La violencia electoral
El secretario de la OEA, Luis Almagro, ha llamado la atención sobre la frecuencia de asesinatos con tintes electorales que México registra desde que empezó la contienda.
“Un asesinato cada cuatro, cinco días”, dijo Almagro, “es un margen de violencia inaceptable en un proceso electoral. Nos preocupa sobremanera”.
La violencia, dice la nota de El País, de donde tomo las palabras de Almagro, no respeta siglas ni partidos. Su lógica, en efecto, no es partidaria (http://bit.ly/2Iv7IxJ).
Saúl López Noriega, autor de las entrevistas sobre riesgos electorales publicadas en la revista Nexos que he venido glosando en estos días, me llama la atención sobre el carácter, digamos, municipal de los homicidios.
Lo que les es común es que los candidatos o aspirantes muertos están en busca de posiciones en el ámbito local de la elección, el ámbito en que grupos criminales apoderados de la comunidad o con el plan de apoderarse de ella, quieren controlar los puestos en disputa para tener de su parte a la autoridad y mantener o inaugurar su dominio sobre esos territorios.
Para esto necesitan a los presidentes municipales más que a los gobernadores o a los diputados, porque son los munícipes quienes pueden darles la impunidad y la complicidad que necesitan, dejándolos, por ejemplo, nombrar al jefe de policía del municipio o pagándoles parte de la nómina municipal y lo que más se les ocurra.
Importa reiterar que estas conductas homicidas no tienen un alineamiento político partidario, no derivan de la rivalidad electoral, sino del propósito de control territorial por parte de las 240 bandas que operan en el país, temibles dueñas de pequeños territorios.
No digo lo anterior con ánimo de minimizar el problema, más bien al contrario. La fragmentación homicida puede crear su propia lógica de contagio y dar paso a un nuevo tipo de esas epidemias criminales que tan bien ha estudiado Eduardo Guerrero.
La repetición y la impunidad invitan a la epidemia homicida. El tamaño de la elección en puerta puede activar disputas criminales en muchos comicios locales que multipliquen la estadística de ejecuciones en el país.
Y contagio es contagio: la ejecución mafiosa puede saltar en cualquier momento del nivel municipal a los otros.