Milenio Tamaulipas

Anaya, otra vez el mejor

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Que Anaya sea muy bueno en los de- bates no significa, caramba, que no

vaya a ser tan bueno para gobernar. Digo, la gente, ante la evidencia de que el hombre se mueve como pez en el agua en un entorno de fuerte presión, hace razonamien­tos extrañísim­os: pues sí, es buen polemista —admiten sus críticos— pero eso no quiere decir que vaya a hacer las cosas bien si llega a la presidenci­a de la República. Pero, entonces ¿qué demonios tendría que hacer el candidato de la coalición Por México al Frente para demostrar sus posibles dotes de estadista? ¿No parecer tan capaz en los mentados forcejeos televisivo­s? ¿Hablar torpe y lentamente? ¿No dominar datos y cifras? ¿No ajustarse a los tiempos?

Obrador no da en manera alguna la impresión de sentirse cómodo y Meade —cuyas capacidade­s, hay que decirlo, prácticame­nte nadie pone en duda— simplement­e no logra trasmitir una mínima emoción con esa desangelad­a retórica suya. En lo que toca al otro, el impresenta­ble Bronco, se solaza en exhibir esa excentrici­dad que tan hábilmente manejan los competidor­es que no tienen nada que perder porque tampoco tienen nada que ganar. Dan la nota exótica, vamos, y sanseacabó.

O sea, que, una vez más, el mejor ha sido Anaya. Así como están cosas, sin embargo, no podemos decir que esta superiorid­ad se reflejará consiguien­temente en las intencione­s de voto. No va a operar una instantáne­a relación de causa y efecto porque cada quien ve lo que quiere ver: los seguidores de Obrador no sólo le festejan cada gesto suyo, cada ademán y cada gracejada (no se pierdan, lectores, las encendidas frases que le dedican los más devotos, teñidas de un lirismo tan sensiblero como obsequioso) sino que son perfectame­nte inmunes a cualquier argumentac­ión y descartan por principio toda idea contraria; el mismísimo Meade alardea en estos momentos de que fue el ganador de la contienda; y los simpatizan­tes del señor Rodríguez Calderón le seguirán aplaudiend­o sus ocurrencia­s (incluida la expropiaci­ón de CitiBaname­x). Lo que sí pasará, creo yo, es que la creciente inquietud de un sector de los ciudadanos ante la desbordada belicosida­d del candidato populista terminará por manifestar­se de forma mucho más palmaria. Y ahí, en esa recta final, las miradas se dirigirán instintiva­mente hacia Anaya. Ganar sí sirve, después de todo.

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