Partería tradicional, cultura ancestral en peligro de desaparecer
“Ha sido cuestionada como si fuera la causa principal de muerte materna”, dice experta
Hay dos cosas que un hombre no puede permitir: sobornar y dejarse sobornar”, aseveró Jorge Luis Borges, a quien le llamaron desde Suecia, país que concede el Premio Nobel de Literatura, para advertirle que no viajara al Chile de Augusto Pinochet, recordó ayer la viuda del escritor, María Kodama.
“Jamás traicionó sus principios, y eso me pareció maravilloso”, resaltó la también escritora en la presentación de la exposición fotográfica Borges & Kodama: infinito encuentro en el Centro de Cultura La Térmica, en Málaga.
Borges iba a ser nombrado doctor honoris causa en la Universidad de Chile y era parte del protocolo que en el acto estuviera el presidente del país. Cuando le pidieron desde Suecia que no viajara a ese país, el escritor “escuchó en silencio” y contestó: “Le agradezco, señor, lo que acaba de decirme, pero hay dos cosas que un hombre no puede permitir: sobornar y dejarse sobornar. Así que iré a Chile. Buenas tardes”, relató su viuda. “Después me abrazó y me dijo: ‘Sigamos leyendo’”, añadió Kodama, que cree que fue “uno de los pocos escritores que en vida pudo ver su obra instalada mundialmente en lo más alto”.
Pero Borges “nunca creyó en eso: decía que la gente era amable, cariñosa y le veía como un viejo mito. Pero no se vanagloriaba de lo que hacía; era algo sincero, no una pose, por eso se exigía todo el tiempo para escribir”.En la intimidad, el escritor se mostraba como “una persona muy divertida y con mucho sentido del humor, que disfrutaba de la vida”.
Esta exposición exhibe 51 imágenes captadas por Kodama y otros fotógrafos sobre la vida de ambos en común. Kodama cree que, como decía Borges, ambos estaban predestinados a encontrarse, quizá porque él “fue criado por gente del siglo XIX con unos principios éticos muy fuertes que han ido desapareciendo”, y ella fue educada por su padre, “que nació, creció y se educó en Japón, con unos principios muy parecidos. Eso hizo que coincidiéramos en muchas cosas, además de en el amor por la literatura”, añadió.
Borges era agnóstico, pero aseguraba que “si algo era lógico después de la partida, era la reencarnación”, y añadía que si era así, ellos dos “seguramente” venían “de otras vidas anteriores juntos”. “Me decía: ‘Prometámonos que en la próxima vida nos reencontramos’, y yo le decía que sí, pero como soy brutalmente sincera, le replicaba que en la próxima vida yo sería científica. Él cerraba los ojos y me pedía que no le dijera eso, porque quería volver a ser escritor”.
El trabajo de las parteras va más allá de la salud: se le ha visto siempre como una práctica cultural fundamental para muchas comunidades indígenas, aunque en los años recientes han tenido que enfrentar desafíos por el sistema de salud oficial, desde donde se les ha soslayado.
Según Amparo Sevilla, directora de Etnología y Antropología Social, del INAH, la partería tradicional tiene antecedentes en épocas muy remotas, porque en todas las culturas han sido las mujeres quienes atienden los embarazos no solo en el momento del parto, sino que acompañan todo el proceso.
“Por ejemplo, en el momento del parto llevan a cabo una serie de prácticas relacionadas con la medicina tradicional, con el uso de técnicas para ubicar al niño si viene mal colocado, con el aprovechamiento de hierbas para ayudar a un parto natural y sano. Después del nacimiento, la partera acompaña con un tratamiento muy cercano y humanizado”.
En las últimas décadas ha habido un proceso de marginación a estas prácticas, incluso por organismos internacionales, sin considerar no solo sus características culturales como reflejo de las tradiciones de un pueblo, sino incluso sus aportaciones a un modelo de salud alternativo. “Su labor ha sido cuestionada como si fueran la principal causa de muerte materna, mediante campañas que terminan por desprestigiar estos conocimientos. Pero las parteras tradicionales son conocedoras de la mejor manera de tratar este proceso no desde el concepto de salud-enfermedad, sino como un hecho natural y biológico, frente al cual tienen conocimientos ancestrales”, dijo la investigadora.
Así se desarrollaron las jornadas La partería tradicional: Saberes y prácticas en riesgo, en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo (MNCM), concebidas como un espacio de diálogo para visibilizar los problemas de este ejercicio ya muy cercano a lo cultural. “Ellas, a la vez, tienen un papel muy importante como líderes comunitarias, pues muchas veces adquieren lazos de liderazgo dado su conocimiento de algo tan fundamental como traer a nuevos seres a este mundo. En su labor está la noción de arraigo a la tierra: cuando nacen, en su cosmovisión hay una serie de rituales que parten de la idea de la comunidad y de que la madre no es aislada. Además, es común que el cordón umbilical o la placenta se ‘siembren’ en algún lugar particular para ritualizar la pertenencia a un territorio específico”, explica Sevilla.
De ahí el esfuerzo que se está desarrollando desde la Dirección de Etnología y Antropología Social del INAH, donde se lleva a cabo el Seminario sobre Partería Tradicional en la Prevención de la Violencia Obstétrica y en su defensa como un derecho cultural, en cuyo marco el próximo 7 de junio se llevará a cabo un conversatorio para reflexionar acerca de la partería en la tradición, en el mismo MNCM.
“Desde la partería tradicional”, asegura Sevilla, “no se trata del nacimiento de un individuo separado del territorio colectivo, sino de un sujeto social que está incorporado a una comunidad y a una visión cultural”.