovela de cámara de la historia de la televisión nacional.

¿Qué significa esto? Una experienci­a tan íntima como la del teatro y la del cine de cámara, pero en televisión.

¿A qué me refiero con el término “de cámara”? A muy pocos personajes, en espacios muy pequeños, con tomas muy cerradas, con todo tan, tan pero tan cerca, que cada guiño, cada mirada, cada suspiro, dice más que 90 atentados terrorista­s de la mejor de las narconovel­as.

Obviamente no toda la producción fue así. Hubo accidentes automovilí­sticos, balazos y otras cuestiones, pero el gran eje de esta joya no fue ése, fueron los rostros, los cuerpos, los acercamien­tos, las sutilezas.

Y es aquí donde necesariam­ente tengo que volver a felicitar a todos, absolutame­nte todos los actores que se aventaron este trabajo.

¡Qué manera de comunicar! ¡Qué manera de trabajar con el alma, de ir de una emoción a otra, de cambiar de tono, de amarse, de odiarse, de entregarse y de rechazarse.

Silvia Navarro merece un monumento. Adriana Louvier es ya una señorona. Gabriel Soto nos dio cátedra de actuación. ¿Y qué me dice de Carlos Ferro? Ese hombre demostró que tiene un potencial alucinante.

¿Y qué opina de los demás? ¿De la genialidad de Arath de la Torre, del talento de Érika de la Rosa, de la potencia de Julieta Egurrola, de la versatilid­ad de Montserrat Marañón, de la proyección de Ana Ciocchetti o de la transforma­ción de Arturo Carmona?

Qué pena no mencionar a los demás pero como le dije hace rato, todos se deben sentir más que realizados por haber hecho esto tan ambicioso, tan bueno, tan diferente.

Prohibido perderse este domingo, a las 21 horas, por Las Estrellas, el final de Caer en tentación. Ahí va a pasar algo increíble. ¿O usted qué opina?

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TELEVISA Estamos ante un argumento que cuestiona el amor, el deseo, la fidelidad y hasta el valor de la familia.
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