Superiora de orden en París, médica y mexicana
Acabó con tradición de 150 años en los que solo elegían a francesas; fue jefa de Fisiología Pulmonar en Hospital de Enfermedades Respiratorias de Huipulco
En sus 82 años de vida la madre Silvia Conde Mata, médico de profesión, logró romper con el estereotipo de las religiosas mexicanas: fue jefa de Fisiología Pulmonar del entonces Hospital de Enfermedades Respiratorias de Huipulco; provincial —representante en un país— y superiora general —máxima autoridad a escala mundial— de su orden, Auxiliadoras de las Almas del Purgatorio. También fue presidenta de la Conferencia de Superiores Mayores Religiosos en México (CIRM).
Al ser nombrada superiora general de su congregación —con sede en París—, acabó con una tradición de 150 años, fundada en 1859, en la que no habían elegido a una superiora que no fuera francesa.
En entrevista para MILENIO, en su casa, con una sonrisa recordó que tenía 26 años cuando ingresó a la congregación y trabajó en el hospital: “La hermana que era la maestra de novicias me decía: ‘Si usted entra no va a ser médico. Entra para ser religiosa’. Yo me quedé pensando ‘cómo está eso’, porque yo quería seguir ayudando a los pobres en el dispensario, pero dije: ‘Bueno, está bien… tengo que entrar a la vida rara’”.
Su camino eclesial lo marcó el Concilio Vaticano II, en México fue una “gran revolución entre 1975 y 1980, un cambio de la vida monástica, nos vestimos como laicas para no llamar la atención, poder entrar en todos los ambientes y salimos a la inserción”.
Después de 10 años de estar en el Hospital de Huipulco (ahora Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias) y cuando éste ya no solo recibía enfermos de tuberculosis, empezaban a llegar enfermos de cáncer y se analizaban las causas del asma. En 1974 decidió salirse, ante los requerimientos de su congregación para atender a las novicias.
Identificada con la Teología de la Liberación, expresó que admira el trabajo que realizaron los obispos Sergio Méndez Arceo y Samuel Ruiz, porque tenían “un deseo de apoyar al pueblo y eso era un especie de viento que nos llevaba a todos. Pero luego, esas voces se fueron apagando y la vida religiosa sigue un camino con más silencio, con menos protagonismo”.
Con 53 años como religiosa, reconoció que es difícil este tipo de vida en México; sin embargo, sí hay oportunidades de desarrollo y no solo atender las casas de los obispos y cardenales, como un servicio doméstico. Cada vez son menos las congregaciones que tienen ese carisma.
La hermana Silvia Conde, quien presidió la CIRM, comentó que “ahí se revelaba el machismo en la vida religiosa… En las reuniones mensuales y anuales el mundo de la asamblea era eminentemente femenino, pero llegaba la elección y se presentaban más congregaciones masculinas y a quien se elegía era a un varón en lugar de a una mujer, que éramos mayoría, un hombre que no había ido más que una vez o ni se le conocía (...) entonces decíamos: ‘Pero cuándo vamos a cambiar, cuándo vamos a poder elegir a una mujer’”.
Y así fue también con los obispos, en las asambleas de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM); “uno es nada más presencia, realmente se siente una Iglesia muy masculina, a nivel de la jerarquía y en general (...) No se tomaban en cuenta las reflexiones, simplemente éramos presencia”.
En la actualidad, pese a que el papa Francisco ha solicitado que seamos una Iglesia de salida, en busca de los más necesitados, “sentimos un gran apoyo de que todo lo que se buscó es real, es válido y que hay que seguir por ahí; lo bueno es que él lo vive profundamente. Pero en la CEM no se acaba de comprender eso, en donde todos juntos caminamos”, puntualizó. “Hemos comprendido que nuestra misión real ya no es tanto tener obras, grandes luchas, sino más bien ser testigos, dar todo y no discriminar a nadie. Es una pena que hay mucha gente que quiere pertenecer a la Iglesia y no puede por que la legislación no la deja, como dijo el papa Francisco, se convirtió en una aduana y no en un espacio abierto para a todos la gente puede encontrar ese espacio de acogida de comprensión”.
“Solo somos presencia, se siente una Iglesia muy masculina en la jerarquía en general”