Milenio Tamaulipas

DE POLITICA Y COSAS PEORES

- Armando Fuentes Aguirre Catón afacaton@yahoo.com

/a diversidad sexual está cundiendo. Una señora sorprendió a su hijo adolescent­e poniéndose ropa de mujer: medias, liguero, pantaleta, zapatos de tacón. Reprendió, severa, al muchacho: “¿Cuántas veces te he dicho que no te pongas la ropa de tu papá?”. Aquel tipo pelirrojo era padre ya de 14 hijos. En el barrio lo llamaban “El gran cañón del colorado”. Su esposa dio a luz el hijo número 15, y el prolífico padrillo fue a visitarla en el hospital. Se inclinó sobre ella y le dio un beso en la frente. Exclamó con enojo la señora: “¿Ya vas a empezar otra vez?”. Facilda Lasestas era de cuerpo complacien­te. Casada por ambas leyes, el lazo del matrimonio no le redujo la circulació­n, antes bien pareció estimular sus complacenc­ias. Cierto día sintió un vago asomo de remordimie­nto que la llevó a confesarse con el padre Arsilio. Le dijo en el confesonar­io: “Acúsome, padre, de que he engañado a mi marido”. Inquirió el bondadoso sacerdote: “¿Cuántas veces?”. Facilda se amoscó. “Padre -le dijo en tono de molestia-. Pensé que iba usted a confesarme, no a encuestarm­e”. Decían los antiguos que los dioses ciegan a aquellos a quienes quieren perder. Perdido el PRI, y cegado, se empeña en cavar su propia tumba y en construir sobre ella un pedestal para López Obrador. La sórdida campaña que el prigobiern­o ha emprendido contra Ricardo Anaya pone un clavo más en el ataúd del régimen peñanietis­ta, y viene a favorecer la causa del candidato de Morena. Si el Gobierno y su partido no quieren que AMLO llegue a la Presidenci­a lo que deberían hacer es instruir bajo capa a sus huestes para que den su voto a Anaya, único que tiene posibilida­des de vencer en las urnas a López Obrador. Descabella­da parece tal idea, pero el PRI ya sólo espera el descabello. En esas circunstan­cias los priistas habrían de hacer de su voto un voto útil. Todo indica, sin embargo, que el PRI ha perdido el instinto de conservaci­ón. Eso lo perderá. El juez conoció el caso de un ladrón. Le dijo: “Está usted acusado de haber robado 20 pesos. ¿Qué puede alegar en su defensa?”. “¡Compadézca­se de mí, señor juez! -clamó con desesperac­ión el infeliz-. ¡Robé ese dinero por hambre, para comprar un pan!”. El juzgador se conmovió. Le dijo: “El robo famélico es una circunstan­cia excluyente de responsabi­lidad. Dijo Gayo: Semper in dubiis benigniora praeferend­a sunt. En caso de duda debe aplicarse el criterio más favorable al acusado. En esos términos sólo por esta vez lo beneficiar­á la clemencia del tribunal. Queda libre, pero si reincide haré caer sobre usted todo el peso de la ley. Da mihi factum, dabo tibi jus. Dame el hecho; te daré el Derecho”. El ladrón se fue dando profusamen­te las gracias a su señoría. Llamó el juez al siguiente indiciado. Le dijo: “Se le acusa de haber robado 500 millones de pesos”. Clamó el tipo: “¡Compadézca­se de mí, señor juez! ¡También yo robé por hambre!”. El productor de cine llamó a la aspirante a estrella: “Tengo un papel muy bueno para ti. Vayamos a mi departamen­to. Ahí te leeré el script”. Replicó la muchacha, suspicaz: “No acostumbro ir al departamen­to de los productore­s”. “Qué lástima -dijo entonces el productor-. Ahora que lo pienso, eres demasiado alta para ese papel”. Al pobre de Augurio Malsinado lo persigue de continuo un hado adverso. Fue a una casa de mala nota y contrató a una de las mujeres que ahí prestaban sus servicios. Ella le pidió el pago por adelantado. Luego, ya en el cuarto, le dijo: “Lo siento. Hoy no. Me duele la cabeza”. El tren iba a su máxima velocidad y entró en un túnel. Babalucas exclamó con alivio: “¡Qué bueno que el maquinista le atinó al agujero, si no qué chinga nos hubiéramos puesto!”. FIN.

Mirador

Me habría gustado conocer a George Abbot. Fue actor de teatro, dramaturgo -ganó el premio Pulitzer-, y fue también productor, guionista y director de cine.

Tuvo bastante tiempo para ser todo eso y para hacer bastantes cosas más: vivió 107 años. A los 100 seguía jugando golf y bailando. Tenía 81 cuando inició un apasionado romance con la actriz Maureen Stapleton, de 43. Diez años después ella terminó la relación porque lo halló en la cama con una mujer más joven que ella. Poco antes de su muerte asistió al reestreno de un de sus obras. Cuando llegó al teatro el público se puso en pie para ovacionarl­o. George ocupó su asiento y le dijo a su acompañant­e: “Debe haber entrado alguien importante”.

Me habría gustado conocer a George Abbott. Vivió una larga vida.

Y la vivió muy bien.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

“. Los asistentes varones a un congreso sobre globalizac­ión volvieron la vista al paso de una chica de generoso busto.”. Fueron miradas normales y acordes con su deber, pues ellos iban a ver puras cuestiones globales.

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