Milenio Tamaulipas

DE POLÌTICA Y COSAS PEORES

- Armando Fuentes Aguirre Catón afacaton@yahoo.com

( n el Motel Kamagua el galán le contó a su dulcinea: “Para evitar que adquiriera el vicio del cigarro mi padre me decía que si fumaba no me crecería el pizarrín”. Comentó ella: “Por lo que veo fumaste al menos dos cajetillas diarias”. Ya conocemos a Capronio. Es un sujeto ruin y desconside­rado. Fue invitado a una cena, y se vio en la precisión de llevar consigo a su mujer. Al final del ágape la anfitriona le comentó a la señora: “¡Qué cariñoso es su marido con usted! No pude menos que notar que a lo largo de la cena le estuvo besando la mano una y otra vez”. Explicó ella: “Es que no le pusieron servilleta”. El joven Leovigildo casó con Flordelisi­a. Al regreso del viaje de bodas sus tías solteras le preguntaro­n llenas de ansiedad: “¿Ya vas a ser papá?”. Respondió con tristeza el desposado: “No. Y creo que tardaré bastante en serlo”. “¿Por qué?” -preguntaro­n a coro con inquietud las tías. Relató Leovigildo: “Después del baño Flordelisi­a se unta cremas y aceites para el cuerpo, y siempre me resbalo”. Un amigo le comentó a Babalucas, preocupado: “El doctor dice que tengo gonorrea”. Preguntó el badulaque: “¿Pos qué comiste?”. Ante el asombro de los asistentes a la función de circo la bella domadora se quitó la ropa y el feroz león le lamió, sumiso, el cuerpo. El director de pista se dirigió al público: “¿Alguien se atreve a hacer esta demostraci­ón?”. “Yo -se levantó un sujeto de la galería-. Pero primero saquen al león”. Me gustan las cosas antiguas, esto es la vida humana de pasados tiempos plasmada en objetos que se llaman viejos: los óleos desvaídos -”Rosas de otoño”; “El patio de mi casa”- pintados por señoritas saltillera­s en los principios del siglo que se fue; la pianola entristeci­da; el baúl que alguna vez guardó ropas nupciales con aroma de flor de San José; las porcelanas chinas que se rompen si las miras fijamente. No acabo aún de lamentar la muerte de mi querido amigo Emilio, anticuario de los de antes, que envolvía en imaginació­n poética las cosas que mostraba en su bazar: “Este ropero perteneció a una señora que una noche soñó que se ponía frente al espejo y la luna no la reflejaba. Su impresión fue tan grande que sufrió un infarto y murió en el mismo sueño”. Ahora Alberto, su sobrino, y Samuel su asistente, me allegan cosas ennoblecid­as por el tiempo. Permitan mis cuatro lectores que les muestre la última que me trajeron. Es un mapa escolar que ha de tener mis mismos años, quizá más. Dibujado en tinta blanca sobre tela negra es un severo mapa sin los colores y colorines que luego harían más amables las cartas geográfica­s de las escuelas. En él aparece la República Mexicana. Ostenta en la parte superior un bello título: “Ésta es mi Patria”. Hermoso y sonoro es ese nombre, que casi no cuadra con un mapa. Hay en él algo de entrañable; tiene evocacione­s del “Corazón, diario de un niño” que escribió De Amicis. Pienso que los niños que lo vieron aprendiero­n en él algo más que los nombres de los estados y sus capitales. Supieron que ese extenso territorio era su casa, a la que debían amar y proteger igual que se protege y ama el hogar donde se vive con el padre, la madre y los hermanos. No sé si haya en los niños de hoy ese mismo sentimient­o, y me pregunto si los hombres y las mujeres que andan tras el poder político piensan en la patria y anhelan procurar su bien. Quizás ese amor patrio es ya antigualla, lo mismo que aquel mapa, que aquella frágil porcelana, que aquel baúl cerrado para siempre, que aquella pianola silenciosa, que aquellos cuadros de rosas marchitada­s. Pienso eso y me entristezc­o con la tristeza de las cosas idas. FIN.

Mirador Fábula del pastor mentiroso.

-¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo Gritaba así el pastor a toda voz.

Sus compañeros corrían a proteger sus rebaños, cayado y honda en mano. Pero el pastor había mentido: el lobo no venía. Los otros quedaban mohínos y burlados, y el pastor mentiroso se reía.

Un día, sin embargo, llegó en verdad la fiera. Gritó el pastor:

-¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo! Los demás pastores ya no hicieron caso. Entonces llegó el lobo y le dijo al pastor: -Sabes mentir con gran habilidad. ¿No te gustaría participar en un debate político? ¡Hasta mañana!...

Manganitas

“. Subirá el recibo del agua.”. Al oír la noticia ésa un señor dijo formal: “No me preocupo, con tal que no suba la cerveza”.

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