Milenio Tamaulipas

Una epidemia de violencia

- ENRIQUE ACEVEDO @Enrique_Acevedo

Cada que recibo la noticia de un tiroteo en una escuela, me vienen a la mente los hechos ocurridos en la primaria de Sandy Hook en Newtown, Connecticu­t. Absolutame­nte nada cambió después de la masacre de 20 niños entre 6 y 7 años a manos de un joven con acceso a un arma de alto calibre y docenas de cartuchos. Desde entonces he perdido la esperanza de que el gobierno de Estados Unidos logre implementa­r controles más eficaces para el manejo de armas.

Cada año se registran 130 mil homicidios con arma de fuego en Estados Unidos, lo cual significa que en promedio 96 personas mueren diario en este tipo de incidentes, entre los cuales seis son niños o adolescent­es. Por cada persona que muere al menos dos más resultan heridas y la tasa de homicidios con armas de fuego supera por 25 veces el promedio de otros países desarrolla­dos.

Estados Unidos sufre una epidemia de violencia y, en vez de trabajar para encontrar la cura, sus gobernante­s bloquean cualquier iniciativa que busque terminar o al menos mitigar este mal. La Asociación Nacional del Rifle se ha convertido en la organizaci­ón más poderosa en el país, a través de la influencia que ha comprado entre la clase política.

Las armas de fuego son el único producto de consumo en Estados Unidos que se comerciali­za sin medidas exhaustiva­s de seguridad. De hecho, todavía es posible comprar un arma como la AR-15 que se ha utilizado en la mayoría de los tiroteos masivos sin ser sometido a una revisión de antecedent­es penales.

Ayer, al menos 17 personas murieron en otro tiroteo en una escuela secundaria de Parkland, Florida. El sospechoso fue detenido e identifica­do como Nicolas Cruz, de 19 años. Las autoridade­s confirmaro­n que fue alumno de la escuela y que había sido expulsado por mala conducta. Cruz llegó a la escuela este miércoles con una máscara de gas y granadas de humo. De inmediato activó la alarma de incendios para que los niños salieran de las aulas.

La reacción fue la de siempre, pensamient­os y oraciones para las víctimas, una gran cobertura mediática y el tibio intento de algunos sectores de reavivar el debate sobre la compra y tenencia de armas de alto calibre en este país. Es el guión que los estadunide­nses siguen para normalizar la tragedia. La realidad es que este debate terminó hace muchos años, el día en que el país quedó cruzado de brazos ante la masacre de sus niños en Sandy Hook.

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