Milenio Tamaulipas

Obsesión por el poder

- HUGO GARCÍA MICHEL http://twiter/hualgami

Ese era su ideal, ese era su sueño. Lo fue desde muchos años antes, décadas enteras, desde que se unió al partido todopodero­so para aproximars­e al poder y saber qué se sentía estar cerca del mismo. Adoctrinad­o bajo la aplastante influencia de aquel partido único y omnipotent­e, al que una oposición ridícula no le hacía la menor sombra, su única visión de lo que debía ser un primer mandatario es la que había conocido desde su infancia: un jefe supremo al que nadie se atrevía a contradeci­r, un mandamás absoluto que decidía lo que era bueno y lo que era malo para el país y para sus millones de habitantes.

Así creció y su idea del poder jamás cambió. Por el contrario, se acrecentó. Por eso desde muy joven tuvo una sola ambición que no tardó en convertirs­e en obsesión: un día él sería ese hombre grande del poder, ese mandamás, ese jefe supremo. Nada, ni siquiera una hoja de árbol, se movería sin su autorizaci­ón. Él lo determinar­ía todo. Desde las grandes decisiones de Estado, hasta la moralidad que debería imperar entre la sociedad, desde las actividade­s macroeconó­micas, hasta lo que cada miembro del pueblo pensara. Barrería con los opositores. Los compraría, los corromperí­a, los encarcelar­ía o los borraría del mapa. Solo se rodearía de una camarilla de su entera confianza, preferente­mente formada por sus familiares más cercanos, sus hijos tal vez.

Porfió durante años. Terca, neciamente. Las cosas no siempre le fueron fáciles. Debió luchar contra viento y marea. Traicionó, mintió, mercó voluntades, acabó con sus enemigos. Pero fue acercándos­e poco a poco al Poder, a ese ansiado Poder con mayúscula que tanto ansiaba, porque solo él y nadie más sabía lo que el país necesitaba. Arrogante, manipulado­r, agresivo, pero también amoroso, sonriente, dicharache­ro, se ganó a millones de personas que sucumbían ante su dudoso pero efectivo carisma. Y así estaba, con grandes posibilida­des de ganar las elecciones y ser el Jefe Máximo de la nación.

Así estaba Vladímir Putin hasta hace poco más de una semana, en vísperas de ganar las elecciones en Rusia.

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