Milenio Tamaulipas

El estrellato de la corrupción

- 'Ì$ &21 'Ì$ HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

El consenso de los candidatos a la Pre- sidencia en torno al combate a la corrupción es absoluto. Han coincidido todos, durante el fin de semana, en que la combatirán como prioridad de su gobierno. López Obrador ha ido más allá: se ha comprometi­do a terminar con ella.

Podemos creer que todos la combatirán, pero difícilmen­te que alguien acabará con ella. Del mismo modo que podemos creer a quien dice que ama a alguien, pero difícilmen­te a quien promete amar a ese alguien toda la vida.

La corrupción no puede erradicars­e, no está erradicada ni siquiera en los países menos corruptos del mundo. Puede reducirse a niveles tolerables en una sociedad democrátic­a, abierta y moderna, como puede llegar a ser México. Nada menos, pero nada más.

Como en tantas cosas, en esto de la corrupción la demagogia empieza con la palabra “todo”, pero sigue con la abundancia de promesas y la falta de detalles sobre cómo emprenderá cada candidato la batalla.

El que más lejos ha ido en eso es, otra vez, López Obrador: la corrupción desaparece­rá a partir de su ejemplo. Cuando el presidente no robe, dice, nadie robará.

Otra vez: es más fácil creer que combatirá la corrupción “obcecadame­nte”, con terquedad que raye “en la locura”, como ha dicho, que creer en que su remedio funcionará.

El hecho es que la corrupción se ha instalado en el estrellato de la agenda de gobierno de los tres candidatos centrales de 2018, pero ninguno sabe de una manera clara, creíble, cómo cumplirá la tarea.

Digamos que en este asunto de la corrupción, la campaña está empezando. Añado, dado lo que dicen las encuestas, que el candidato de mayor credibilid­ad en la materia es López Obrador, pero si cree que con ello bastará para conservarl­a en los meses que siguen, probableme­nte se equivoca.

Un esfuerzo inteligent­e de sus adversario­s para llegar a propuestas detalladas, precisas, puede arrebatarl­e la credibilid­ad en la materia.

La campaña es todavía muy larga, el país muy grande, la corrupción muy extendida y seria, como para pensar que la voluntad obcecada de alguien basta para resolver el problema o siquiera para plantearlo correctame­nte.

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