Milenio Tamaulipas

Julio Serrano Espinosa,

- JULIO SERRANO ESPINOSA juliose28@hotmail.com

Desde el ángulo que lo queramos ver, cancelar el Nuevo Aeropuerto Internacio­nal de México (NAIM) en el lago de Texcoco es un error garrafal.

Vamos a los hechos, los cuales no deberían estar en disputa. Se necesita con urgencia construir un nuevo aeropuerto. El actual está rebasado; se construyó hace más de medio siglo, cuando las necesidade­s del país eran muy distintas. Solo cuenta con una pista efectiva, ya no se da abasto para la creciente afluencia de pasajeros; mantener las cosas como están no es opción.

Estamos en un lugar geográfica y económicam­ente privilegia­do. Tenemos que aprovechar­lo. Necesitamo­s un súper aeropuerto para atraer turistas y negocios y, en consecuenc­ia, fomentar el crecimient­o económico.

Se hicieron varios estudios para determinar el mejor lugar posible y el centro de investigac­ión aeronáutic­a más prestigios­o del mundo, Mitre, fue categórico en recomendar el lago de Texcoco. La evaluación técnica que realizó combinó la necesidad de tener un aeropuerto de gran capacidad, que cubra la demanda de las próximas décadas, con el requisito indispensa­ble de que sea seguro para los pasajeros. Santa Lucía, por supuesto, se consideró. Pero resultó ser muy inferior al lago de Texcoco.

La crítica recurrente de López Obrador al nuevo aeropuerto es la supuesta corrupción. No es imposible que exista. Vivimos en un país en el que ha permeado a todos los rincones del gobierno. Sin embargo, el hecho que llegara a existir corrupción no implica que el proyecto del NAIM sea malo y, desde luego, que la solución sea moverlo a un lugar subóptimo. La respuesta debe ser investigar si existen irregulari­dades y, de descubrirl­as, castigar a los culpables con todo el rigor de la ley, ya sea con suspension­es, con multas o incluso con cárcel si se amerita.

Cancelar el NAIM sería costosísim­o. Ya se empezaron los trabajos, hay dinero invertido, se han colocado miles de millones de pesos en bonos para financiarl­o, de los cuales 13 mil 500 fueron adquiridos por las Afore. Cerca de 45 mil personas trabajan actualment­e en la construcci­ón del aeropuerto y se espera que para finales de año se incremente a 70 mil. El dinero es privado, por lo que en principio los recursos del gobierno no están en riesgo, pero las demandas de los afectados vendrían como cascada y además López Obrador ha anunciado que garantizar­á el pago de los bonos emitidos y que protegerá las inversione­s de las Afore.

Pero quizá el mayor costo sea en la reputación. ¿Qué confianza podemos transmitir a inversioni­stas si no se cumplen los contratos en el país, en lo que representa la obra de infraestru­ctura más importante en décadas?

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