De oficio pozolero
Un rapero de considerable éxito en las redes sociales, con videos consultados por miles en YouTube y tres discos colocados en Spotify, se dedica en su tiempo libre a limpiar escenas del crimen y esta vez le han asignado junto con otro cómplice disolver los cuerpos de tres chicos que solo querían ser cineastas, contar historias, acaso algunas terribles, pero ninguna, seguro, como la que terminó con sus vidas en el violento Jalisco.
Quizá los chicos, aficionados al cine por obvias razones, conocieran el filme
Pulp Fiction (1994), de Quentin Tarantino, en el que convierte a uno de sus actores fetiche, Harvey Keitel, en el limpiador en jefe de una mafia asignado a deshacerse del cuerpo de una víctima de los matones interpretados por John Travolta y Samuel L. Jackson.
Puede ser que también hayan visto y disfrutado Nikita (1990), esa formidable película dirigida por Luc Besson, en la que Jean Reno interpreta a un limpiador al servicio de una agencia supragubernamental y trabaja en equipo con una atractiva sicaria protagonizada por Anne Parillaud, historia que dio pie a una versión hollywoodense con Bridget Fonda (Point
of no Return, John Badham, 1993) en el papel principal y dos series de televisión, una estelarizada por Peta Wilson (1997) y la última por Maggie Q (2010).
Por ser tan jóvenes, pese a vivir en una plaza caliente, es posible que no hayan sabido lo que una tarde de 2009 dio a conocer el entonces secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna: la detención de Santiago Meza López, un albañil sinaloense contratado por Teodoro García Simental, jefe de una escisión del cártel de Tijuana, para disolver en ácido a sus víctimas. Confesó haber “pozoleado”, como se dice en el argot criminal, 300 cadáveres solo en 2008 por 300 dólares a la semana.
Cómo pasó la ficción a la realidad puede responderse con el hecho de que la transición fue al revés. La descomposición intensificada por la guerra contra el narco de Felipe Calderón, ahondada con el desastre que es la seguridad en lo que va del sexenio de Enrique Peña, queda exhibida en todo su espanto con el asesinato de tres chicos y la disolución de sus cuerpos, tres jóvenes que solo querían contar historias en cine, acaso ninguna tan brutal como la que acabó con sus vidas.