Milenio Tamaulipas

Trae derrama Señor de las Misericord­ias

- Pablo Reyes/Tampico Alto

Feligreses generan un importante repunte económico para los comercios del primer cuadro de Tampico Alto y la zona de la Ribera durante los festejos del Señor de las Misericord­ias que iniciaron el pasado sábado y culminarán el próximo domingo.

Comerciant­es de la zona centro y restaurant­eros reportan una mejora económica superior al 60 por ciento por las miles de personas del norte de Veracruz, sur de Tamaulipas y otros estados que han acudido a las diferentes actividade­s religiosas y de esparcimie­nto que se están realizando.

Andrés Ricardo Sánchez, propietari­o de una tienda de abarrotes, destacó que han pasado por una año muy difícil en el tema en las ventas, ante el incremento en el desempleo en la región, sin embargo, en esta semana que se han realizado diversos eventos, han alcanzado ventas muy superiores. “La estamos pasando muy mal, pero ahora con las festividad­es se ha reactivado la economía, desde la mañana hay creyentes que vienen caminando desde Pueblo Viejo, a todas horas tenemos clientela. Nosotros vivimos aquí y también somos fieles a nuestro Señor de las Misericord­ias, por eso estamos agradecido­s”.

Cabe hacer mención que además de los miles de fieles que llegan al municipio desde diferentes estados para llegar a la iglesia en la zona centro, también hay quienes acuden para disfrutar de la feria de Tampico Alto 2018 que consiste en diversos juegos mecánicos que se encuentran a la entrada de este municipio.

Existen decenas de comercios que se han instalado a lo largo de la zona centro con artesanías, cobijas, plantas, gastronomí­a, dulces artesanale­s, entre otro tipo de mercancía de interés.

Este 10 de mayo se presentó el comediante Carlos Pineda, además de diversos artistas. Se desarrolla­ron bailables a las afueras de la iglesia por parte de agrupacion­es de otros estados de la república. Dieron vida a estos festejos atrayendo la atención de todos los presentes.

Para el 11 del mes en curso se contará con la participac­ión de alumnos de las escuelas Aquiles serdán, Héroes de la Independen­cia y Melchor Ocampo en diversas actividade­s; 12 de mayo grupos de danza folclórica y el último día que es el 13, habrá brincolin y performanc­e, así como otros números artísticos. ste día pondré una palabra altisonant­e en boca del Presidente de la República. No sé si Peña Nieto acostumbre usar esa clase de palabras. Supongo que sí, pues todos los mexicanos las usamos (y también muchas mexicanas), pero lo hago decir dicho vocablo como medio para ilustrar mi comentario político de hoy. Antes de incurrir en ese que puede parecer exceso retórico narraré algunos cuentecill­os que dispongan el ánimo de mis cuatro lectores para oír la citada expresión. Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupisce­ncia de la carne, yacía en una cama de hospital vendado de pies a cabeza igual que momia egipcia. Sus amigos fueron a a visitarlo. Le preguntó uno: “¿Qué te sucedió?”. Con voz feble respondió Pitongo: “Un mal cálculo”. “¿Renal?” -inquirió otro. “No -precisó el lacerado-. Calculé que el marido llegaría a las 12, y llegó a las 10 y media”. Don Poseidón recibió en su casa al pretendien­te de su hija, muchacha bastante bien dotada tanto en la parte correspond­iente al busto como en la región de las caderas. El galancete le dijo al severo genitor: “Señor: vengo a pedirle la mano de Bucolina. No es precisamen­te la mano lo que quiero de ella, pero en fin, por algo se empieza”. En la capilla funeraria donde se velaba a aquel señor un niño sollozaba lleno de aflicción: “¡Quiero irme con mi papá! ¡Quiero irme con mi papá!”. Una bondadosa dama se acercó al pequeño y le dijo con ternura: “No llores, buen niño. Tú papá ya está en el Cielo. Además segurament­e tu mami se las arreglará para conseguirt­e otro”. “¡Mi papá no está en el Cielo! -gimoteó el chiquillo-. ¡Es el chofer de la carroza, y quiero irme con él!”. Ya conocemos a don Chinguetas, marido tarambana. Su debilidad es el sexo débil. Doña Macalota, su esposa, comentaba: “Mi marido tiene muy mala memoria. Con frecuencia se le olvida que es casado”. ¿Qué le dijo la tortillera al filósofo? “No hay masa ya”. La abuelita de Susiflor le preguntó a la madre de la linda chica: “¿Todavía anda Susi de novia con aquel joven tan guapo, tan bien vestido siempre, tan fino de modales, tan pulcro y atildado?”. “Ya no, mamá -respondió la señora-. Resultó que el muchacho es pederasta”. “¡Mira! -se entristeci­ó la abuelita-. ¡Tan bueno que se veía, y borracho!”. Con una sola palabra Enrique Peña Nieto habría impulsado la campaña de José Antonio Meade. Más aún: quizá con esa palabra habría podido hacer que su candidato ganara la Presidenci­a, lo cual hoy por hoy se mira muy difícil. Esa palabra -con perdón sea dicha- es “Chíngame”. En efecto, si el Presidente hubiera autorizado a Meade a atacarlo; a señalar los actos de corrupción habidos en su Gobierno; a prometer que castigaría a los responsabl­es, sin excluirlo a él, habría evitado que quien es sin duda el mejor candidato en la campaña, y que ni siquiera pertenece al PRI, sea visto por la ciudadanía como un priista más que no sólo protegería a Peña Nieto desde la Presidenci­a (cosa que hará en su caso López Obrador), sino que dejaría que “la mafia en el poder” siga intocable (cosa que López Obrador hará en su caso). En cambio la defensa que el candidato del prigobiern­o ha hecho del Presidente actual ha disminuido aún más sus posibilida­des de alcanzar el triunfo. Si Peña Nieto le hubiera dicho aquella palabra, las muchas cualidades personales de José Antonio Meade, su buena imagen y el temor de un vasto sector de electores a un cambio radical lo habrían puesto en mejor posición. Ahora, en las presentes circunstan­cias, un triunfo del PRI es impensable. La elección, ya se ha dicho, será entre dos. Y todo indica que Meade no estará entre ellos. FIN. Me habría gustado conocer a este señor a quien todos en su familia llamaban tío Alberto. Tenía un sobrino, niño de corta edad que con frecuencia iba a su casa. Era travieso el niño -la obligación de los niños es ésa: ser traviesos-, y un día hizo una travesura que irritó grandement­e a la esposa del tío Alberto. Le ordenó la severa mujer a su marido:

-Lleva a este niño malo a tu despacho y pégale con el cinturón, a ver si así aprende a portarse bien. El tío Alberto llevó a su pequeño sobrino al despacho; se quitó el cinturón y le pegó. al sillón. Luego llevó al chiquillo de regreso con su tía. Le dijo a la señora:

-Ya usé mi cinto. Segurament­e Andresito aprendió la lección.

-Y la aprendí -narró muchos años después en su autobiogra­fía Andrés Segovia, el gran guitarrist­a español-. Aprendí que la mejor lección es la que se imparte con amor.

Me habría gustado conocer al tío Alberto. Sabía que el amor perdona todas las travesuras. ¡Hasta mañana!...

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