El espantajo de Venezuela
Imaginemos que México fuere gobernado por un caudillo populista: ¿acabaría el país derrumbándose como Venezuela? Me ubico, con el perdón de ustedes, en la categoría de esos críticos del régimen chavista que el señor Fernández Noroña califica de “miserables”. Estuvo el hombre en la nación suramericana, debidamente arropado por los incondicionales de Nicolás Maduro, y no vio nada de lo que todos ven ni se enteró de lo que todos conocen: no supo de estrecheces, de muertes de infantes en los hospitales por falta de medicamentos, de encarcelamientos de opositores y de persecuciones políticas. Si lo piensas, es muy probable que ése —un sistema declaradamente dictatorial— sea justamente el que el antedicho sujeto pre- fiere como forma de gobierno. Le gustan así las cosas, vamos.
Pero, a ver, el hecho de que uno de los más conspicuos personajes de nuestra “izquierda” exteriorice tan selectivas apreciaciones y que esté tan dispuesto a ofendernos a quienes propugnamos los principios de la democracia liberal, el hecho —también— de que el mismísimo Obrador no condene manifiestamente a Maduro y a su gavilla de saqueadores (eso es lo que son, nada más, unos corruptos, dedicados con vergonzante cinismo a la depredación y, desde luego, expertos en invocar en todo momento los valores de la “revolución bolivariana” para revestir su latrocinio) y el hecho —finalmente— de que en el primer círculo del candidato de Morena no se levanten voces para denunciar tamaña aberración, todo esto, ¿significa que se va a instaurar en México un modelo parecido al venezolano?
He ahí la gran cuestión, estimados lectores. Por lo pronto, Obrador ha anunciado una medida de destrucción de riqueza totalmente manifiesta, patente y palmaria: quiere cancelar la construcción del nuevo aeropuerto internacional de la capital de México. Las consecuencias serán pura y simplemente devastadoras (por cierto, ¿los miles de trabajadores que participan ya en la construcción, van a votar por él?).
No sabemos si éste es el primer paso de un plan estatista y confiscatorio. Pero, por algo se empieza, ¿o no?
Ya luego, suponemos, nos comunicará qué otros proyectos piensa detener.