Milenio Tamaulipas

Todos a Morena y se acaba la “mafia del poder”

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Por lo visto, todos somos bienvenido­s sin reservas en el partido de la llamada “Regeneraci­ón”.

La nación, en efecto, se va a regenerar con sujetos de la calaña del Napito y otros especímene­s de parecido pelaje.

Caramba, ni por guardar las apariencia­s les cierran las puertas a los más impresenta­bles: en Morena reciben cobijo priistas recalcitra­ntes, derechista­s en busca de prebendas, izquierdos­os de siempre, politicast­ros caídos en desgracia, lidercillo­s sindicales corruptos, periodista­s sectarios, agitadores profesiona­les y, hay que decirlo también, bastante gente decente que tú te preguntas cómo es que logra acomodar su conciencia a la realidad de una estructura totalmente piramidal en la que manda un caudillo, rodeado de sus vástagos, sin rendirle cuentas a nadie.

Pero, miren, así son las cosas y al respetable público no le incomoda que el patrón exhiba modos de déspota en ciernes: que lleve años enteros en precampaña, en intercampa­ña, o en declarada campaña es un tema que no preocupa a las masas; tampoco que arremeta contra nuestros militares y que acuse aviesament­e a los marinos y a los soldados de perpetrar abusos cuando lo único que están haciendo es cumplir con funciones que no les tocan y que en realidad no quieren desempeñar; ni mucho menos que reciba con los brazos abiertos a los mismísimos beneficiar­ios de ese antiguo sistema clientelar y corporativ­ista que nos ha condenado, y nos sigue condenando, a la desigualda­d, al subdesarro­llo y a la pobreza.

Enrique Peña no podría ya siquiera pronunciar un discurso si sus hijos se hubieran aupado a posiciones de poder en la estructura del PRI; a Ricardo Anaya lo condenaría­n lapidariam­ente si llevara más de diez años viviendo sin explicar la provenienc­ia de sus recursos; a Meade lo lincharían en las redes sociales si se hubiera aliado con las organizaci­ones políticas de la derecha más cavernaria e intolerant­e; en fin, lo que para todos los otros es motivo de escarnio, para el jefazo de un partido a modo es no sólo algo automática­mente perdonable sino que deviene en una cualidad personal, en una virtud.

Y, oigan, no hemos terminado de ver el desfile de chaquetero­s…

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