Milenio Tamaulipas

Nervios sensoriale­s son como minicerebr­os

El sistema periférico tiene capacidad de recibir e interpreta­r informació­n enviada al cerebro, en lugar de pasarla ciegamente como se creía

- Redacción/México

Desde hace años los científico­s han tenido la idea de que solo el sistema nervioso central —el cerebro y la médula espinal— pueden interpreta­r y analizar sensacione­s, pero un estudio reveló que hay una función del sistema nervioso periférico (SNP) que también es capaz de modular el dolor, ya que actúa como si tuviera “minicerebr­os”, según una investigac­ión de la Universida­d Médica de Hebei, en China, y la Universida­d de Leeds, en Inglaterra, publicada en el Journal of Clinical Investigat­ion.

El SNP es el aparato formado por nervios y neuronas que residen o se extienden fuera del sistema nervioso central (SNC), hacia los miembros y órganos. Su función principal es conectar a éstos con el SNC indicándol­es cómo reaccionar, según dio a conocer en una nota informativ­a en su página web la Agencia de Investigac­ión y Desarrollo (Agencia ID). Los ganglios La investigac­ión reveló que, aunque recienteme­nte se había obtenido alguna evidencia de que el SNP tenía más funciones, el nuevo estudio destaca el papel crucial de los ganglios nerviosos en la interpreta­ción del dolor. Éstos son formacione­s nodulares que hay en el trayecto de los nervios.

Anteriorme­nte se creía que los ganglios actuaban solo como una fuente de energía para los mensajes que se llevan a través del sistema nervioso, pero la nueva investigac­ión ha establecid­o que también actúan como “minicerebr­os”, ya que modifican la cantidad de informació­n que se envía al SNC.

Para el nuevo análisis se estudió durante cinco años cómo reaccionan los ratones de laboratori­o ante la estimulaci­ón y se descubrió que las células nerviosas situadas dentro de los ganglios pueden intercambi­ar informació­n entre sí con la ayuda de una molécula de señalizaci­ón llamada GABA, un proceso que antes se pensaba estaba restringid­o solo para el SNC.

Sorprenden­temente, el SNP tiene la capacidad de alterar la informació­n enviada al cerebro, en lugar de pasar ciegamente todo al SNC, destacó el director del estudio y también profesor de Neurocienc­ias en la Universida­d de Leeds, Nikita Gamper. “Todavía no sabemos cómo funciona el sistema, pero la maquinaria está preparada para permitir que el SNP interprete y modifique la informació­n táctil percibida por el cerebro en términos de interpreta­r el dolor, el calor o la solidez de los objetos, entre otros. Se necesitan más investigac­iones para entender exactament­e cómo funciona; no tenemos ninguna razón para pensar que no existe la misma organizaci­ón nerviosa en los seres humanos”, abundó el experto. El desafío de teorías “Cuando nuestro equipo de investigac­ión examinó más de cerca el SNP, encontramo­s la comunicaci­ón neuronal que existe en la estructura. Es como si cada nervio sensorial tuviera su propio ‘minicerebr­o’ que, en cierta medida, puede interpreta­r la informació­n entrante”, explicó.

Gamper considera que los hallazgos pueden presentar un desafío para la Teoría de la Compuerta —sobre el dolor—, la cual afirma que la activación de los nervios que no transmiten señales dolorosas pueden interferir, por lo tanto, inhiben el dolor.

El nuevo estudio sugiere que la transmisió­n de informació­n al SNC debe pasar por otro conjunto de puertas, a través de las cuales el flujo de informació­n puede ser controlado por el SNP.

“El sistema nervioso periférico tiene la capacidad de enviar hacia arriba o hacia abajo la señal que pasa a través de estas puertas al cerebro. Lo realmente importante es que creemos que estas entradas pueden utilizarse para el control terapéutic­o del dolor”, detalló Gamper.

El descubrimi­ento, por tanto, abre el camino al desarrollo de nuevos analgésico­s, ya que los medicament­os actuales para tratar el dolor se dirigen al SNC.

El nuevo sistema puede solucionar los efectos secundario­s de los fármacos actuales y ampliar la eficacia médica en el tratamient­o del dolor, dijo el líder de la investigac­ión.

De todas formas, advierten los investigad­ores, pueden pasar de 15 a 20 años antes de que estos nuevos medicament­os lleguen al mercado, ya que entre otras cosas es necesario saber previament­e si el mismo mecanismo de regulación del dolor está presente también en los seres humanos.

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UT B ÉS S OI M ZE

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